Carlos Ayala Ramírez *
El 16 de octubre, el papa Francisco dirigió un mensaje a hombres y mujeres reunidos en el IV Encuentro Mundial de Movimientos Populares. Sus primeras palabras son de afecto y admiración. En el saludo inicial los llama “poetas sociales”. Y en seguida explica la razón de ese título: “poesía quiere decir creatividad, y ustedes [miembros del movimiento] crean esperanza; con sus manos saben forjar la dignidad de cada uno, las de sus familias y la de su sociedad toda con tierra, techo, trabajo, cuidado y comunidad”.
Expresa con alegría que encontrarse de nuevo con esta ciudadanía activa le recuerda “que no estamos condenados a repetir ni a construir un futuro basado en la exclusión y la desigualdad, el descarte o la indiferencia. Asimismo, les manifiesta su gratitud porque ellos han asumido como propio el dolor de los otros. “Ustedes – les dijo – saben mostrar el rostro de la verdadera humanidad, esa que no se construye dando la espalda al sufrimiento del que está al lado sino en el reconocimiento paciente, comprometido y muchas veces hasta doloroso de que el otro es mi hermano”. Ese modo de ser es considerado por el Papa una fuente de esperanza.
En este marco el Papa también habló de las “estructuras de pecado” que estamos llamados a transformar. Fue enfático al señalar que es imprescindible ajustar los modelos socioeconómicos para que tengan rostro humano. Y pensando en tantos “modelos” deshumanizados de sociedad que requieren ser cambiados hizo, en nombre de Dios, 12 pedidos: 11 dirigidos a los grupos de poder y uno a la ciudadanía.
A los grandes laboratorios reclamó que liberen las patentes. Que tengan un gesto de humanidad y permitan que cada país, cada pueblo, cada ser humano tenga acceso a las vacunas.
A los grupos financieros y organismos internacionales de crédito pidió que permitan a los países pobres garantizar las necesidades básicas de su gente y condonen esas deudas tantas veces contraídas contra los intereses de esos mismos pueblos.
A las grandes corporaciones extractivas —mineras, petroleras—, forestales, inmobiliarias, agro negocios, pidió que dejen de destruir los bosques, humedales y montañas, dejen de contaminar los ríos y los mares, dejen de intoxicar los pueblos y los alimentos.
A las grandes corporaciones alimentarias requirió que dejen de imponer estructuras monopólicas de producción y distribución que inflan los precios y terminan quedándose con el pan del hambriento.
Amonestó a los fabricantes y traficantes de armas a que cesen totalmente su actividad, una actividad que fomenta la violencia y la guerra, y muchas veces en el marco de juegos geopolíticos que cuestan millones de vidas y de desplazamientos.
Pidió a los gigantes de la tecnología que dejen de explotar la fragilidad humana, las vulnerabilidades de las personas, para obtener ganancias, sin considerar cómo aumentan los discursos de odio, el grooming, las fake news, las teorías conspirativas, la manipulación política.
Pidió a los gigantes de las telecomunicaciones que liberen el acceso a los contenidos educativos y el intercambio con los maestros por internet para que los niños pobres también puedan educarse en contextos de cuarentena.
Exhortó a los medios de comunicación a que terminen con la lógica de la post-verdad, la desinformación, la difamación, la calumnia y esa fascinación enfermiza por el escándalo y lo sucio, que busquen contribuir a la fraternidad humana y a la empatía con los más vulnerados.
Pidió a los países poderosos que cesen las agresiones, bloqueos, sanciones unilaterales contra cualquier país en cualquier lugar de la tierra. Y reiteró que los conflictos deben resolverse en instancias multilaterales como las Naciones Unidas.
A los gobiernos en general y a los políticos de todos los partidos pidió que representen a sus pueblos y trabajen por el bien común. Exhortó a cuidarse de escuchar solamente a las elites económicas tantas veces portavoces de ideologías superficiales que eluden los verdaderos dilemas de la humanidad. Encomendó a los políticos a ser servidores de los pueblos que claman por tierra, techo, trabajo y una vida buena.
A los líderes religiosos pidió que nunca se use el nombre de Dios para fomentar guerras ni golpes de Estado. Hay que estar junto a los pueblos, a los trabajadores, a los humildes y luchar junto a ellos para que el desarrollo humano integral sea una realidad.
Finalmente, invita a la ciudadanía a soñar juntos un mundo alternativo de libertad e igualdad, de justicia y dignidad, porque son los sueños de fraternidad los que mejoran el mundo y no permiten volver atrás.
En estos pedidos encontramos una voz profética y utópica. El papa plantea que es el momento para un nuevo proyecto que efectivamente incluya. Para un nuevo humanismo que pueda canalizar la irrupción de fraternidad y que termine con la globalización de la injusticia y la hiperinflación del individuo.
* Profesor del Instituto Hispano de la Escuela Jesuita de Teología (Santa Clara, CA; profesor de la Escuela de Pastoral Hispana, Arquidiócesis de San Francisco, CA. Profesor jubilado de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), El Salvador. Exdirector de radio universitaria YSUCA.