Testimonio de Dr. Juan Carlos Carrillo Cal y Mayor (México)
Del 13 al 23 de febrero se llevó la cabo la 75 edición de Berlinale, el Festival de Cine de Berlín, uno de los festivales de referencia en Europa y el mundo. Una instancia en la que pude ser parte del Jurado Ecuménico. Este jurado —uno de los varios jurados independientes del festival— existe desde 1992, conformado por miembros de SIGNIS y de INTERFILM, asociaciones internacionales de la Iglesia Católica y de la Iglesia Protestante respectivamente para asuntos de cine y que busca premiar películas cinematográficamente excepcionales que además muestren una perspectiva acorde con el Evangelio, impulsando valores humanos, sociales o espirituales.
La experiencia de ser parte del Jurado Ecuménico
Este año, el Jurado Ecuménico estuvo formado por tres personas por parte de INTERFILM —Peter Ciaccio (Italia, presidente del jurado), Stefanie Schardien (Alemania), Brigitta Rotach (Suiza)— y tres personas por parte de SIGNIS: Valérie de Marnhac (Francia), Christian Olding (Alemania) y yo mismo, que tuve la oportunidad de viajar desde México, de donde soy y donde resido, para esta experiencia. En el último golpe del invierno berlinés, con nieve incluida, los miembros del Jurado ecuménico recorrimos las calles de Berlín, en las múltiples sedes del festival, para conseguir la no tan sencilla tarea de ver 30 películas para cumplir con nuestra función de jurado.
Dentro de las muchas secciones del festival, los seis miembros del jurado teníamos que ver las 19 películas de la Competición oficial de la Berlinale de este año, para nuestro premio principal. De igual forma, teníamos que dar un premio a una película de la sección Panorama, que busca propuestas cinematográficas desafiantes, y un premio a la sección Forum, que tiene cine también más experimental y autoconsciente. Para ello, el jurado se dividió en dos y tres personas tuvimos que ver una selección de 11 películas de Panorama y de Forum, respectivamente.

Las películas del Festival
A pesar de que no nos conocíamos previamente, y de ser de nacionalidades distintas (y en algunos casos de credos distintos), los seis miembros del jurado pronto nos hicimos buenos amigos, unidos por la pasión por el buen cine, y por experimentar juntos tantas historias poderosas. Personalmente, la selección de películas para la Competición del Festival este año no me pareció especialmente fuerte.
Destacaron la narrativa tierna y literaria de la película noruega Drømmer, ganadora del principal premio del festival, el Oso Dorado, que cautivó por la fuerza con que cuenta la ingenuidad de un primer enamoramiento adolescente no correspondido; la mexicana Dreams, que aborda la temática de la migración ilegal a Estados Unidos desde una historia de amor tóxico entre una hermosa heredera —interpretada por Jessica Chastain— y un mexicano bailarín de ballet; la argentina El mensaje, ganadora del Oso de Plata premio del Jurado, sobre una familia ambulante que explota como negocio el poder de una niña que se comunica con los animales; la china Viviendo la tierra, un relato magnánimo de varias generaciones en la China rural; o la alemana Yunan, historia de aceptación a un extranjero que busca el sentido de su vida en una cerrada comunidad del norte de Alemania.
Representando el cine de Hollywood, formaban parte de la competición Blue Moon, última película de Richard Linklater con una extraordinaria actuación de Ethan Hawke, sobre una noche en la vida del famoso liricista estadounidense Lawrence Hart; y la sugerente If I Had Legs I’d Kick You, en la que Rose Byrne, ganadora del principal premio de actuación del certamen, representa a una madre al borde del colapso.

Los premios del Jurado Ecuménico
Sin embargo, estuvimos especialmente contentos de otorgar el premio a las tres películas que consideramos ganadoras del premio del Jurado ecuménico. El premio principal fue para la película brasileña que estaba en Competición, O último azul, de Gabriel Mascaro. Se trata de una fábula crítica con la sociedad actual y una denuncia de lo que el Papa Francisco ha llamado la cultura del descarte, pero también un canto a la libertad y una preciosa aventura en la selva del Amazonas. En la sociedad distópica que la trama plantea, los ancianos son obligados a trasladarse a “la Colonia”, un supuesto paraíso construido por el gobierno, del que nadie vuelve. La protagonista, una mujer de 77 años, quiere seguir su vida y no trasladarse a la Colonia, por lo que huye empezando una aventura llena de riesgos y nuevas experiencias. El jurado principal del festival confirmó nuestro buen criterio al dar a la película el segundo premio más importante del festival, el Oso Plateado.

En la sección de Panorama, nuestro premio fue para The Heart Is a Muscle, una película sudafricana que explora la superación de la violencia a partir del encuentro de dos padres de familia, ambos provenientes de entornos violentos de las afueras de Capetown, que tras un primer malentendido buscan la reconciliación, movidos por la esperanza del futuro que ven en sus respectivos hijos. Los cineastas no cabían en sí de gusto por haber recibido nuestro premio.
Finalmente, en la sección de Forum, el Jurado ecuménico premió al documental Holding Liat, que aborda el proceso de una familia después de que uno de sus miembros fue secuestrado en Israel por Hamás el 7 de octubre de 2023. Lejos de tener un mensaje político como tal, la película porta un mensaje de paz y reconciliación. También ganó el premio a Mejor documental del festival.
Tanto en lo personal como en lo profesional, agradezco haber tenido esta interesantísima oportunidad, y poder aportar la visión cristiana en uno de los focos más importantes de la cultura occidental.