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LAUDATE DEUM

El 4 de octubre, día en que la Iglesia celebra la vida de San Francisco de Asís, el Papa Francisco publicó la exhortación apostólica Laudate Deum (Alaben a Dios), a manera de actualización y revisión de la Encíclica “Laudato si” del 2015. Luego de 8 años, Francisco reafirma la realidad de la crisis climática y denuncia su negación, la indiferencia y aun la burla de varios sectores incluso dentro de la Iglesia católica.

Laudate Deum es un documento con una proyección poco usual en la praxis y el lenguaje de la Iglesia. Fiel a la idea de una Iglesia en salida, el Papa se dirige a todo hombre y mujer de buena voluntad, para dar encuentro al mundo. Lo hace desde una mirada antropológica pero que rompe con la concepción antropocéntrica en la que asienta el proyecto de modernidad que ahora se desmorona con el mundo.  Aborda la misma existencia del ser humano y lo pone en la perspectiva del daño causado para replantearse otro modo de vida, no solo desde una opción ética, sino como la única forma de supervivencia del planeta.

Con una sólida base científica y una lectura crítica integral, Francisco se pone delante de la humanidad actual, la expone a la luz de las inquietudes más trascendentales de su ser, interpela al sentido profundo de vida en cada ser humano, le recuerda su extrema interdependencia con la creación y su inmensa vulnerabilidad sin ella.  Desarma al hombre de sus certezas técnicas y económicas (el “paradigma tecnocrático” señalado en Laudato si)  y le recuerda que “está desnudo y expuesto frente a su propio poder”. Es un ser vacío al que “le falta una ética sólida, una cultura y una espiritualidad que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación”.  En esta desolación en que el hombre y la mujer no pueden ver su realidad ni a nadie más, la exhortación lanza su “aguijón ético” y coloca a cada uno frente al juicio de su propia descendencia:  “En la propia conciencia, y ante el rostro de los hijos que pagarán el daño de sus acciones, aparece la pregunta por el sentido: ¿qué sentido tiene mi vida, qué sentido tiene mi paso por esta tierra, qué sentido tienen, en definitiva, mi trabajo y mi esfuerzo?”

No obstante, Laudate Deum no es un documento abstracto sino que señala con precisión y firmeza las responsabilidades ante esta crisis,  las consecuencias y las alternativas. Recoge el espíritu de la doctrina social de la Iglesia recordando la responsabilidad colectiva y sobre todo de los países ricos en el cuidado del medio ambiente. Exige un papel más activo y decidido de la comunidad internacional y esboza la necesidad de un nuevo modelo de gobernanza global en que se piense más allá del “equilibrio de poderes” entre países, sino en una firme decisión de resolver los problemas del mundo.

Laudate Deum, lejos de otros instrumentos eclesiales, se presenta como un grito de vida en medio de un punto de quiebre de una era. Así como lo hiciera en su momento Dante, coloca sobre el sistema actual lo que decían las puertas del infierno: todos los que entren aquí, perded toda esperanza. Y al igual que en la Divina Comedia, la razón y el amor puestos a la luz del Dios de la vida, confirman la necesidad y la posibilidad de cambio. El primer paso es salir de esa obsesión en que la humanidad cae continuamente, querer ser como dioses.

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