Enrique Dussel ha muerto este 6 de noviembre. El filósofo, historiador y teólogo argentino-mexicano falleció a los 88 años en la tierra que lo acogió en exilio luego del atentado que sufriera en su Mendoza natal. Escritor prolífico, deja un legado de más de 50 libros y 400 artículos, es pilar en el giro decolonial que configura la filosofía de la liberación, un marco epistémico – y aun ontológico – que surgió en la región como una lectura crítica del molde histórico y del relato de la modernidad impuesto desde la visión eurocentrista.
Dussel se relaciona con la teología como lo hace con todo, se remonta a las fuentes, traza su genealogía y lo pone en diálogo con todo. Al cristianismo lo disecciona para separar su interpretación helenista y dialogar con su origen semita y su labor profética de los primeros siglos en contra del imperio romano. Sin embargo, este cristianismo se invierte cuando no lucha contra el esclavismo, sino que lo asume y se convierte en base de legitimidad del imperio. Es desde aquí que el pensador diferencia entre cristianismo y cristiandad.
Así lo hará también con el marxismo: va a la fuente primaria y lo relaciona con todo. Resaltará al Marx religioso que le lleva a pensar en una genealogía teológica de la creación cuando el trabajador supera la subordinación al capital y deja de producir para crear. El ateísmo de Marx es parte de la dialéctica materialista que pierde su función con la liberación de las clases oprimidas. Así, Dussel separa a Marx (como crítica profunda del capitalismo) del marxismo leninismo soviético al que no acepta.
Superada la contradicción entre marxismo – como metodología crítica del capitalismo – y cristianismo – como el hecho religioso liberador – Dussel centra su atención en la configuración política del reino de Dios y sus características políticas de distribución equitativa, priorización del oprimido y lucha contra las estructuras de injusticia (los pecados estructurales).
Para Dussel la teología es teología de la liberación y es ante todo acción política expresada en la dialéctica entre el profeta y el rey; que lucha contra el reino temporal (el sistema-mundo-capital) para la construcción de un reino de Dios presente en la historia. Fiel a su metodología, el filósofo argentino-mexicano relacionó todo desde sus orígenes y su propuesta se plantea como una praxis liberadora. Se convierte así en uno de los principales representantes de la teología de la liberación que surgió en los convulsivos años sesenta cuando se cuestionó todo.
La respuesta de Roma fue de palabra y acción. La palabra estuvo a cargo de uno los más grandes teólogos del siglo XX, entonces prefecto de la congregación para la doctrina para la fe. En el instructivo de la congregación para tratar este tema, diferenció las varias teologías de la liberación y puso su énfasis en el ala radical “ideologizada” de la teología para tensionar su relación con el marxismo. Aquí inicia uno de los debates más importantes en la historia de la Iglesia y de la modernidad que iniciara con la polémica de Valladolid entre De las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda y que también tiene como epicentro a Latinoamérica.
La muerte de Dussel no resuelve esta polémica, como tampoco lo hizo la intervención y censura de Roma. Más que una discusión teórica sobre la hermenéutica y la ortodoxia teológica, la urgencia está en la mirada y la acción preferencial a los descartados, la salida al encuentro del otro y la organización de una sociedad fraternal inclusiva. La llegada de un papa latinoamericano ha dado un giro vital a estas tensiones poniendo su atención en la pastoral del encuentro y la comunión, asentada en el keygma de un Cristo salvador.
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