El Papa no elaboró la encíclica encerrado en su cúpula.
La Encíclica del papa Francisco “Laudato Si -sobre el cuidado de la casa común” publicada el 18 de junio, es un parteaguas en muchos sentidos. Es un fuerte llamado a parar la devastación ambiental y el cambio climático, a cuidar a nuestra hermana madre Tierra y reconocer los derechos de quienes mejor cuidan de ella: las comunidades campesinas e indígenas, las economías solidarias locales, rurales y urbanas.
Anota la conexión directa entre destrucción ambiental y social con el paradigma tecnocrático globalizado, sustentado por una minoría que desde las finanzas domina las políticas nacionales e internacionales en su beneficio, en desmedro del bien común y abusando los bienes comunes. Refleja además un hito por la relación con los movimientos sociales.
El Papa no elaboró la encíclica encerrado en su cúpula: desde que inició su mandato, buscó interacción directa con actores sociales y movimientos populares del mundo. Con la interlocución del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil (MST), de la organización campesina global Vía Campesina y de organizaciones de trabajadores precarios y economía solidaria en Argentina -con quienes Bergoglio se relacionaba desde antes- se consolidó en octubre 2014, un Encuentro Mundial de Movimientos Populares con el papa Francisco, bajo el lema Tierra, Techo, Trabajo: tierra para sembrar, techo para vivir y trabajo digno.
El Consejo Pontificio de Justicia y Paz y la Pontificia Academia de Ciencias co-organizaron el encuentro, respetando la autonomía de los movimientos. Asistieron cerca de 200 delegadas y delegados de organizaciones de todo el mundo, principalmente campesinas, sindicatos y organizaciones de economía popular, movimientos de los sin techo, así como organizaciones invitadas por los movimientos, como el Grupo ETC. Los participantes representaron una diversidad de credos religiosos y otras posturas filosóficas. Al encuentro llegó también Evo Morales, presidente de Bolivia.
Ignacio Ramonet la llamó una jornada histórica (La Jornada, 31/10/2014). Fue un intercambio franco y abierto, donde los movimientos colocaron preocupaciones y propuestas sobre tierra, trabajo y techo, inequidad global, devastación ambiental, ecologismo de los pueblos, explicaron el rol vital de los campesinos en la alimentación y para enfriar el planeta, denunciaron falsas soluciones al cambio climático como mercados de carbono, geoingeniería, y muchos otros puntos. El Papa respondió valorando la lucha de los pobres contra la injusticia y en su respuesta adelantó varios puntos que ahora vemos en la Encíclica. (movimientospopulares.org)
En el último año, el Papa recibió un documento sobre impactos de agrotóxicos y transgénicos, firmado por nueve científicos y expertos de renombre mundial, incluyendo a Andrés Carrasco, Elena Álvarez-Buylla, Rubens Nodari, Pat Mooney y Vandana Shiva, invitados a esta tarea por el MST, Brasil. (ver aquí). A iniciativa de redes de justicia climática de Asia, y líderes religiosos de Asia y África, recibió otro documento sobre cambio climático, con análisis, propuestas y alternativas desde las organizaciones.
El Papa escuchó diversas fuentes, como los informes del panel intergubernamental sobre cambio climático (IPCC) y otros. Por su parte, la Pontificia Academia de Ciencias, tiene historia en colaborar con científicos cercanos a las transnacionales de agronegocios, petroleras y otras, incluyendo promotores de transgénicos, geoingeniería y filantrocapitalistas. También ellos actuaron este año intentando influir en el proceso.
La encíclica afirma el rol crucial de los movimientos populares, organizaciones ambientalistas y otras de la sociedad civil de abajo, a quiénes da el crédito de poner sobre las mesas de discusión nacional e internacional, los temas de las crisis climática y ambiental. Afirma que los campesinos alimentan a la mayoría de la humanidad, con muy poca tierra, agua y combustibles, y que junto a las comunidades indígenas, son los principales actores que mantienen la diversidad biológica y cultural, hechos que define claves para la sobrevivencia de todos y del planeta.
Condena los oligopolios alimentarios y la producción de semillas estériles (semillas Terminator), que condenan a los agricultores a la dependencia. Confirma que los transgénicos han significado expulsar muchos pequeños agricultores de sus tierras. Igualmente, condena la ambición de las empresas mineras y otras que invaden y expulsan a las comunidades de sus territorios, y afirma que La desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal. La imposición de un estilo hegemónico de vida ligado a un modo de producción puede ser tan dañina como la alteración de los ecosistemas. Es contundente su crítica a la noción dominante de progreso y al paradigma tecnocrático imperante, pero rescata que ciencia y tecnología tienen un papel a jugar, si actúan comprometidamente a favor del bien común y no de las minorías.
La encíclica afirma la gravedad del cambio climático y llama a enfrentarlo urgentemente, advierte sobre la erosión de la biodiversidad, la contaminación de suelos, agua, aire y sobre todo de la gente, por el uso indiscriminado de agrotóxicos y otros contaminantes, denuncia la urbanización e industrialización para ganancia de las minorías, la sobre-explotación de recursos naturales, la cultura del descarte y el sobreconsumo, que coexiste con gran cantidad de pobres. Hay mucho para reflexionar. Una próxima parada en este intercambio será el II Encuentro de Movimientos Populares con el Papa, en Bolivia del 7 al 9 de julio.
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* Silvia Ribeiro, Investigadora del Grupo ETC
Fuente: La Jornada
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