América Latina.- Según estimaciones de la OIM (Organización Internacional para las Migraciones) y ACNUR (Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados), divulgadas recientemente, alrededor de 3 millones de personas ha salido de Venezuela desde 2015. La creciente migración es motivada por la crisis humanitaria que afecta a este país sudamericano.
En un artículo de Rodrigo Veronezi, de Migramundo, publicado en el sitio de la Red Julbileo Sur Brasil, varios países de América Latina y El Caribe han acogido cerca de 2,4 millones de ese total de migrantes y refugiados, mientras que otras regiones del globo recibieron el resto, según datos de autoridades nacionales de inmigración y otras fuentes.
Prácticamente un tercio de esa diáspora se encuentra en la vecina Colombia (más de 1 millón), con la que Venezuela comparte una frontera de unos 2.219 km. Le sigue Perú, (más de 500 mil), Ecuador (220 mil), Argentina (130 mil) y Chile (más de 100 mil).
“Los países de América Latina y el Caribe mantuvieron una loable política de puertas abiertas para los refugiados y migrantes venezolanos. Sin embargo, su capacidad de recepción está severamente comprometida, exigiendo una respuesta más robusta e inmediata de la comunidad internacional, para que esa generosidad y solidaridad puedan continuar “, dijo Eduardo Stein, Representante Especial Conjunto ACNUR / OIM para Refugiados y Migrantes de Venezuela.
Con el fin de ofrecer una respuesta a nivel internacional a ese flujo, se articula el Plan Regional de Respuesta Humanitaria para Refugiados y Migrantes de Venezuela (RMRP). Con el lanzamiento oficial previsto para diciembre, este plan incluye tanto a gobiernos locales como representantes de organizaciones internacionales.
El RMRP debe concentrarse en cuatro áreas estratégicas: asistencia de emergencia directa, protección, integración socioeconómica y cultural y capacitación para los gobiernos de los países de acogida.
En Brasil
También vecino a Venezuela, Brasil es el séptimo país que más ha recibido venezolanos desde 2015, con 85 mil personas, según las agencias, detrás de Panamá, en Centroamérica, que tiene actualmente 94.000 venezolanos.
El número es similar al total de haitianos que, según el gobierno brasileño, entraron en Brasil entre 2010 y 2015 – buena parte, sin embargo, ya migró a otros países o incluso regresó a Haití.
El principal punto de entrada de los venezolanos en Brasil es la frontera con el Estado de Roraima, entre las ciudades de Santa Elena de Uairén (Venezuela) y Pacaraima (Brasil). La mayoría sigue a Boa Vista, a unos 200 km al sur y donde está la mayor parte de esa migración – datos de junio indican cerca de al menos 25 mil personas.
Aunque son motivo de una serie de acciones humanitarias organizadas por entidades no gubernamentales de Brasil e internacionales, los venezolanos son transformados en “chivos expiatorios” – vistos por parte de la sociedad local y por el poder público como responsables de los problemas en servicios como salud y educación, aunque sean anteriores a la migración.
Este discurso, reforzado por una cobertura negativa que el fenómeno recibe de la mayoría de los medios de comunicación, crea un terreno fértil para acciones como las de agosto de este año, cuando la población de Pacaraima expulsó y quemó las pertenencias de un grupo de venezolanos que estaban acampados en las calles.
Esta situación también ha llevado al gobierno de Roraima a pedir el cierre de la frontera del Estado con Venezuela, lo que es considerado inconstitucional y viola acuerdos internacionales firmados por Brasil y ya ha sido negado por el Supremo Tribunal Federal.
La cuestión venezolana en Brasil también cuenta con un factor ideológico que complica aún más el debate. Como parte de la izquierda defiende el gobierno de Nicolás Maduro y evita una postura más incisiva en relación a los problemas enfrentados por la población de aquel país, la derecha defiende una política xenófoba y proteccionista.
Aunque son los que más piden refugio en Brasil, sea por persecución política o incluso como una forma más rápida de obtener documentación, el gobierno brasileño no tiene una posición clara sobre reconocer o no a los venezolanos como refugiados, lo que crea nuevos obstáculos para lidiar con el tema.
Además del proceso de interiorización, que ha encaminado venezolanos de Roraima a otras regiones de Brasil, no hay ninguna otra política pública de hecho dedicada a la temática en el país. Y expertos defienden que la mejor salida para lidiar con el actual flujo venezolano -y otros que vienen- es la adopción de una política nacional migratoria, que defina exactamente las responsabilidades de cada esfera de gobierno en relación a la migración. Sin embargo, a pesar de esa política constar en la Ley de Migración, en vigor desde noviembre de 2017, todavía necesita regulación por parte del gobierno, lo que todavía parece muy lejano de ocurrir.
Fuente: Red Jubileo Sur Brasil