La dimensión de comunicador que identificó el ministerio episcopal de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, “derivaba de su afán por buscar y transmitir verdad. Y lo hacía de cara a lo que la impedía, esto es, las ideologizaciones, el encubrimiento, la difamación, la desinformación y la mentira institucionalizada”. Así recuerda el comunicador salvadoreño Carlos Ayala Ramírez, quien conoció y acompañó el trabajo pastoral del arzobispo mártir, que fue elevado a los altares a los 38 años de que Monseñor Romero fuera asesinado, mientras presidía la celebración eucarística en la capilla del hospital Divina Providencia, el 24 de marzo de 1980.
En una breve entrevista concedida a SIGNIS ALC, Carlos Ayala Ramírez, quien conoció al pastor desde su paso por el seminario de San Salvador y luego como comunicador y director de la radio universitaria YSUCA, de la Universidad Centroamericana, comenta con los lectores de SIGNIS ALC sobre los rasgos más destacados que identifican al ahora San Óscar Romero como un profeta de la justicia y la comunicación.
SIGNIS ALC: ¿Cómo vivió Carlos Ayala este histórico acontecimiento eclesial, la canonización de un salvadoreño y comunicador por excelencia como Monseñor Romero, a 38 años de su martirio?
Carlos Ayala R.: Al igual que la beatificación, para mí la canonización de monseñor Romero la he vivido en tres dimensiones: alegría, gratitud y compromiso. De alegría y fiesta porque la canonización de Romero representa el triunfo de la víctima sobre el victimario, de la verdad sobre la mentira, del amor sobre el odio, de la justicia no violenta sobre la injusticia violenta. Fue también un día de gratitud por tener un profeta mártir que tomó en serio el sufrimiento del pueblo y se puso a su servicio para liberarlo del mismo.
Pero la alegría y la gratitud serán efímeras si no van acompañadas de compromiso. Ya lo ha señalado claramente el papa Francisco: “quienes tengan a monseñor Romero como amigo en la fe, quienes lo invoquen como protector e intercesor, quienes admiren su figura, que encuentren en él fuerza y ánimo para construir el Reino de Dios, para comprometerse por un orden social equitativo y digno”.
¿Cómo viví la canonización? Con gozo, gratitud y compromiso.
SIGNIS ALC: Uno de los aspectos más conocidos en torno al ministerio pastoral del ahora Santo es la dimensión comunicacional, que tuvo como aliada a la radio. ¿Cómo y cuándo se revela el perfil de comunicador y de radialista en Monseñor Romero?
Carlos Ayala: De entrada digamos que la autoridad que tenía monseñor Romero, como comunicador, derivaba de su afán por buscar y transmitir verdad. Y lo hacía de cara a lo que la impedía, esto es, las ideologizaciones, el encubrimiento, la difamación, la desinformación y la mentira institucionalizada (comunicación que deshumaniza). No era, por tanto, una verdad genérica y abstracta, sino muy concreta. Por ejemplo, monseñor Romero a los ricos les dijo: “la oligarquía está desesperada y está queriendo reprimir ciegamente al pueblo”. A los militares: “Cese la presión”. Al gobierno: “¿Dónde están las sanciones a los cuerpos de seguridad que han hecho tantas violencias?”. A los medios de comunicación: “Falta en nuestro ambiente la verdad”.
San Óscar Romero, profeta y mártir, o mártir por ser profeta, criticó clara y valientemente el grave deterioro moral de la sociedad de su tiempo expresado en la prostitución de la justicia, el atropello a la dignidad humana, la impunidad prevalente y el silencio cómplice ante muchas violaciones de los derechos humanos. El teólogo Jon Sobrino afirma que el santo Romero fue un gran comunicador. Explica que más allá de las posibilidades que le ofrecía la modesta tecnología de los medios a su alcance, y más allá de la precaria y peligrosa libertad de expresión que poseía, su palabra le hizo un comunicador inigualable porque estaba poseído de espíritu salvadoreño, humano y cristiano.
Romero fue un comunicador excepcional y ejemplar porque con él la realidad de las mayorías tomó la palabra, la conciencia crítica se desarrolló, la verdad tomó concreción histórica, y los clamores y esperanzas de los pobres se hicieron reales en el imaginario colectivo. Estos rasgos constituyen lo que podríamos llamar su perfil de comunicador (comunicación que humaniza). Si ahora precisamos la respuesta a la pregunta, podemos decir que su perfil de comunicador se expresa en que, para él, comunicar significó servir a la realidad y los intereses de las mayorías pobres, porque esos son los intereses verdaderos y objetivos de la realidad. Y este servicio se hace en un lugar y tiempo, donde predomina la mentira, el encubrimiento, la represión y la muerte.
