El Qamaña aymara se materializa en tres niveles del Vivir Bien/Buen Vivir: 1) el Suma Jaqaña o Vivir Bien individual y familiar, donde el ser humano encuentra su realización espiritual y material asegurando su seguridad alimentaria como fuente de vida; 2) el Suma Qamaña, o sea el Vivir Bien colectivo o entre todos, donde la felicidad es de convivencia comunitaria, no unos mejor que otros ni a costa de otros; y 3) el Khuska Qamaña, que es el nivel superior donde todo está armónicamente en su lugar, con lazos de igualdad y de situaciones en las que todos nos necesitamos a todos para materializar la convivencia y la vida en plenitud.
La nación quichua/quechua propone el Sumak Kawsay y el Allin Kawsay. Sumak significa hermoso o bello, Allin quiere decir bueno o espléndido. Kawsay significa vida. Sumak y Allin Kausay coinciden en significar la vida virtuosa o la vida espléndida. Una vida buena en plenitud, sin excesos sino con lo suficiente para una vida individual y colectiva sin carencias, digna, en un espacio ubicado con un estar bien aquí y ahora, en la realidad presente y en el futuro, con una vida sana y equilibrada, sin apuros ni angustias, entre los seres humanos y con todos los seres vivos que alberga la naturaleza.
Para el pueblo guaraní el Vivir Bien/Buen Vivir es el Tekoporâ. Teko significa identidad, modo propio de ser y estar, costumbre, cultura; y Porá hace referencia al bien o a la belleza en el sentido de lo máximo. Tekoporá vendría a ser entonces el buen modo de ser y de estar o experimentar la vida, individual y colectivamente, material y espiritualmente. El buen modo de ser supone valores como la generosidad y la reciprocidad (jopoi) no solo de bienes con las manos abiertas, sino también de la palabra con los labios y oídos abiertos en el tekobá o lugar de vida y convivencia. De manera más específica, el Tekó Kaví se refiere a la vivencia de vida compartida, o al modo de estar con los otros humanos y no humanos, sociedad y naturaleza.
En el pueblo maya, el Tiichajil es una manera totalizadora de entender el estado de bienestar integral, de los hombres en sociedad, con la naturaleza y el mundo espiritual. Es una civilización en la que la existencia de uno se explica en la de los otros, como expresa el Wach’alal que quiere decir “como mi hermano y mi otro yo”, o no hay un yo sin nosotros. La vida comunitaria se representa en el concepto del Tiqato’ qi’, que se refiere a la ayuda mutua, a la cooperación con el prójimo y con la comunidad, siendo la colaboración uno de los pilares fundamentales de la vida comunitaria y de la solidaridad.
El pueblo mapuche tiene internalizado el Vivir Bien/Buen Vivir en sus formas de vida comunitaria. El Küme Mongen es un modo de vida y de relación basada en el principio del equilibrio interior a las personas y exterior en las relaciones sociales y con toda la creación. Expresa la cultura de la vida en armonía con todos los seres, con los demás hombres y mujeres, con Dios, con las fuerzas espirituales y con la naturaleza.
En Chiapas, el Lekil Kuxlejal se expresa en las prácticas de vida colectiva y comunitaria, en el trabajo, en el compromiso y en la reciprocidad buscando el equilibrio y la armonía entre los seres humanos, con la Madre Tierra y con la Naturaleza.
También los pueblos de la Amazonía tienen fecundas expresiones de vida en plenitud, profundamente arraigadas a las relaciones armónicas con la naturaleza, que el pueblo Shuar la reconoce como la madre o casa común, es decir el Shiir Waras, o saber convivir armónicamente todos los seres vivos.
En síntesis:
Lo común a todos estos pueblos, y otros del Abya Yala, es que son sociedades que se dinamizan con prácticas colaborativas respetuosas de sus semejantes, de la naturaleza y del cosmos: la casa común para la “vida buena en plenitud” (Macas, 2010, p. 14)
En otras palabras, es la vida buena en convivencia armónica, ahora, en el presente y a futuro, que no se detiene en la felicidad humana porque contempla un contrato o compromiso vinculante de los hombres con la naturaleza y con el cosmos, en convivencia de armonía entre el mundo animal, el vegetal, el de las deidades y el de la tierra; mundos con los que convivimos los seres humanos.
Para la reflexión |
- ¿En tu experiencia están presentes algunas de las expresiones mencionadas?
