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UN CLAMOR DE PAZ

“Estamos viviendo una guerra mundial a pedacitos” ha repetido el Papa Francisco en una entrevista a la agencia de noticias Télam, algo que ha venido insistiendo desde hace tiempo. El mundo actual es un escenario de múltiples crisis que pone en peligro los fundamentos de la gobernanza global. Basta recordar el preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas que recogía el clamor de los pueblos de “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra…”,  para confirmar que la humanidad nuevamente pone a prueba su propia preservación.

Hoy las cámaras se enfocan en Gaza, antes en Ucrania. Pero la violencia no para porque no haya cobertura mediática: Afganistán, Níger o Sudán del Sur son esas guerras olvidadas como advertía Francisco. Todas llevan el mismo mensaje, ante cada niña y niño que muere resuena lo que afirmaba Juan Pablo II “la guerra siempre es una derrota de la humanidad”. Por eso, ratificamos nuestra posición que ninguna guerra es justa, no tiene ningún sustento humanista en nuestra actualidad y peor puede justificarse  como parte de un plan divino. Siguiendo a Agustín de Hipona reafirmamos que la paz – la tranquilidad en el orden – es un don divino y el mayor anhelo del ser humano. Es entonces urgente restablecer un orden en que prevalezca la dignidad humana y su aspiración legítima por una vida en armonía, por encima de cualquier interés fratricida o de visiones fundamentalistas que se expresan a través del terror.

A pesar de ser en sí la guerra la destrucción de todo sentido, al menos se debería aplicar los principios del derecho internacional humanitario de distinción, limitación, precaución y proporcionalidad. Por eso hacemos eco del pedido del Papa y de varios líderes por abrir corredores humanitarios para la atención, provisión y evacuación de víctimas en las zonas de conflicto.

SIGNIS tiene como misión promover la cultura de paz a la luz del Evangelio y acudimos precisamente al Evangelio para recordar que la verdad nos hará libres (Jn, 8:32). Es así que recordamos que el compromiso por la paz implica descubrir la verdad que hay detrás de cada conflicto y a esta se llega a través de un encuentro con la historia de los pueblos, especialmente con las heridas de injusticia que han marcado sus relaciones. Paz, justicia y verdad son exigencias que están indisolublemente unidas para la resolución de cualquier diferencia. En palabras del patriarca latino de Jerusalén: “si no se resuelve este problema de raíz, nunca habrá la estabilidad que todos queremos […] Se lo debemos a las muchas, demasiadas víctimas de estos días y de todos estos años. No tenemos derecho a dejar esta tarea a otros”.

Ratificamos nuestro compromiso con el diálogo, cooperación y solidaridad con todos los pueblos, especialmente con los que hoy sufren las atrocidades de la guerra. Nos sumamos a Francisco y demás voces mundiales para exigir acciones firmes por una paz que se asiente en la justicia y reconozca la verdad. Y a esto añadimos nuestra  profesión de cristianas y cristianos de reconciliar al mundo. No hay paz sin justicia, no hay justicia sin verdad y no hay verdad sin perdón. 

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