Carlos Ayala Ramírez *
El lema escogido por el papa Francisco para la Jornada Mundial de las comunicaciones (JMC, #56) 2022, reza así: “Escuchar con los oídos del corazón”. Hasta la fecha, nueve han sido los mensajes que el papa Francisco ha divulgado respecto a la realidad y desafíos de los medios de comunicación social en el mundo actual: (1) XLVIII JMC, 2014, “La comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro”; (2) XLIX JMC, 2015, “Comunicar la familia: ambiente privilegiado del encuentro en la gratuidad del amor”; (3) L JMC, 2016, “Comunicación y misericordia: un encuentro fecundo”; (4) LI JMC, 2017, “No temas que yo estoy contigo. Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos”; (5) LII JMC, 2018, “La verdad nos hará libres. Fake news y periodismo de paz”; (6) LIII LMC, 2019, “Somos miembros unos de otros (Ef 4,25). De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana”; (7) LIV JMC, 2020, “Para que puedas contar y guardar en la memoria”; (8) LV JMC, 2021, “Ven y lo verás» (Jn 1,46). Comunicar encontrando a las personas donde están y como son” y (9) LVI JMC, 2022, “Escuchar con los oídos del corazón”.
El hilo conductor de los mensajes del papa es que, los medios de comunicación pueden ayudar a que nos sintamos más cercanos los unos de los otros, a que percibamos un renovado sentido de unidad de la familia humana que nos impulse a la solidaridad y al compromiso serio por una vida más digna para todos. Pero ello pasa por conocer y superar los nuevos desafíos que presenta el mundo de las comunicaciones sociales. En el mensaje para este año, el papa destaca que en la actualidad estamos perdiendo la capacidad de escuchar a quien tenemos delante, sea en la trama normal de las relaciones cotidianas, sea en los debates sobre los temas más importantes de la vida civil. ¿Qué significa saber escuchar y qué lo obstaculiza? Estas son dos preguntas esenciales que se tratan de responder en el mensaje de 2022.
En principio hablemos de la falta de escucha y de la “escucha a escondidas” señaladas en el texto. Preocupa al papa que, en la actualidad, haya falta de escucha tanto en la vida cotidiana como en la vida pública en la que, “a menudo, en lugar de oír al otro, lo que nos gusta es escucharnos a nosotros mismos”. O estamos “simplemente esperando que el otro termine de hablar para imponer nuestro punto de vista”. En este caso, afirma el papa, el diálogo es un “duálogo”, es decir, un monólogo a dos voces.
Asimismo, en el mensaje se dice que “existe un uso del oído que no es verdadera escucha, sino lo contrario: el escuchar a escondidas”. Se refiere al hecho, “que hoy, en el tiempo de las redes sociales, parece haberse agudizado, de escuchar a escondidas y espiar, instrumentalizando a los demás para nuestro interés”.
Ahora bien, ¿qué relación hay entre “saber escuchar” y “buena comunicación” desde la perspectiva ética del mensaje? Hay varias cualidades que la escucha y comunicación legítima exigen. El siguiente párrafo del texto las puntualiza:
“Escuchar es, por tanto, el primer e indispensable ingrediente del diálogo y de la buena comunicación. No se comunica si antes no se ha escuchado, y no se hace buen periodismo sin la capacidad de escuchar. Para ofrecer una información sólida, equilibrada y completa es necesario haber escuchado durante largo tiempo. Para contar un evento o describir una realidad en un reportaje es esencial haber sabido escuchar, dispuestos también a cambiar de idea, a modificar las propias hipótesis de partida”.
“El saber escuchar” como condición de la buena comunicación implica, según el mensaje, escuchar diversas fuentes (no conformarnos con lo primero que encontramos), escuchar más voces (favorecer la pluralidad), escuchar a la sociedad (considerada como un todo y no solo a una de sus partes). Eso asegura fiabilidad y seriedad a las informaciones que transmitimos. Para el papa Francisco, “solamente si se sale del monólogo se puede llegar a esa concordancia de voces que es garantía de una verdadera comunicación”.
No trata, pues, “de impresionar al público con un comentario ingenioso dirigido a ridiculizar al interlocutor, sino que presta atención a las razones del otro y trata de hacer que se comprenda la complejidad de la realidad”.
Hoy, cuando muchas veces la libertad de expresión y de prensa parece estar amenazada o restringida, cuando el autoritarismo político se vuelve intolerante al pensamiento crítico, cuando la conexión digital nos “hace más cercanos pero no más hermanos”, cuando se impone la información oficial de los hechos; es preciso volver al contenido ético de la comunicación. Es preciso “disponer el oído y escuchar en profundidad, especialmente el malestar social acrecentado por la disminución o el cese de muchas actividades económicas”.
En los mensajes que el papa Francisco ha difundido a propósito de las Jornadas Mundiales de la Comunicación, ha sido claro que la meta es la humanización de la comunicación. Y esta es una tarea que compete no solo a las élites políticas o mediáticas, sino a la ciudadanía que no solo escucha, sino que debe ejercer su derecho a discordar. Como se dice en el mensaje, “lo que hace la comunicación buena y plenamente humana es precisamente la escucha de quien tenemos delante, cara a cara, la escucha del otro a quien nos acercamos con apertura leal, confiada y honesta”.
Escuchar antes de hablar, respetar y aceptar la diferencia, disponibilidad para oír la discrepancia, escucha recíproca y superar la cerrazón ideológica, son aspectos, entre otros, para conectar el saber escuchar con la buena comunicación.
* Profesor del Instituto Hispano de la Escuela Jesuita de Teología (Santa Clara, CA; profesor de la Escuela de Pastoral Hispana, Arquidiócesis de San Francisco, CA. Profesor jubilado de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), El Salvador. Exdirector de radio universitaria YSUCA.