- ¿Qué otras experiencias del Vivir Bien/Buen Vivir en pueblos indígenas conoces?
- ¿Crees posible recuperar algunos de los elementos señalados en tu experiencia, aun cuando ésta no se desenvuelva en realidades indígenas?
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Los aportes de los movimientos anti-sistémicos
Los movimientos anti-sistémicos conformados por innumerables grupos, redes y colectivos ciudadanos como los defensores de los derechos humanos, defensores de la naturaleza, defensores de los consumidores, movimientos de mujeres, jóvenes, artistas, artesanos, defensores de los derechos de la comunicación, y múltiples otros grupos, encuentran en el Vivir Bien/Buen Vivir el espacio para conjugar sus reivindicaciones y orientarlas mancomunadamente hacia la construcción de otro modelo de sociedad.
Para estos movimientos el Vivir Bien/Buen Vivir no es sólo una cosmovisión, sino también una alternativa política y civilizatoria al capitalismo, particularmente en su representación de lo que hemos denominado “los siete pecados capitales del capital”[3]:
< >El “vivir mejor” desigualador, concentrador de capital y hegemonizador del valor de cambio sobre el de uso. Los rasgos racistas y xenofóbicos del (neo)colonialismo, que se ejercen contra pueblos y desplazamientos migratorios. El patriarcado. Las prácticas depredadoras que se ejercen sobre el medio ambiente y los ecosistemas. La sociedad del individualismo egoísta que ralentiza el goce social y genera inseguridades y violencia. El desarrollo lineal confundido con crecimiento económico y con progreso.La mercantilización de la comunicación.
Para la reflexión
- ¿Estas expresiones típicas de reivindicaciones de los movimientos sociales están presentes en tu experiencia?
- ¿En qué medida se complementan -o se resisten- la vertiente ciudadana o de los movimientos antisistémicos con la vertiente indígena?
Los aportes del nuevo constitucionalismo
El Vivir Bien/Buen Vivir institucionalizado en las nuevas Constituciones Políticas del Estado Plurinacional de Bolivia y de la República del Ecuador, tiene el sello de la fuerza de los movimientos anti-sistémicos y, especialmente, de la emergencia transformadora de los pueblos indígenas en la historia contemporánea.
Esto lleva a que a diferencia de otras etapas históricas en las que las Cartas Magnas eran adecuaciones de las reivindicaciones y los derechos dentro los márgenes del sistema feudal o del capitalista, los Estados conducen transformaciones societales con un nuevo constitucionalismo basado en la vigencia de los derechos colectivos que incluyen los individuales y reconocen los derechos de la naturaleza.
En la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia[4], su Capítulo 8 dice que “1) El Estado asume y promueve como principios ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), tekokavi (vida buena), ivimaraei (tierra sin mal) y qhapajñan (camino o vida noble)”, sustentándose en valores de unidad, igualdad, inclusión, dignidad, libertad, solidaridad, reciprocidad, respeto, complementariedad, armonía, transparencia, equilibrio, igualdad de oportunidades, equidad social y de género, bienestar común, responsabilidad, justicia social, distribución y redistribución de los productos y bienes sociales.
Por su parte, la Constitución Política del Estado Ecuatoriano incorpora el “Régimen del Buen Vivir” o Sumak Kausay y Allin Kausay, postulando que “el Buen Vivir requerirá que las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades gocen efectivamente de sus derechos, y ejerzan responsabilidades en el marco de la interculturalidad, del respeto a sus diversidades, y de la convivencia armónica con la Naturaleza” (CPE, art. 275).
De manera complementaria, el Plan Nacional de Desarrollo Bolivia digna, soberana, productiva y democrática para Vivir Bien, se propone “[…] la convivencia equilibrada y la complementariedad con equidad de la Economía Estatal, la Economía Comunitaria (…) la Economía Mixta y la Economía Privada”, a través de cuatro programas: Bolivia digna, soberana, productiva y democrática.
Por su parte, el Plan Nacional para el Buen Vivir en el Ecuador[5] considera tres ejes estratégicos. El primero hace referencia a la transformación del sistema democrático: “cambio en las relaciones de poder para la construcción del poder popular”. [6] El segundo eje recoge elementos de equidad, promoción de derechos ciudadanos, identidad y derechos de la naturaleza: “derechos, libertades y capacidades para el Buen Vivir”. [7] Y el tercer eje se refiere a las relaciones económicas, centradas en la “transformación económica-productiva a partir del cambio de la matriz productiva”.[8]
En síntesis:
Como se podrá apreciar, son propuestas con grandes objetivos de difícil realización, porque el campo político estatal se mueve en la herencia y arrastre bicentenario de prácticas de negación de la equidad, de la justicia, de la sostenibilidad ambiental y de la participación ciudadana.