¿Cuándo se revela su carácter de comunicador? En los momentos en que la verdad aparece oprimida y la honradez con la realidad no parece ser un comportamiento habitual. ¿Cómo surge? Con una modalidad inusitada: siendo voz de los que tenían oprimida su voz.
SIGNIS ALC: Más allá de la utilización del medio (la radio), que en su momento -como en América Latina- era el medio con mayor alcance y sintonía, se conoce que el mensaje pastoral y evangelizador de monseñor Romero se convirtió en la voz de denuncia de la injusticia, de la violencia, de la muerte, de la que no informaban -o lo hacían mínimamente- los medios de comunicación. ¿Cómo era recibido este mensaje en la sociedad salvadoreña?
Carlos Ayala Ramírez.: Las siguientes palabras del santo Romero son consideradas una especie de testamento, y están referidas precisamente al cómo de la recepción de su mensaje en la sociedad salvadoreña: “Estas homilías quieren ser la voz de este pueblo, quieren ser la voz de los que no tienen voz. Y por eso, sin duda, caen mal a aquellos que tienen demasiada voz. Esta pobre voz que encontrará eco en aquellos que amen la verdad y amen de verdad a nuestro querido pueblo” (homilía, 29 de julio, 1979).
Monseñor Romero, como todo auténtico profeta, habló en nombre de Dios y en nombre del pueblo. Ello implicó una experiencia de Dios y una cercanía al pueblo. El profeta tiene puestos los pies en la tierra y el corazón en Dios. En nombre de Dios denuncia y llama a la conversión a los poderosos que oprimen a los pobres y en nombre de Dios comunica el consuelo y la esperanza a su pueblo atribulado. Esto, obviamente, por lo general provoca el rechazo de los interpelados (los poderosos que tienen demasiada voz) y, por el contrario, provoca la acogida esperanzadora de aquellos empobrecidos por la injusticia social.
Esto ha ocurrido con monseñor Romero, su voz profética fue rechazada, difamada, calumniada y perseguida por oligarquías, militares, partidos políticos de derecha y medios de comunicación oficiosos del poder. En cambio, entre los pobres, esa voz fue recibida con gozo y esperanza. Eso ha ocurrido antes de su muerte, durante su muerte y después de ella. Todavía hoy, después de su canonización, se habla de “dejar en paz a monseñor Romero” y con ello quieren decir no hablar más de él, dejarlo en el olvido. Sin embargo, nosotros hacemos propias las palabras del papa Francisco cuando afirma: “Su testimonio [el de los santos y mártires] nos recuerda que la Iglesia no necesita tantos burócratas y funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el entusiasmo de comunicar la verdadera vida. Los santos sorprenden, desinstalan, porque sus vidas invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante”.
¿Cómo se recibió su mensaje? En los responsables de la crueldad económica, política e ideológica, su respuesta fue de rechazo, difamación y amenaza (a muerte). En gran parte del pueblo, en cambio, su mensaje fue acogido con esperanza, cariño y admiración. De ahí surgieron aquellas palabras memorables: “Monseñor Romero dijo la verdad, nos defendió a nosotros de pobres y por eso lo mataron”.
SIGNIS ALC: Se conoce que Monseñor Romero hizo duras y frontales críticas a los medios de comunicación, cuestionando su falta de compromiso con la verdad y de responder a los intereses de los grupos de poder. ¿Cuál era la reacción de esos medios a los cuestionamientos de Monseñor?
Carlos Ayala Ramírez: Monseñor Romero consideraba que la deshumanización de los llamados “grandes medios de comunicación”, tenía expresiones y consecuencias concretas que afectaban negativamente a la gente, a los periodistas y a los mismos medios. En esta línea señalaba los siguientes rasgos. Los medios oficiosos del poder ocultaban la injusticia contra los pobres, cerraban los espacios a los reclamos de la gente (incluso los campos pagados), había manipulación de la noticia (se silenciaban hechos graves que comprometen a los grupos de poder), había corrupción de la prensa (“todo está comprado, está amañado y no se dice la verdad”).
