La integración regional, la internalización del conocimiento, políticas de cooperación, construcción de redes, como las que construye SIGNIS ALC, es “clave”, en una región como América Latina, que sigue siendo la región más desigual del mundo, expresó el profesor y filósofo uruguayo Pablo Romero, al reflexionar sobre los desafíos de la educación para construir el futuro, tras la pandemia.
En el conversatorio promovido conjuntamente por SIGNIS ALC, la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz, SIGNIS Ecuador y el Instituto de Espiritualidad Santa Teresa del Niño Jesús, que se llevó a cabo el jueves 15 de octubre, Pablo Romero destacó la importancia de “colocar el conocimiento, como un bien público transfronterizo, para el combate a las desigualdades sociales” que existen en la región.
Según enfatizó, “la pandemia que estamos viviendo ha dejado al desnudo algunas brechas existentes” y todos, desde los distintos roles, “tenemos una enorme responsabilidad en el combate de las desigualdades, y en ese sentido, la educación tiene un rol fundamental”, dijo.
Romero comentó que la cuarentena, por la emergencia sanitaria a consecuencia de la pandemia de COVID-19, implicó que los estudiantes no puedan continuar sus estudios de modo presencial y que, a pesar de que, Uruguay contaba desde hace 15 años con un plan de conectividad a internet fuerte, como el Ceibal, generó mucha preocupación en la comunidad educativa la baja conexión que se reveló durante el período de aislamiento físico.
Explicó que entre los problemas en el ámbito educativo que se revelaron durante la cuarentena fueron la baja conexión que se evidenció particularmente en los quintiles socio económicos y sociales más bajos, que acentuó la brecha ya preexistente en la educación, a más de que también muchos profesores no tenían la formación adecuada para el uso pedagógico de las plataformas educativas.
“Si bien contábamos con la estructura, nos costó un poco adaptarnos a la lógica que implica poder trabajar en dinámicas del espacio virtual, que no es lo mismo que trasladar la didáctica de la presencialidad a lo que implica las plataformas virtuales como el zoom, por ejemplo” resaltó Romero.
Según agregó, “también se descubrió algo que ya veníamos sintiendo, que había una escasa utilización educativa de las plataformas, a pesar de estar presentes”.
Para Romero, otro de los problemas que se revelaron tiene que ver con el déficit del capital cultural que se refleja como consecuencia de las desigualdades. “No es tanto el problema de la conexión, de conectividad que se tenían, sino que se evidenció que consignas sencillas que se podían trabajar en la presencialidad, en el aula, insistiendo en el cara a cara, con los equipos de los docentes, rápidamente nos dimos cuenta que la virtualidad, esa desconexión estaba atada a la organización intelectual que tenía que ver también con las dinámicas familiares. Por ejemplo, los chicos, estando en su casa, con su computadora, no se conectaban y les costaba comprender o asociarse a esa dinámica estudiantil, que estando en la escuela sí llevaban adelante”, explicó.
Entre los datos de preocupación de la realidad educativa en la pandemia es que se estima que en los quintiles más bajos no se alcanzó sino un 30% de estudiantes conectados, lo cual apuró, en el caso de Uruguay, regresar a la presencialidad, para intentar cubrir esa brecha que iba produciéndose en la virtualidad, dijo Romero.
Además, explicó que otra brecha que se ha podido advertir es la existente entre la educación pública y la particular privada. Pues la privada mantuvo al alumnado trabajando diariamente, sin pérdida de clases y con buena conexión a internet. Este fue quizá el principal impacto que se registró en la pandemia, señaló.
Al referirse a los desafíos, Romero apuntó que el primer desafío es cómo tramitar las desigualdades que tenemos, el rezago que va a quedar tras estos meses de virtualidad, que talvez sea el año o se prolongue más de un año, de estas brechas que van a seguir acentuándose, las diferencias entre los quintiles más bajos, manifestó Pablo Romero.
Otro de los desafíos es el de tratar de incorporar a la mayor cantidad de chicos estudiantes a la sociedad del conocimiento, y lo cierto es que están quedando muchos al margen, y esta situación parce que va a terminar excluyendo a algunos que no estaban excluidos y va a acentuar la exclusión de otros, apunta.
Frente a esta realidad, la gran pregunta que debemos responder es qué papel juega la educación, qué papel juegan los comunicadores en la construcción de una sociedad más igualitaria; cómo podemos mejorar las condiciones culturales y sociales de nuestros jóvenes; cómo podemos formar sujetos más reflexivos, autónomos, con bases culturales sólidas, capaces de tener mejores oportunidades, pero lo cierto es que esta pandemia nos golpea a todos, remarcó.
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