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Mujer y comunicación en la Iglesia

SIGNIS ALC

19 julio 2018

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Mujer y comunicación en la Iglesia

Mujer y comunicación en la Iglesia

Hna. Eulalia Carrasco Andrade  H.P.*.- Me han solicitado un artículo sobre el  rol de la mujer en los medios de comunicación de la Iglesia. He aceptado con reserva, porque es un tema muy amplio y que -como casi todo lo que se refiere a la mujer-  tiene tensiones que, en este momento de la historia, a todos nos cuestiona, por las realidades inhumanas y de exclusión que se evidencian o por la forma de abordarlas.

 

Me gustaría aproximarme brevemente a cada uno de los elementos: (iglesia, mujer, comunicación), históricamente situados. No podemos referirnos a ninguno de ellos, en esta reflexión, sino situados en un tiempo y en un espacio determinado y claro desde las experiencias de una mujer que ha tenido su propio peregrinaje; vivenciando, a la eclesialidad desde las explicitaciones aún tridentinas hasta el amanecer de la Iglesia del Vaticano II y la Iglesia Latinoamericana con la riqueza de su caminar condensado en sus documentos y la carga insoslayable de la secular inculturación del evangelio y la iglesia en la cultura greco romana. Cada ciclo histórico no es un vestido fácil de cambiar, impregna holísticamente -y en la institución eclesial secularmente-, el modo de ser, de pensar, de expresarse, de relacionarse, de vivir, de sufrir y festejar. El trigo y la cizaña están en honda convivencia. ¿Qué es el trigo y qué es la cizaña? ¿Qué guardar como tesoro y qué debe dar paso a la vida que no se detiene? ¿Qué palabras ya no comunican, no son creadoras, no ayudan a que el Verbo se haga carne y cuáles son las que suscitan el SI?

 

Este caminar venturoso, en esta época, a la que muchos la califican, no solo como época de cambios, sino como un cambio radical de época, este caminar se vuelve muchas veces tortuoso… no hay certezas, hay muchos interrogantes. Por eso la urgencia de la contemplación, de la oración, del silencio, ni siquiera del grito del Éxodo… sino el caminar, al ritmo que se pueda, en el desierto… Aun ahí, los modernos o posmodernos faraones globalizados nos alcanzan con las tecnologías sofisticadas, y un sistema que no conoce fronteras ni geográficas ni éticas ni ecológicas. Hay que caminar en la firme esperanza que nos da el Resucitado y  con la enorme certeza de que el Espíritu nos conduce, y no tiene fronteras ni  espacios en que no llene su presencia amorosa y recreadora.  “Si estoy en lo más hondo ahí estás… si estoy en las alturas ahí me alcanza tu mano amorosa”  (Sl. 139).

 

Quiero proponer en un primer momento,  en qué Iglesia debe actuar la mujer en el espacio específico de la comunicación. Para esta reflexión me apoyaré especialmente en los escritos de Carmiña Navia, Víctor Codina y Agenor Brighenti, y nuestra recordada Carmelita Freitas.

 

En este contexto de Iglesia es en el que debe actuar la mujer. ¿Qué mujer? Me ayudarán en la reflexión Ivonne Guevara, Carmelita de Freitas,  y otros.

 

Con estos elementos y la realidad de la presencia de la mujer en ellos, veremos cuál es la participación de la mujer en la comunicación en la Institución eclesial.

 

1. ¿En qué iglesia?

 

La Iglesia es un “misterio que forma parte del proyecto histórico de salvación de Dios en el mundo”. (LG.1; 9.), que se extiende a todos los pueblos, razas,  culturas, grupos etarios, género, ecología, y en esa pluralidad inmensa, la concreción de la salvación que se da en Jesucristo,  encarnado en la historia de un pueblo esclavo, en una familia pobre de un pueblo marginal de Judea, manifestando que ese proyecto histórico se realiza privilegiadamente desde un lugar social: los empobrecidos y excluidos por los sistemas dominantes de turno. “En Jesús, Dios no es hombre sino de este modo: tomando partido por los excluidos”. (VER: Michel Beaudim).

 

Ese mensaje asumió la Iglesia Latinoamericana y lo hizo suyo. La Práctica y el mensaje de Jesús: la opción preferencial por los pobres y excluidos, y con ellos caminar hacia la realización del Reino, del sueño de Dios para toda la creación (y vio Dios que era bueno, Gen.1), es la  Misión; por tanto esta consiste fundamentalmente en atestiguar proféticamente este Proyecto de Dios, el Reino que es “Vida en abundancia” para TODOS.  Y realizarlo como Comunidad, como Pueblo elegido, sin fronteras, sin exclusiones.