Frente a estos señalamientos, sectores de poder político, económico, mediático y militar, así como la parte más conservadora de la Iglesia, lo acusaron de ser el líder de la violencia, de desestabilizar y dividir el país, de eliminar el credo católico, de enseñar doctrinas heréticas. El Informe de la Comisión de la Verdad para El Salvador, suscrito por las Naciones Unidas (1993), registra esa difamación hacia monseñor Romero. Hablando de los antecedentes de su asesinato, señala que el arzobispo “se había erigido en un reconocido crítico de la violencia y la injusticia y, como tal, se le percibía en los círculos civiles y militares de derecha, como enemigo peligroso. Sus homilías irritaban profundamente estos círculos por cuanto incluían recuentos de hechos de violaciones a los derechos humanos […]. Personas del Gobierno, así como de la Fuerza Armada, consideraban su predicación como favorable a la subversión. Medios de prensa lo criticaron en términos inequívocamente hostiles: [hablaban de] ´un arzobispo demagogo y violento … [que] estimula desde la catedral la adopción al terrorismo´ “.
¿Cómo, pues, reaccionaron los medios de comunicación oficiosos del poder, ante las críticas hechas por el santo Romero? Su respuesta fue una campaña de prensa prolongada, anónima y calumniosa contra monseñor Romero y contra la Iglesia misma y su misión, comprendida a la luz del Vaticano II.
SIGNIS ALC: Se sabe también que en varias ocasiones se intentó silenciar la radio del arzobispado, desde la cual comunicaba Monseñor Romero, pero que a la vez decenas de medios (radio, prensa, TV) esperaban y daban cobertura a las homilías dominicales de Monseñor. ¿Podría decirse que monseñor Romero, desde la fuerza de la verdad, logró vencer el cerco mediático en su país?
Carlos Ayala Ramírez: Monseñor Romero decía la verdad, creía en ella y se puso a su servicio. Eso fue lo que lo convirtió en un comunicador excepcional, y en un referente ineludible para conocer la realidad de lo que pasaba en el país. En la homilía del 8 de octubre de 1978, refiriéndose a las amenazas y atentados contra los medios de arquidiócesis, decía: “Si cuentan con todos los medios de comunicación, ¿qué estorbo puede hacer una emisora y un pequeño periódico? La justicia es nuestra fuerza, la verdad es lo que hace grande la pequeñez de nuestros medios. Por eso se les teme”. Sin duda, entonces, que su gran incidencia en la conciencia colectiva, y la capacidad para contrarrestar el bloque hegemónico de la comunicación en la sociedad salvadoreña, no derivaba de su tecnología (que era modesta y limitada), ni de un irrestricto respeto a la libertad de expresión (que estaba constantemente amenazado por la cruel represión y persecución política), ni era el producto de una compleja organización comunicacional (que en aquellas circunstancias resultaba difícil), sino de su fuerza profética (valentía para buscar y comunicar verdad) y de su fuerza ética (honradez consigo mismo y con la realidad).
Esta doble fuerza (ética y profética), fue reconocida por las Naciones Unidas, cuando en 2010, proclamó el 24 de marzo como Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas. El fundamento primordial de la proclamación lo constituye el legado de monseñor Óscar Arnulfo Romero, considerado un humanista consagrado a la defensa de los derechos humanos.
¿Cómo logró monseñor Romero vencer el encubrimiento y la mentira? Mediante la búsqueda y comunicación de la verdad, con toda su concreción. Tomando en serio la realidad del pueblo sufriente. De esa forma la verdad de la realidad termina predominando sobre el encubrimiento y el falseamiento.
SIGNIS ALC: ¿Qué características se pueden advertir en el modelo de comunicación de Monseñor Romero?
Carlos Ayala Ramírez: Quizá, no podamos hablar propiamente de un modelo de comunicación, pero sí podemos inferir algunos criterios básicos para hablar de una comunicación humanizadora. Monseñor Romero consideraba a los medios de comunicación social como “instrumentos al servicio del pueblo para la transformación de la sociedad” (15 de febrero de 1980). Pero en El Salvador, denunciaba, son todo lo contrario: [Funcionan] como “mantenedores de un status injusto” (homilía 7 de mayo, 1978).
Desde esta perspectiva, ya no podemos hablar simplemente del poder de los medios, sino de la autoridad (confianza y credibilidad) que éstos puedan tener cuando se constituyen en instrumentos al servicio del cambio social (de la exclusión la inclusión), al servicio del pueblo (dando voz al silenciado o al que ha sido sometido al anonimato), al servicio de la verdad (honradez con la realidad). Aquí la comunicación implica no sólo llegar al otro, sino llegar con lo mejor para el otro.
Ahora bien, visto en prospectiva, qué líneas de trabajo podemos inferir del legado comunicativo del Santo Romero. Anotamos algunas:
- La puesta en práctica de una ética de la recepción que valora a la audiencia no como simple receptor, cliente o usuario, sino como personas concretas, sujetos de derechos, de responsabilidades, de necesidades, de posibilidades, de discernimiento crítico (que la gente haga sentir su voz).