Para la reflexión |
- ¿Será cierto que en las políticas estatales es prácticamente imposible superar las tensiones que se originan entre el ideal del Vivir Bien/Buen Vivir y su aplicación en programas nacionales?
- ¿Estás de acuerdo con los cuestionamientos que afirman que los Estados se auto-otorgan permisividades que llevan a desfigurar la naturaleza de la vida buena en plenitud y armonía?
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Los aportes de la teología
En realidad no se trata de una intervención explícita y formalmente intencionada de las iglesias al Vivir Bien/Buen Vivir, como es el caso de los pueblos indígenas, los movimientos anti-sistémicos y los Estados progresistas. Lo que existe es una conjunción doctrinaria y metodológica con un continuum entre el mensaje del Evangelio anuncio de la vida nueva y la construcción de la vida buena en plenitud y armonía. Desde siempre, con distintas iniciativas, pasajes de sus historias y vivencias, se han estado construyendo propuestas de vida digna y esperanzadora en comunidad e igualdad.
Con este reconocimiento de fondo, en este documento destacamos solo algunos aspectos de los diversos aportes desde la teología, que son importantes tomarse en cuenta como contribuciones para el cuidado de la casa común.
Un primer elemento a destacar lo encontramos en el Libro del Génesis, cuando afirma que «Dios vio todo lo que había hecho y era muy bueno» (Gn 1, 21). El sentido que se le otorga a la obra de creación del mundo, del cosmos, de la tierra y del hombre, es el mismo que tienen el Suma Qamaña o el Ñanderekó y Tekoporá, o el Sumak Kausay, o el Küme Mongen, o el Tiichajil, que verbalizan la magnificencia de la espléndida existencia o la vida bonita, buena de la creación compuesta por una sola unidad donde conviven todos los seres en armonía con la naturaleza.
Esta expresión se complementa con el pedido de «labrar y cuidar» el jardín del mundo (Gn 2,15), o la Madre Tierra a la que pertenecemos. ¿Quiénes debemos labrar y cuidar el jardín del mundo?: nosotros, seres humanos, todos y todas. ¿Labrar y cuidar qué?: la Madre Tierra que nos cobija y es la generadora de vida de todos los seres animados e inanimados que la habitan. Y ¿cómo la cuidamos?: garantizando su protección biodiversa para la vida en armonía de los seres humanos en sociedad y con la naturaleza/cosmos. Como dice Monseñor Leonidas Proaño, si la tierra es la madre de los hombres, los hombres son sus hijos y, entre sí, son hermanos, llamados a constituir una gran familia. Y así como una buena madre no establece diferencias entre sus hijos, la tierra es para todos y todos tienen iguales derechos.
La comprensión de la Tierra en la Iglesia es fundamental para valorarla como dadora de vida en armonía de la naturaleza con las sociedades. Esto es posible colegir si seguimos el Génesis, cuando muestra que “Yahvé formó el hombre con polvo de la tierra” (2,7). También es dadora de vida, si recordamos que: “produzca la tierra pasto y hierbas que den semilla y árboles frutales que den sobre la tierra fruto con semilla dentro” (1,11-12), “produzca la tierra animales vivientes de diferentes especies” (1,24). Y aún más, contempla la vinculación naturaleza – hombre valorando el cuidado de la tierra “para que se alimente, toda clase de hierbas, de semillas y toda clase de árboles frutales” (1,28), dándoles identidad en la “casa común”, donde se entrega al hombre “todos los animales del campo y todas las aves del cielo para que les pusiera nombre” (2,19). Así lo expresa la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y Caribeño: “Nuestra hermana la madre tierra es nuestra casa común y el lugar de la alianza de Dios con los seres humanos y con toda la creación” (Aparecida, numeral 125).
Por otra parte, la historia de la Iglesia tiene elementos comunes como el encuentro de las sociedades con Cristo en la Santa Escritura, la Sagrada Liturgia y la maravilla de la Creación. Sobre esta base, el anuncio, proclamación y construcción de la Buena Nueva, tienen bases asentadas en la comunión trinitaria o convivencia comunitaria, que se expresa en relaciones de amor, de esperanza escatológica, de salvación que busca la felicidad y vida en plenitud, de la misma manera que el Vivir Bien/Buen Vivir, no sólo en la utopía de una nueva sociedad, sino en el día a día de la vida cotidiana, en las raíces de las culturas y en la praxis social.
