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Ipiales: en una encrucijada entre la migración, el desplazamiento y la violencia

SIGNIS ALC

13 julio 2020

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Ipiales: en una encrucijada entre la migración, el desplazamiento y la violencia

Ipiales: en una encrucijada entre la migración, el desplazamiento y la violencia

Por Ángel Alberto Morillo-SIGNIS Colombia

 

Ipiales.- Con 11 años al frente de la pastoral social Cáritas de Ipiales, Vicente Legarda ha visto transitar a miles de migrantes en esta zona de la frontera sur de Colombia con su hermana de Ecuador, en el departamento de Nariño.

 

“Durante este periodo de pandemia hemos trabajado con la población migrante venezolana a la que le ha tocado regresar a su país y con población colombiana desplazada”, expresa el sacerdote.

 

A diario, un contingente de 500 personas se arriesga por las llamadas trochas para llegar a Colombia.

 

Desde la declaratoria de emergencia en ambas naciones, los pasos fronterizos fueron cerrados. Desde allí, los caminantes venezolanos llegan a los albergues y comedores que la Iglesia local ha dispuesto para su atención.

 

“Muchos de ellos están de paso, otros tienen vocación de permanencia. Han quedado sin trabajo, pues la mayoría ejercía oficios informales. En todo este tiempo los acompañamos, los hacemos sentir que no están solos”, expresa.

 

La Cáritas de Ipiales cuenta con tres albergues, de los cuales dos están destinados a población migrante y uno para población desplazada, además de tres hoteles: “Todo ello suma una capacidad de atención de 370 personas diariamente”.

 

Obras de solidaridad

 

En medio de estas duras circunstancias, mientras la tormenta parece arreciar, la solidaridad no se detiene. Están en una misma barca. A través de los Bancos de Alimentos y las donaciones de particulares ha sido posible brindar un kit de aseo y bolsas de comida.

 

A todo esto se suma el apoyo de las agencias internacionales de cooperación con el cual ha sido posible la gestión de bonos multipropósito y de alimentación, como también comida caliente, preparada en comedores comunitarios. Legarda ha indicado que este proyecto se llama “Comida solidaria”.

 

Hasta la fecha –comenta el presbítero– han otorgado un promedio de 500 bonos multipropósito, 1.200 bonos alimentarios, mientras que la atención en los hoteles y albergues ha alcanzado la cifra de 5.200 beneficiarios.

 

En cuanto a las ayudas a familias colombianas víctimas de violencia, durante este tiempo de COVID-19 se han donado 14.200 mercados en aquellas parroquias más pobres, porque “son personas que también vivían del día a día, con el confinamiento han perdido fuentes de ingreso”.

 

Implementar los acuerdos de paz

 

La violencia no está de cuarentena en esta zona. Es una preocupación latente no sólo de la Iglesia, sino de todos los sectores sociales en esta región. Aparte de la dirección de Cáritas, el sacerdote forma parte del Comité departamental de paz, “una responsabilidad que los obispos me han asignado”, dice.

 

En esta instancia elabora las políticas públicas de construcción de paz en esta región de Colombia, una de las más azotadas por el accionar de grupos armados.

 

Por ello –demanda el padre– “tenemos una preocupación muy grande, la violencia se ha reactivado en sus diversas expresiones”,  de tal modo que “resulta clave continuar la implementación de los Acuerdos de paz”.

 

“Creo que allí está la respuesta”, porque “este territorio no está solo en los llamados de concienciación que como Iglesia podamos hacer”, sino “más bien en un acompañamiento y seguimiento en la implementación de los acuerdos de paz para poder incidir en la disminución de la violencia, tanto en Nariño como en toda Colombia”.

 

La Iglesia local ha hecho en diversas ocasiones llamados al cese de la violencia, sin embargo, “no es fácil medir el impacto que estos pronunciamientos tienen”, pues “no tenemos una relación tan estrecha de diálogo con los grupos armados ni tampoco ha habido acciones muy concretas de reuniones con el gobierno”. Por ello “se hace esencial promover los Consejos departamentales y municipales de paz”, exhorta el cura.

 

De hecho el Consejo departamental y municipal de paz en Nariño ya tiene aprobado un plan de trabajo con recursos y actividades. “Estamos en reuniones para mirar su implementación, por lo tanto estamos en una fase diagnóstica para evaluar qué otros consejos municipales pueden reactivarse, apoyarse o crearse”.

 

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