 

Monseñor Romero decía: “El mundo de los pobres, con características sociales y políticas bien concretas, nos enseña dónde debe encarnarse la Iglesia para evitar la universalidad falsa que termina siempre en la alianza con los poderosos” (La dimensión política de la fe”, 1981).

 

El gran desafío para la Iglesia Latinoamericana, expresada en sus documentos, y en las palabras de algunos Pontífices es que la pobreza de la que es víctima el 30.7% de América Latina, (Informe 2017 de la CEPAL) “no es casual sino causada (PUEBLA Nº 30) por un sistema concentrador de la riqueza en pocas manos empobreciendo a  la mayoría. Por esto no basta los actos personales o institucionales de “caridad”, urge incidir en las estructuras y cosmovisiones que apoyan la recreación de este sistema de pecado (Evangelii Gaudium 52-60). A la pobreza generalizada hay que añadir la doble marginalidad vivida por los Pueblos Aborígenes, (ver los índices de desnutrición en las regiones en donde viven los pueblos indígenas, en los diferentes países) los Afrodescendientes, no solo excluidos por el sistema económico, sino por sus culturas y cosmovisiones propias.

 

Muchas mujeres, de Congregaciones religiosas, y de vastos espacios académicos e intelectuales, cada quien, desde su trinchera, fuimos cautivadas por esta dimensión profética, encarnada, del modo de ser Iglesia, el llamado a construir el Reino caminando con los empobrecidos (no para, ni por).  Algunos sectores asumimos como llamado a una descentralización, no solo de la centralidad de nuestras cosmovisiones occidentales sino de nuestras certezas teológicas tridentinas, de nuestros lugares geográficos y socio-económicos.  Las exclusiones económicas y culturas son negación  del Reino y esa realidad expresada en los documentos de la Iglesia Latinoamericana y en muchos documentos eclesiales nos retó,  y fuimos a las denominadas “inserciones” a convivir, a caminar, a buscar otro mundo posible, otra iglesia posible, junto con los empobrecidos.  Alimentándonos con la Palabra de Dios, con la vivencia comunitaria, con la riqueza de cada cultura, que tiene su propia palabra-comunicación, con la esperanza de ir haciendo realidad el Reino. Este caminar, orado, festejado, sufrido, nos llenó las entrañas. Y encontramos pastores que animaron nuestro caminar, con quienes compartíamos el mismo sueño, los mismos lenguajes, compañeros de viaje.

 

Todas las “grandes” inquietudes feministas de nuestras hermanas de otros continentes no nos cautivaban. Teníamos henchida el alma y el vientre de la urgencia de generar otro tipo de sociedad menos excluyente, más plural.  Esta utopía se expandió en el continente, y  generó innumerables mártires, en las luchas por el derecho a la tierra, a la dignidad, a la pluralidad; con sus vidas ratificaron el camino emprendido.  La opción por los excluidos, fue también opción de ser mirados, maltratados, descalificados, denunciados, como uno de ellos.  Por eso, la canonización de Monseñor Romero significa el reconocimiento oficial de la Iglesia a toda esta iglesia Latinoamericana y su andadura festiva-martirial. Surgieron infinidad de CEBs, de Organizaciones de mujeres, de pueblos indígenas, de afrodescendientes, que se tornaron gestores de sus historias. En las Iglesias particulares se multiplicaron: ministerios, celebraciones, símbolos, ritos, con expresiones culturales propias, acompañados y animados por sus Pastores. Vivimos una eclesiología centrada en los pobres y el seguimiento de Jesús y su Reino.

 

Las Conferencias de Religiosos de cada país, y en la Conferencia Latinoamericana de Religiosos (CLAR), se organizaron en redes las Comunidades  Religiosas Insertas en Medios Populares (CRIMPO).  Muchas mujeres  religiosas y laicas fueron asesinadas por causa del seguimiento a Jesús, en la construcción del Reino de justicia, de fraternidad, desde y con los más pobres y excluidos.