Siendo el Evangelio una construcción interculturada e historizada, con una irrenunciable opción por los más pobres, podríamos asumir, siguiendo las definiciones explícitas del Vivir Bien/Buen Vivir, que promueve el equilibrio justo entre las personas, las sociedades, la naturaleza, el cosmos y Dios.
El Evangelio tiene consigo una comprensión historizada de la espiritualidad, como lo expresa Mons. Francisco Gutiérrez: “La espiritualidad latinoamericana se caracteriza claramente por una referencia fundamental constante a la realidad… Se trata de una doble referencia, tanto de origen como de finalidad. Partir de y volver a la realidad: he ahí el realismo nada mágico de la espiritualidad latinoamericana” (Gutiérrez; 1989: 60). Siempre en palabras de Gutiérrez, “la espiritualidad latinoamericana mira, observa, escucha con pasión la realidad evitando de esta forma la abstracción estéril; se abandona todo idealismo y espiritualismo, se ponen los pies en el suelo, se llega a un compromiso” (Gutiérrez; 1989: 47).
La afirmación es contundente, la Iglesia se hace en la vida y en la historia de los pueblos, es parte de ellos. Y la oración, más que un acto de meditación, es una expresión del diálogo con Dios como un acto de compromiso y de sintonía con las esperanzas de los más pobres. Esto es, a todas luces expresión del Vivir Bien/Buen Vivir.
La Iglesia Latinoamericana y Caribeña es contundente en su compromiso: “sentimos un fuerte llamado para promover una globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos, haciendo de América Latina y El Caribe no sólo el Continente de la esperanza, sino también el Continente del amor” (V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, Aparecida, 2007, Documento conclusivo numeral 64).
De manera más concreta, la encíclica del Papa Francisco, Laudato Sí, es en su conjunto, una expresión contemporánea de la construcción de la existencia en plenitud y armonía. Destacamos particularmente la conceptualización de la “Ecología Integral” (numerales 138-142), que asumen la casa común como una realidad que es al mismo tiempo económica, ambiental, social y cultural. Desde esta perspectiva, el cuidado de la casa común consiste –siguiendo el Laudato- en encarar un diálogo urgente sobre cómo estamos construyendo el planeta y encontrar acuerdos integrales que le devuelvan la dignidad a los excluidos y simultáneamente cuidar la naturaleza.
Laudatio Sí afirma el principio del Bien Común como “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (2015, numerales 156-158), para que las personas satisfagan sus derechos básicos e inalienables y para su desarrollo integral con un llamado a la solidaridad y la opción preferencial por los pobres. Se trata, como reza la misión de Signis-ALC, de “colaborar para lograr la transformación de nuestras culturas, a la luz del Evangelio promoviendo la dignidad humana, la justicia y la reconciliación”, con una actitud de servicio y de solidaridad con los excluidos, promoviendo alianzas y comunión para profundizar las estrategias de desarrollo de nuestros pueblos.
Por su parte, Francois Houtart propone el Bien Común de la Humanidad como un nuevo paradigma, que tiene como su opción fundamental “[…] una dinámica social equilibrada entre personas, géneros y grupos sociales, en armonía con la naturaleza, para promover la vida y asegurar su reproducción” (2013, p. 39).
La Exhortación Apostólica Evangelli Gaudium (2013) coincide con Sofonías al reconocer que la vida es “la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios” (Sí 14,11.14), y ratifica que quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. Para ello es necesario “pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” (V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida, 29 de junio de 2007, 548)
La función misionera es fundamental para entender la trascendencia del Vivir Bien/Buen Vivir no sólo como el destino común a ser construido, sino como el camino que se tiene que recorrer con construcciones cotidianas que saben que la intimidad de la Iglesia con Jesús es itinerante. La Iglesia tiene ventajas en la construcción de la vida en armonía y plenitud cuando asume que la comunión es esencialmente misionera y que la alegría del Evangelio es incluyente, para todos, en todos los lugares, practicando la solidaridad y la correspondencia con justicia en una cultura de la vida que le da coherencia a lo que se predica y lo que se practica.