- El compromiso de fomentar conciencia colectiva con criterios éticos y políticos que favorezcan la refundación de la sociedad sobre la base de la verdad y la justicia.
- El fomento de la memoria histórica como antídoto para la fugacidad, la instantaneidad y el olvido, al que tienden la mayoría de las empresas de comunicación.
- El cultivo de un tipo de comunicación al servicio de la participación ciudadana informada.
- El fomento de un tipo de comunicación al servicio de la verdad. Denuncia la mentira, desenmascara el encubrimiento y fustiga la trivialización de la realidad. En la verdad las mayorías pobres encuentran dignidad y esperanza (está a su favor).
- El fomento de un tipo de comunicación que crea comunidad y solidaridad.
¿Qué tipo de comunicación, pues, desarrolló monseñor Romero? Una comunicación humanizadora por su talante compasivo (se conmovía al ver a las mayorías angustiadas y desvalidas); su actitud crítica frente a los que oprimían al pueblo en la esfera social, política o religiosa; y una actitud solidaria con los excluidos de su tiempo.
SIGNIS ALC: Podrías comentarnos algo sobre la influencia del modelo de comunicación en los comunicadores y medios de El Salvador. ¿Crees que influyó en los periodistas y en los medios la valentía y la forma de comunicar de Monseñor Romero?
Carlos Ayala Ramírez: Creo que el Santo Romero fue y es una presencia que interpela e inspira en aspectos sustanciales de la vida, el ámbito de la comunicación es uno de ellos. Inspiró hacia una práctica humanizadora de la comunicación e interpeló aquellas formas de deshumanización en el uso de los medios de comunicación. Periodistas y medios fueron influidos en uno u otro sentido. Quizá su legado, en este ámbito, fue más apreciado afuera que adentro del país. Pero hacia dentro su diagnóstico sobre los medios y los periodistas representó un verdadero llamado a la conciencia – a sabiendas de que su crítica no encontraría fácil recepción – para revertir la función que estaban desarrollando los medios. En esta línea, las siguientes palabras no requieren glosa alguna:
“La corrupción de la prensa forma parte de nuestra triste realidad, revela la complicidad con la oligarquía. El papel de la prensa tiene que ser el de canal de información de la verdad, su misión consiste en predicar la verdad. Lamentablemente, aquí ocurre todo lo contrario: la noticia es manipulada, se silencian hechos graves que comprometen a la oligarquía, se tergiversan noticias relacionadas con la represión y la víctima es presentada como culpable, se falsifican las fotografías y se montan composiciones para engañar lectores. Para qué decir más: la verdad se oculta, no se dice en El Salvador. Lo he denunciado muchas veces. He subrayado que la prensa debería ser instrumento al servicio del pueblo para la transformación de la sociedad. ¡Qué gran poder se pierde y se pone al servicio de la opresión y la represión!” (Homilía, 15 de febrero de 1980).
Una respuesta parcial a este diagnóstico la tenemos años más tarde en los acuerdos de paz (1992). Ahí, se dejaron planteados al menos tres medidas que en cierto modo representan un punto de inflexión en el comportamiento mediático que predominaba en aquel momento: en primer lugar, se permite el uso y acceso a los medios por parte del FMLN (se autorizan licencias para sus propios medios y para la publicación de sus campos pagados), ambos aspectos eran bloqueados y censurados antes de los acuerdos; en segundo lugar, se garantiza la libertad de información, poniendo fin al control de los medios y a la censura ejercida por la Oficina de Información de la presidencia ( se desarrolla un mayor pluralismo en la información, especialmente en la prensa escrita y radial); y tercero, se asume el compromiso de contribuir, a través de los medios, a la distensión y reconciliación nacional. Tanto estos compromisos puntuales, como el escenario político derivado de los acuerdos, posibilitaron algunos cambios que podemos calificar como democráticos en por lo menos tres ámbitos: la información, la fiscalización del poder y la promoción de un debate pluralista.
En el ámbito de la inspiración, monseñor Romero nos ha dejado un modo de ser comunicadores y una alternativa del uso de los medios, esto es, una comunicación social al servicio de la persona, de la verdad y de la solidaridad. Sobre la base de esta inspiración, todos los medios están llamados a servir a la dignidad humana, a mantener honradez con la realidad y a promover el derecho de comunicación y de información no como un privilegio exclusivo de profesionales y propietarios de medios, sino como una facultad de la sociedad civil, del ciudadano. Ahí tenemos un punto de referencia central que animó y orientó el rol de las radios comunitarias y de los medios alternativos. Ahí encontramos un fundamento primordial de la ética de los medios. En palabras de monseñor Romero queda formulada en los siguientes términos:
“No le tengamos miedo a quedarnos solos si es en honor a la verdad. Tengamos miedo de ser demagogos y de andar ambicionando las falsas adulaciones. Si no decimos la verdad, estamos cometiendo el peor de los pecados: traicionando la verdad y traicionando al pueblo” (Homilía del 25 de noviembre de 1979).