 

En el ámbito socio-político, se acompañó el surgimiento de  organizaciones populares que crecían en la conciencia de la reivindicación de sus derechos y en la propuesta de otro tipo de sociedad, de sistema… Todo esto en medio de contradicciones y claro oscuros, dentro de las mismas comunidades, como desde fuera por  la defensa agresiva de lo “tradicionalmente constituido”, tanto en las  instituciones civiles como eclesiales. Mirando todo este trabajo como peligroso y calificándolo de “comunismo”, guerrilla, subversión.

 

Hoy estamos en otra etapa. La institucional eclesial ‘castigo’ con el “silencio” y “prohibiciones de publicar” a muchas teólogas y teólogos denominados de La Liberación, que iluminaron con su reflexión a partir de la realidad de América Latina y la confrontación con la Palabra de Dios el caminar del pueblo, las CEBs (Comunidades Eclesiales de Base) han ido perdiendo fuerza y protagonismo, por los cambios de pastores profetas, a otro tipo de obispos y agentes de pastoral más preocupados por el Derecho Canónico que por el anuncio del Evangelio.

 

Hoy ante la globalización neoliberal y las realidades eclesiales, brevemente descritas,  debemos con humildad acompañar a los nuevos movimientos sociales: -portadores de los signos del Reino, nuevos profetas comunitarios- defensores  de derechos humanos, ecologistas, feministas, organizaciones indígenas, y afrodescendientes,  pacifistas,  defensores de migrantes,  voluntariados, etc.

 

Quiero concluir esta parte afirmando que con el seguimiento a Jesús, desde la opción por los excluidos, florecieron muchas emisoras, que tenían como finalidad responder a las urgentes necesidades de los pobladores de sectores marginales:  alfabetización, salud, organización, producción comunitaria eran los espacios preferentemente difundidos. Y en estos tenían protagonismo las mujeres de las mismas comunidades.  Retomaremos luego este tema.

 

2. La mujer en este caminar

 

La situación de la mujer, especialmente en la Iglesia Católica, tiene particular importancia, por la marginalidad que históricamente tiene el rol de la mujer en su institución, reflexión y producción teológica, y en prácticamente todas las instancias eclesiales.  Sin una fundamentación bíblica, teológica y pastoral sólida.

 

Es fundamental ahondar en la actitud de Jesús con las mujeres, en la opción por ellas en una sociedad profundamente androcéntrica, excluyente; la inclusión en el grupo de los suyos y el primer envío misionero después de su resurrección, llevan mensajes claros del espacio de las mujeres en la construcción del Reino.

 

Las cristologías actuales, especialmente las pensadas por las mujeres, están recreando la misión y el lugar que Jesús dio a las mujeres de su tiempo, y el que deberían tener  en la Iglesia.

 

El “derecho” de la plena participación de la mujer en todos los ámbitos de la Iglesia vienen de dos fuentes:  La primera teológico-bíblica, y la segunda sociológica dadas por las realidades que nos rodean, vistas como Signos de los tiempos, como primera Palabra de Dios (Gaudium et Spes Nº 4;  Mt. 16, 1-3).

 

Teológicamente: “bautismo, vocación y misión son los tres principios fundamentales” alrededor de los cuales se basa el derecho de igualdad, entre quienes hemos sido bautizados, y participamos de la única vocación a la santidad, así como de la misma misión eclesial. (Ilaria Morali).

 

El Vaticano II   (Lumen Gentium, 32)  nos recuerda que es: “Común la dignidad de los miembros por su regeneración en Cristo, común la gracia de hijos, común la vocación a la perfección, una sola salvación, una esperanza y una caridad indivisa.  No hay, de consiguiente, en Cristo y en la Iglesia ninguna desigualdad por razón de raza o de la nacionalidad, de la condición social o del sexo, porque  no hay judío ni griego, no hay siervo o libre, no hay varón ni mujer. Pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.  (Gal. 3,28; Col. 3,11)”.

 

Muchos estudios bíblicos fundamentan ampliamente el derecho pleno de la mujer a participar en TODAS las instancias eclesiales. El rol de las mujeres en toda la historia de la salvación y en las primeras comunidades cristianas es preponderante, a pesar de ser escritos por varones y en ambientes y sociedades profundamente patriarcales.

 

El Papa Francisco en la carta apostólica Evangellii Gaudium (103-104) se refiere a la necesidad de “ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la iglesia… y en los diversos lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia como en la estructura social…”.

