En estos tiempos se hace necesario reflexionar sobre el papel fundamental de la mujer en la transformación de nuestras sociedades, de los medios de comunicación, de la política, de la Iglesia, de nuestro mundo.
Es imprescindible promover espacios de diálogo en diferentes instancias que tengan como resultado la vivencia real en lo cotidiano de una política de más y mejores oportunidades para las mujeres, acceso a derechos, erradicación de esa violencia imperante, promoción de su liderazgo, y a la par, el impulso de programas que las acerquen más a los puestos de decisión.
No se trata ni se pide ser igual a los hombres, sino que se desarrollen proyectos, políticas, en diferentes áreas, que permitan a mujeres y hombres poder participar de una manera similar y en igualdad, en la construcción de un mundo mejor. No que la balanza siempre tenga que pesar hacia un lado como viene pasando históricamente en nuestros países.
En América Latina las mujeres han venido conquistando espacios y ganando derechos que antes eran impensables. Pero aún queda mucho por cambiar y reivindicar en varios aspectos. Por dar unos ejemplos, uno de los más dramáticos: 14 de los 25 países del mundo que tienen las tasas más elevadas de feminicidio están en América Latina, según datos de ONU Mujeres, publicados en el diario El País, de España (7 de marzo de 2018), y 1 de cada 3 mujeres mayores de 15 años ha sufrido violencia sexual.
Asimismo, la desigualdad salarial es otra de las desventajas que padecen las mujeres en América Latina: Trabajar igual o más que los hombres y ganar menos. En el caso de las mujeres campesinas e indígenas la realidad es mucho más dura, en cuanto al acceso a derechos como la tierra y el territorio, a la educación, la salud y mucho más aún para ocupar espacios de decisión.
Con este panorama, desde un sentir como Iglesia que camina y acompaña a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, tenemos el compromiso de hacer que esa realidad sea diferente.
El papa Francisco viene hablando de esto desde inicios de su pontificado. Es así que en julio de 2013, había destacado el papel fundamental de la mujer en la Iglesia, remarcando que debe ser uno que trascienda. “Creo que nosotros no hemos hecho todavía una teología profunda de la mujer, en la Iglesia. Solamente puede hacer esto, puede hacer aquello, ahora hace de monaguilla, ahora lee la lectura, es la presidenta de Caritas… Pero, hay algo más. Es necesario hacer una profunda teología de la mujer. Eso es lo que pienso” (28 de julio de 2013).
En palabras de la teóloga Dolores Aleixandre el comportamiento de Jesús hacia las mujeres de su tiempo tuvo entonces y sigue teniendo un poder transformador, lo que puede ser una luz para nuestros días. “El gesto de Jesús de enderezar a aquella mujer (que había curado un sábado en la sinagoga, Lc 13-17) sigue siendo una llamada a las mujeres a salir de las situaciones de subordinación, de pasividad y de irrelevancia. (…). Significa tener el valor de afirmarse y sostenerse unas a otras y a todos aquellos que están también en situaciones de abajamiento y de exclusión”, señala Aleixandre.
Tenemos mucho por hacer, por avanzar, por acompañar, por decir, por conquistar. Es un desafío promover esa visión de la mujer de la que habla el papa Francisco, dentro y fuera de la Iglesia. El empoderamiento de la mujer es fundamental en estos tiempos, al igual que la promoción de esos espacios que logren la multiplicación de más oportunidades y el cumplimiento de derechos fundamentales para cada una.
* Carta editorial de la Revista digital Punto de Encuentro, editada por SIGNIS ALC, julio 2018