“Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor”
1. La Iglesia desborda de alegría al contemplar a Jesús resucitado. Exultante de gozo pascual, la Iglesia mira la cruz del Salvador y la encuentra luminosa. La nueva luz, Cristo Resucitado, nos hace comprender que no hay pascua sin cruz, como no hay vida sin muerte. Esta paradoja es la nueva sabiduría que descubrió San Pablo en el camino de Damasco y, desde entonces, no quería saber nada fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado (cf. 1Cor 2, 2). A la luz de esta sabiduría contemplamos la Santísima Cruz de los Milagros, acontecimiento providencial de los orígenes del pueblo correntino.
2. La Santísima Cruz de los Milagros, es nuestra sabiduría. En ella está el Viernes Santo y el Domingo de Resurrección. Esa Cruz es “santísima” y “milagrosa” porque pertenece al crucificado y por eso tiene el poder de reconciliarnos con Dios y con nuestros hermanos. En efecto, la Santísima Cruz de los Milagros, iluminada por la presencia viva de Jesús Resucitado, hunde sus raíces en los pliegues más hondos de la identidad correntina y configura los elementos esenciales de su vocación: ser un pueblo creyente, solidario y abierto a otros pueblos. Nuestra misión encuentra en ese signo su fuerza, para continuar predicando que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte que el odio y que Dios dispone todo a favor de aquellos a los que él ama (cf. Rom 8, 28). Somos un pueblo que cree en él y que a pesar de muchas dificultades, camina en esperanza.
3. La Pascua de Jesús nos abre a la sabiduría de la cruz. Abrazarla, como nos pide Jesús (cf. Mt 16, 24-25) y seguirlo a él, es el secreto de la vida y de la felicidad. La sabiduría del Crucificado nos revela su amor clavado en la cruz y entregado hasta el fin. Esa sabiduría nos enseña a esperar contra toda esperanza (cf. Rm 4, 18) y nos alienta a permanecer como él, con los brazos abiertos, para recibir a todos. Hoy necesitamos esa sabiduría para transitar con serenidad la crisis que nos golpea y para no dejarnos tentar por la violencia y por los intereses mezquinos. La sabiduría de la cruz nos da fuerzas para perseverar en el diálogo, aun cuando muchos intentos fracasen. Es una sabiduría que no mide el sacrificio por los demás y se entrega con especial y amorosa atención a los que más sufren. La sabiduría del Crucificado inspira la renuncia de los que más pueden y tienen, para hacer menos pesada la cruz de los que poco tienen y pueden.
4. ¡Bendito seas Señor por los misioneros y misioneras de ayer y de hoy que te anuncian Resucitado! Que ese anuncio nos colme de alegría y de esperanza; y que ese gozo se desborde en fervorosa misión y responsable compromiso de cada bautizado. Invoco a María de Itatí, tiernísima Madre de Dios, discípula fiel de Jesús muerto y resucitado, y le encomiendo a nuestro pueblo y a sus gobernantes; le suplico que nos enseñe la sabiduría de la cruz y nos dé un corazón puro, humilde y prudente, para sobrellevar con fortaleza el tiempo actual y vivirlo con esperanza y en paz.
¡Les deseo muy feliz y santa Pascua de Resurrección!
Mons. Andrés Stanovnik
Arzobispo de Corrientes, Argentina
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