¿Qué influjo dejó Monseñor en los medios y periodistas? Representa una conciencia crítica sobre el rol que ejercen estos agentes: Los medios y los comunicadores tienen que elegir entre la verdad y la mentira, entre humanizar y deshumanizar. También dejar ver la posibilidad real de contar con medios de comunicación que puedan constituirse en instrumentos al servicio del pueblo para la transformación de la sociedad. La radio YSAX y el Semanario Orientación son ejemplos emblemáticos de ello.
SIGNIS ALC: SIGNIS declaró a Monseñor Romero como su Patrono y co-patrono de los comunicadores católicos. ¿Qué desafíos representa para los comunicadores católicos el tener como patrono a San Óscar Romero?
Carlos Ayala Ramírez: Si hay un uso deshumanizador de los medios de comunicación que tiende a desinformar, a invisibilizar la realidad de los pobres, y hacer del derecho a la comunicación un derecho de pocos; los desafíos son bastante obvios, aunque requieren de mucha voluntad ética y política: opción por una comunicación al servicio de la verdad, de los excluidos y de la participación en la comunidad mediática.
En el libro “Patas arriba, la escuela del mundo al revés”, Eduardo Galeano nos recuerda la necesidad de imaginar otro mundo posible. Donde, entre otras cosas, “la gente no será mirada por el televisor; el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia y será tratado como la plancha o el lavarropas; (…) el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza (…) la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos…”.
Pedro Casaldáliga, ha planteado que humanizar la humanidad es la tarea de toda educación, de toda comunicación, de toda política y de toda religión que merezcan ser. “Para otra humanidad, otra comunicación”, y esa “otra comunicación” ha de construirse – según Casaldáliga – con los siguientes criterios: (1) el ser humano es “el gran medio de comunicación”; después vienen los medios; (2) cultivo de la alfabetización mediática; (3) la “lectura” crítica de toda información; (4) la creación de información alternativa y el constante respaldo a la misma; (5) la contestación organizada contra todo control, monopolio o mentira; (6) el rechazo de todo imperialismo cultural; (7) ejercer ese supremo don de la comunicación, en la verdad, en la comprensión, en la solidaridad.
Monseñor Óscar Romero consideraba que sus homilías querían ser la voz de los que no tenían voz. Es decir, de aquellos a los que se les negaban los espacios en la mayoría de los medios de comunicación, incluso en los campos pagados. “De aquellos cuya voz, estaba reprimida y oprimida. De la voz del campesino, del obrero, del perseguido, del desaparecido, del torturado. Voz de los pobres, que van a la Asamblea Legislativa y no se les quiere escuchar, van a los ministerios y se les trata como gente de segundo orden, van a las instancias que deben servir al pueblo y los marginan, no los escuchan” (Homilía, 2 de septiembre de 1979).
El padre Ignacio Ellacuría, por su parte, planteaba no solo la necesidad de ser voz racional de los que teniendo razón (los pobres) no puede expresarla, sino también la importancia de que el pueblo mismo hiciera sentir su voz, “que reflexionara sobre la situación del país, que exigiera ser bien informados, que exigiera la solución al problema de la injusticia”.
¿Qué desafíos presenta esta tradición comunicativa de inspiración cristiana? En Galeano, Casaldáliga, Romero y Ellacuría, encontramos un “aire de familia” en cuanto a los retos que siguen teniendo los medios de comunicación que buscan contribuir a la humanización: primero, reconocer a la persona y a la comunidad humana como lo sujetos de la comunicación; segundo, ejercer la comunicación como un servicio que responde a la necesidad que tienen ciudadanos de información veraz, de expresión propia, de acompañamiento, y de sentido de pertenencia; tercero, darle centralidad a los “silenciados” o “inexistentes” dentro del espectro mediático; cuarto, posibilitar espacios reales de comunicación interactiva, que genere participación informada de la población; quinto, buscar y comunicar verdad, que haga salir de la ignorancia, del encubrimiento o de la mentira sin más.
Entrevista publicada en la revista digital Punto de Encuentro, de SIGNIS ALC