 

Estas reflexiones se originan dentro de la institución eclesial. Si nosotros afirmamos que “la primera palabra de Dios” está en la realidad que nos rodea. No podemos dejar de mirar el proceso que las mujeres tienen en la sociedad civil, en donde han ganado espacios en lugares, hasta hace poco, exclusivos de los varones, tienen acceso al poder político, con presencia real en los cargos y responsabilidades más altas en las decisiones y administración.  Esto como respuesta a  un movimiento feminista cada vez más amplio.  Es decir que los “signos de los  tiempos” exigen un cambio drástico en la estructura eclesial. No puede continuar ignorando el proceso de las mujeres en el entorno civil y continuar afianzando estructuras anacrónicas, relegando a las mujeres cristianas a un segundo nivel, en labores de “sacristía”, asistencialismo, adoctrinamiento, sacramentalismo (repetir los manuales que elaboran y aprueban los varones…). Mantener esta situación afecta no solo a las mujeres, sino a toda la Iglesia, restándola credibilidad,  y a la Sociedad.

 

Estos roles se mantienen ampliamente también en los medios de comunicación eclesiales: en emisoras, revistas, publicaciones…. La mujer generalmente tiene espacios de entretenimiento, devocionales, lectura de noticieros…Hay poquísimas mujeres en lugares directivos, de toma de decisiones de las políticas de la comunicación.

 

3. La comunicación en los medios de la Iglesia

 

¿A qué nivel se realiza?, ¿desde qué lugar social?  ¿Desde los androcentrismos tradicionales?

 

En este acápite compartiré la percepción y la visión que tengo, desde el lugar que ocupo.

 

En las décadas en que florecieron Pastores Profetas en América Latina, una de las respuestas a la situación de empobrecimiento y marginalidad fue la creación de radios comunitarias, al servicio de los sectores más vulnerables, constituyéndose en medios eficaces de anuncio y denuncia, buscando atender a las necesidades más urgentes, capacitando a los mismos destinatarios para que sean quienes lleven los programas y la dirección de las radios.

 

Una de ellas fueron las “Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador”, animada y fundada  en 1962 por Monseñor Leonidas Proaño, en Riobamba. Uno de los programas impulsados fue el de alfabetización, que respondía a la amplísima población analfabeta en los sectores rurales y en los Pueblos Indígenas de la sierra de Ecuador. Además, había cursos de Biblia, Primeros Auxilios, Nutrición, Formación de Líderes, Agronomía, Mejoramiento del Hogar y las iluminadoras alocuciones de Monseñor Proaño.  Eran programas destinados a jóvenes, mujeres, adultos, especialmente de los sectores rurales. En estas radios se asumió el rol de la mujer y se abrieron espacios de participación directa como parte de la organización de la Radio.

 

Debemos mencionar la “Radio Católica de Monseñor Romero en Ciudad Barrios de San Salvador, desde donde denunciaba los crímenes del poder y por eso lo mataron…

 

Actualmente me gustaría referirme a la profundidad de la comunicación de muchos medios eclesiales. Los temas que se abordan ¿con qué seriedad  y pluralidad se los presenta?…  Entiendo que el tiempo y el espacio son preciosos en todos ellos, pero hay opciones que no se negocian, ni siquiera con el tiempo y el espacio.  En las agendas de los medios de comunicación, específicamente la radio,  sin duda están presentes los grandes acontecimientos mundiales, regionales, nacionales y es de desear que los mismos se los difunda desde el lugar social de los débiles, de los vencidos que exigen verdad y justicia, y que no se repita, sin discernimiento, los envíos de las transnacionales de la comunicación. En esas agendas, ¿qué espacio tienen los temas que, sin ser noticia, son medulares, en el sueño de que el Reino de Dios acontezca? ¿Cuán presentes están la vida de los Pueblos Indígenas y sus Organizaciones?, ¿las situaciones de la mujer, con toda la complejidad que conlleva, desde las voces de ellas mismas?, ¿la ecología, con los atentados cotidianos a la madre tierra, no solo por las grandes transnacionales mineras, agrarias, sino también por prácticas cotidianas en el uso de plásticos y otros materiales nocivos?  ¿Hay campañas debidamente programadas, con objetivos alcanzables, para que estos problemas enfocados desde diversos ángulos (académicos, diálogos, música, teatro, oración, Biblia….) lleguen, impacten, ayuden a generar conciencia y crear actitudes diferentes?