El Vivir Bien/Buen Vivir, en su camino, tiene la esencia de la alegría misionera que se nutre de la dinámica del éxodo y del don, o de salir, caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá (Evangelli, 20). El Vivir Bien/Buen Vivir es una cosmovisión esencialmente comunicacional y para el Evangelio la palabra es como una semilla que tiene que sembrarse para que una vez sembrada crezca por sí sola. En este cometido, la Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, encarnándose en los rostros de las poblaciones, culturas y ciudadanías con las que convive, reconociendo a Dios en los demás y saliendo a buscar el bien de todos (Evangellis, 39)
En pocas palabras, la labor de la Iglesia consiste en un testimonio de la tarea evangelizadora que se realiza siempre en realidades situadas y en contextos determinados con un discernimiento[9] evangélico (Evangelli, 50), con una siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos, además de contribuir a construir alternativas de sociedad. El rol de los laicos es reconocido como muy importante en la Doctrina Social de la Iglesia y las acciones de Pastoral Social.
Y una alternativa evangelizadora, es precisamente la tarea de la Iglesia por el Bien Común de la Humanidad o el Vivir Bien/Buen Vivir, que responden a la ética que lleva a un Dios que espera una respuesta comprometida que está fuera de las categorías del mercado y cercana a las formas de vida comunitaria de los pueblos.
La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño es por demás expresiva sobre el rol de la Iglesia en este desafío histórico: “En América Latina y El Caribe, cuando muchos de nuestros pueblos se preparan para celebrar el bicentenario de su independencia, nos encontramos ante el desafío de revitalizar nuestro modo de ser católico y nuestras opciones personales por el Señor, para que la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos como acontecimiento fundante y encuentro vivificante con Cristo. Él se manifiesta como novedad de vida y de misión en todas las dimensiones de la existencia personal y social. Esto requiere, desde nuestra identidad católica, una evangelización mucho más misionera, en diálogo con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres” (Documento conclusivo Aparecida, 2007, numeral 13).
El mismo documento reconoce “la plenitud de vida que Cristo nos ha traído: con esta vida divina se desarrolla también en plenitud la existencia humana, en su dimensión personal, familiar, social y cultural”. Estamos hablando de la vida en plenitud y armonía que cimientan la cosmovisión del Vivir Bien/Buen Vivir y que la Iglesia la sabe realizable en “el amor que da la vida”, que es Cristo en la comunión de los discípulos y misioneros.
Sin mencionar el nombre, el Vivir Bien/Buen Vivir está presente en el espíritu de la V Conferencia, y su concepción atraviesa sus reflexiones y conclusiones, cuando asume “la buena nueva de la vida”, desarrollada en el reconocimiento del “don maravilloso de la vida” (numeral 106), el reconocimiento de la “convivencia humana” (numeral 108), la valoración de la unidad y comunidad frente al individualismo (numeral 110), la reivindicación de los derechos y de la dignidad frente a la exclusión (numeral 112), y el cuidado de la naturaleza que da abrigo y sustento (numeral 113)
La Iglesia es más específica y profunda en su comprensión del Vivir Bien/Buen Vivir identificado como bienes comunes de la humanidad y como la casa común: “Con los pueblos originarios de América, alabamos al Señor que creó el universo como espacio para la vida y la convivencia de todos sus hijos e hijas y nos los dejó como signo de su bondad y de su belleza. También la creación es manifestación del amor providente de Dios; nos ha sido entregada para que la cuidemos y la transformemos en fuente de vida digna para todos” (numeral 125).
En síntesis:
La gran novedad que la Iglesia anuncia al mundo es que Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, la Palabra y la Vida, vino al mundo a hacernos “partícipes de la naturaleza divina” (2 P 1, 4), a participarnos de su propia vida. Es la vida trinitaria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la vida eterna. Su misión es manifestar el inmenso amor del Padre, que quiere que seamos hijos suyos. El anuncio del kerygma invita a tomar conciencia de ese amor vivificador de Dios que se nos ofrece en Cristo muerto y resucitado (Aparecida, numeral 348).
Para la reflexión |
- Por favor analiza y comenta la siguiente afirmación: “La vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero y desarrolla en plenitud la existencia humana en su dimensión personal, familiar, social y cultural (Aparecida, numeral 356) (…) y la vida sólo se desarrolla plenamente en la comunión fraterna y justa (Aparecida, numeral 359)
- ¿Son la construcción del bien común de la humanidad y de la casa común expresiones del Vivir Bien/Buen Vivir?
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