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Tammam Alchaer

SIGNIS ALC

24 septiembre 2020

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Tammam Alchaer, el joven sirio que dejó todo en pos de su libertad

Tammam Alchaer, el joven sirio que dejó todo en pos de su libertad

Bogotá, Colombia.- Tammam Alchaer a sus 30 años sigue siendo el mismo joven rebelde que un día decidió dejar todo en Siria para abrirse al mundo en busca de nuevas experiencias, hastiado de la tenaz forma de vida impuesta por Bashar Háfez al-Ásad a inicios del año 2000.“Existe un único partido político que recluta a los mejores estudiantes para incluirlos en sus filas. Estás obligado a entrar para poder ingresar a la universidad o elegir carrera, hay que ser militante, si no eres miembro es muy difícil”, ha dicho a SIGNIS ALC este sirio que lleva más de dos años en Colombia.

 

Pese a tener nacionalidad siria, Tammam confiesa que nació en Libia el 14 de julio de 1990: “Como mi padre es sirio, los hijos por ley adquieren la nacionalidad del padre. Desde los ocho años me llevaron a vivir a Siria y me gustó”.

 

Hacia un nuevo destino

 

Se graduó de bachiller y con una maleta de sueños emprendió el camino a América del Sur a la entonces Venezuela con un barril de petróleo por encima de los 100 dólares. Corría el año 2007, el joven políglota –domina el árabe, inglés y español– con dotes culinarias de su tierra, se instaló en la polarizada Caracas que “no era muy distinta al régimen sirio: una educación politizada, un partido único, persecución a la disidencia política, un líder carismático”. Aún así no se decepcionó. Siguió adelante y se dedicó por entero a la cocina árabe.

 

En ese periodo recuerda con nostalgia la gran biblioteca de su padre con más de de 250 libros de diferentes ramas. Se comunicaba con sus seis hermanos y escribía uno que otro poema. Hasta que conoció a Johana Padilla, su compañera de aventuras. Una joven de clase media, hija de comerciantes, que estudió ingeniería química y al igual que Tammam tuvo que enfrentarse a las autoridades de su universidad, porque, en ese entonces, querían imponer las ideas socialistas durante la llamada reforma a la Constitución.

 

“Una vez me salí de una clase, pretendían darnos una lección del pensamiento de Chávez y el Che Guevara. El profesor me dijo pitiyanqui”. Sonó el portazo, ante la atónita mirada de sus compañeros. Estos parajes insólitos eran muy cotidianos en esa llamada época de oro del chavismo.

 

“A mí no me gustaban los árabes porque mis vecinos lo eran y me parecían muy machistas”, relata Johana con picardía. Fue precisamente por ese carácter intrépido, creativo y sensible de Tammam como la conquistó dejando de lado cualquier prejuicio. Fue por Facebook. Él le envió la solicitud. Él tuvo que dirigirse al estado de Lara, de donde es oriunda. “Lo que más me gustó de él fue su dulzura, caballerosidad, respetuoso y que cocina rico”, bromea.

 

La pesadilla de un indocumentado

 

Tammam por fin se casó con Johana para luego mudarse a la petrolera ciudad de Maracaibo, donde juntos montaron una panadería. Todo iba de perlas hasta que por cuenta del encarecimiento de los insumos se vieron obligados a regresar a Barquisimeto. En el emblemático puente sobre lago de Maracaibo, Rafael Urdaneta, inició la pesadilla que lo obligó a huir hasta Colombia.

 

“Unos guardias nacionales me piden mis documentos, como sabían que era extranjero apelaron a artimañas para detenerme. En el momento me pidieron 2.000 dólares para dejarme libre, yo solo tenía 35. Entonces me enviaron a Caracas hasta los calabozos del servicio de extranjería sin una razón aparente”, relata.

 

Allí pasó los 3 meses y 15 días más largos de su vida. “Me tenían en  el sótano del Saime (Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería) donde había personas de varias nacionalidades”, recuerda con indignación. Un día uno de los carceleros le dice “Mira, árabe, el jefe quiere hablar contigo”. Pensó que encontraría una solución, sin embargo “me dijo que eran 6.000 dólares para salir, obviamente yo no tenía ese dinero”.

 

Su esposa Johana pudo por fin contactar a la familia de Tammam, que haciendo de tripas corazones reunió la cantidad. Una vez pagada “la fianza” las autoridades le recomendaron “devolverse a Siria para prestar servicios”, que no era otra cosa que dar juramento al partido único. Tenía en su poder un salvoconducto para tramitar en ese entonces su regreso a Siria.

 

Una dura travesía

 

Sin embargo con un miedo a cuestas, pero con la esperanza de alcanzar la libertad por la que siempre luchó, él y su esposa decidieron escapar a Colombia. Salieron por la frontera norte entre los Filúos y Maicao. En el camino los detuvieron en cuanta alcabala había. En cada una de estas les quitaban dinero. Johanna no pudo sacarse el pasaporte, pues en ese tiempo no había material y cobraban por encima de los 1.500 dólares.

 

“El viaje de Maracaibo a Maicao nos salió costoso, porque yo no podía salir del país” casi llegando a la frontera “un guardia nacional me pidió todos los documentos y se dio cuenta que yo no podía salir”. Lo llevaron a un cuarto oscuro donde los desnudaron a ambos.

 

“El guardia después que nos robó nos dijo que me montaran en otro carro” y “así fue como llegamos a Colombia sin nada. Se trasladaron a Sincelejo, capital del departamento de Sucre, donde trabajarían para un amigo, también de nacionalidad siria, que los esperaba, pero “nos mantuvo un mes trabajando para después no pagarnos aprovechándose de nuestra situación como indocumentados”. Sin duda un duro golpe para la pareja.

 

“Se llama Daniel Varodi, lo conocí en Venezuela, pero resultó ser un estafador”, lamenta. Sin nada tuvieron que pasar dos duras noches durmiendo a la intemperie en la plaza de Sincelejo. Las autoridades de migración del municipio le aconsejaron irse de inmediato a Bogotá a resolver la situación.

 

Fin de la zozobra

 

Cuando la noche parece más oscura, sale el sol. De este modo Tammam y Johana conocieron a Nelly Suárez, una socióloga de Sincelejo que los ayudó a trasladarse a la capital de Colombia. El 15 de enero de 2018 llegaron y de una fueron hasta la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (Acnur), donde recibieron asesoría y un proceso para solicitud de refugio.

 

Con ayuda de amigos que consiguieron en el camino, fueron poco a poco haciéndose un capital, además desde Cáritas Colombia han recibido algunas ayudas económicas y procesos de formación para gestionar su propio negocio: la dulcería árabe.

 

Es de este modo como poco a poco Tammam y Johana han cristalizado sus sueños, atrás quedaron los días de angustia y zozobra. Pese a los problemas internos, Colombia para ellos se ha convertido en un país de oportunidades, cabe el dicho que todo depende de los lentes con que se mire la realidad.

 

Los dulces árabes han abierto un mundo de posibilidades, Tammam sueña con reencontrarse con su familia que aún vive en la devastada Siria, son muchos años sin verlos. Una historia de esperanza y fe inquebrantables a pesar de las adversidades. Con ello queda demostrado que se trata solo de cifras de migrantes y refugiados, sino de historias de vida que cada quien guarda en lo más profundo de su corazón. Tammam lo sabe.

 

Redacción: Ángel Alberto Morillo (corresponsal de SIGNIS ALC en Colombia)

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