 

Además ¿quiénes son los invitados para los conversatorios y otros programas?,  ¿representan la pluralidad de voces, igualmente que la capacidad y solvencia para tratarlos?  ¿Cuánta presencia tiene la mujer, desde su particular sensibilidad y visión?

 

Los interrogantes podrían multiplicarse. Pero hay uno más que me temo que, precisamente, por ser medios de comunicación de la Iglesia Católica -marcada por un secular androcentrismo-, pueden estar más fuertemente afectados.  ¿Cuántas mujeres ocupan cargos directivos en las emisoras y otros medios de comunicación eclesiales?  ¿Cuántas mujeres están en los consejos decisivos de políticas de comunicación,  de elaboración de agendas?   ¿No tienen un lugar semejante al que tienen en la estructura eclesial?  He entrado al internet para mirar cuántos de los directivos de la “Asociación Católica Mundial para la Comunicación” (SIGNIS)  tiene como   directivos a mujeres, y aunque al momento tiene como presidenta a una mujer, sigue siendo escasa la presencia de mujeres en los mandos directivos. En la Radio María, presente en cincuenta y dos países, transmitida en 14 idiomas, la ausencia sigue siendo clamorosa…. ¡Es un dato preocupante!

 

La comunicación es poder. ¿Cuánto de ese poder se claudica por temor de censuras del sistema  dominante  y de los poderes que lo implementan, tanto civil como eclesialmente?

 

Perdonen esta nota: sin voz, muchas veces, asistimos a liturgias y sermones en que la palabra no solo no comunica sino que ofende  la verdad y perjudica a los hermanos más débiles, y esto frente a la impotencia de participar, de decir nuestras voces – especialmente las mujeres. Igual sucede en muchos ámbitos de la comunicación pertenecientes  a la Iglesia.  Cuando hay gritos desde las realidades, que llegan a las entrañas de Dios, los ecos de estos instrumentos de su palabra es una rezandería devocional hiriente….

 

En la realidad latinoamericana y mundial, uno de estos gritos son de las mujeres cotidianamente violentadas, violadas, asesinadas…  ¿Cuál es el espacio que esta realidad que “clama al cielo”, tienen las radios católicas, para denunciarlos, para concienciar propiciando un  cambio de mentalidad, de actitudes?

 

Quisiera terminar con las palabras del Papa Francisco, siempre iluminadoras, sobre la comunicación:

 

“En el proyecto de Dios, la comunicación humana es una modalidad esencial para vivir la comunión. El ser humano, imagen y semejanza del Creador, es capaz de expresar y compartir la verdad, el bien, la belleza. Es capaz de contar su propia experiencia y describir el mundo, y de construir así la memoria y la comprensión de los acontecimientos.

 

Pero el hombre, si sigue su propio egoísmo orgulloso, puede también hacer un mal uso de la facultad de comunicar, como muestran desde el principio los episodios bíblicos de Caín y Abel, y de la Torre de Babel (cf. Gn 4,1-16; 11,1-9). La alteración de la verdad es el síntoma típico de tal distorsión, tanto en el plano individual como en el colectivo. Por el contrario, en la fidelidad a la lógica de Dios, la comunicación se convierte en lugar para expresar la propia responsabilidad en la búsqueda de la verdad y en la construcción del bien.” (Papa Francisco en la LII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. 2018).

 

Bibliografia:

 

BRIGHENTI, Agenor “Modelos de pastoral em torno à renovaçao do Vaticano II”(s/f.).

BEAUDIM, Michel  en: Globalizar la Esperanza” pg. 343, Ed. Dabar, México, 1998.

CEPAL, Informe sobre la pobreza, 2017, -internet

CODINA, Víctor  “La eclesiología desde América Latina”  Ed, Verbo Divino, España, 2008.

GEBARA, Ivone  “Otro modo de ser mujer desafía a la Iglesia”, en Alternativas, Edición Lascasiana, Managua, 2005.

MORALI, Ilaria  “El papel de la mujer en la Iglesia”, Pontificia Universidad Gregoriana, s/f.

NAVIA VELASCO, Carmiña “Otro modo de ser Iglesia, desde el ágape y la sororidad: la Iglesia de Betania”: en Alternativas, Edición Lascasiana, Managua, 2005.

Religiosa ecuatoriana, de la Congregación de Hijas de la Providencia, integrante del Observatorio Político de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz.

– Artículo publicado en la revista digital Punto de Encuentro (julio 2018), editada por SIGNIS ALC

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