Han pasado 6 meses desde aquel 13 de marzo en que el Cardenal Jorge Mario Bergoglio fue elegido como nuevo Obispo de Roma y Papa. Desde que fue elegido, su pontificado ha dado mucho que hablar. Muchos atribuyen que su manera directa de comunicar, su cercanía a la gente, y presentarse desde el primer momento como el Pastor, el Obispo de Roma, ha marcado una relación muy fuerte con toda la iglesia local y la Iglesia Universal.
Pero estos meses el Papa Francisco ha sellado una serie de vivencias, emociones, y contenido de lo que parece ser el inicio de un nuevo caminar para la iglesia católica.
Todos sabemos que Él, siendo argentino, ha imprimido una identidad muy simbólica. Como el mismo dijo: “parece que los cardenales fueron a buscarlo casi al fin del mundo”. Es el primer Papa Latinoamericano y Jesuita; se presentó como Francisco, el mismo que vivió en medio de los pobres. San Francisco de Asís, un hombre de paz, de amor y amante de la naturaleza.
Su personalidad está marcada por ser una persona austera, sensible a los pobres, a los sencillos y marginados. Con un sentido de humor, con una sonrisa agradable y que sabe decir las cosas en pocas palabras y con una alegría. No aparece como un gran intelectual, sino como una persona bien formada y que piensa y razona en el sentido más profundo del pensamiento humanista, sensible a la realidad actual, al sufrimiento de los pobres y un amante de Jesús.
El Papa Francisco llega a Roma en un ambiente de muchas esperanzas y expectativas. Momento histórico para la iglesia católica. Sobre todo en los últimos meses, antes de su asunción al pontificado nuestra iglesia ha recibido una serie de revelaciones que exigían una intervención oportuna. Además hubo muchas especulaciones alrededor de la renuncia del Papa Benedicto XVI. Se habló de una crisis en la iglesia y que había la necesidad de asumir cambios profundos.
Con todas estas expectativas, el Papa Francisco poco a poco vino revelándonos el estilo que imprimirá a su pontificado. Desde el primer momento ha motivado el espíritu de la iglesia, fue en el primer encuentro con todos los cardenales en el Vaticano, les dijo: “No cedamos nunca al pesimismo ni a la amargura que el diablo nos ofrece cada día”. Se presentó como un pastor consistente que animaría a la Iglesia frente a muchos problemas que deberían de irse resolviendo.
El Papa quiere una iglesia pobre, lo dijo. “¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”, clamó durante la primera audiencia que concedió a la prensa de todo el mundo tras su elección. Esto hoy tiene su repercusión directa en muchos sectores de la sociedad. Es un llamado a la conversión de la misma vida cristiana y de los cristianos católicos. Durante la canonización de las religiosas Laura Montoya y la mexicana madre Lupita dijo “¡Cuánto daño hace la vida cómoda, cuánto daño hace el bienestar! El aburguesamiento del corazón, nos paraliza”. Pero lo más fuerte y que sensibilizó al mundo entero fueron sus palabras que pronunció durante su primer discurso en Brasil, con motivo de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud. Dijo: “No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso: Jesucristo”.
Si bien es cierto en la Iglesia ya se dieron cambios, pero El Papa Francisco es bastante claro en relación al sentido que tiene la autoridad y cual su misión. Durante la ordenación de varios sacerdotes en la basílica de San Pedro dijo: “Son pastores, no funcionarios; son mediadores, no intermediarios”, Pero lo que más impactó fue lo que dijo el jueves santo, dirigiéndose a los sacerdotes: “esto os pido: sed pastores con «olor a oveja», que eso se note-; en vez de ser pastores en medio al propio rebaño, y pescadores de hombres”.
Pero para nosotros la visita a Brasil, ahí en medio de los jóvenes, nos dio muchos mensajes que aún nos cuesta digerir; provocó mayor compromiso y responsabilidad para animar a toda la Iglesia. Todos sus discursos y homilías hoy son como contenidos de reflexión profundos. Muchos hoy son sellados y reproducidos. En medio de las favelas de Rio dijo: “Queridos jóvenes, ustedes tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés… A ustedes y todos les repito: nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague”.
A más de estos mensajes de renovación, la expresión que marca una forma nueva de trabajo pastoral es la movilización de los católicos. Porque les provocó a los jóvenes diciéndoles “¿Qué quiero de la JMJ? Quiero que haya lío… Quiero lío en las diócesis”,.. “Quiero que la iglesia salga a la calle. Los colegios, las parroquias, las instituciones (católicas) deben salir. Si no salen, se transforman en una ONG y la Iglesia no puede ser una ONG”.
Pero últimamente nos ha sorprendido con otros temas y tal vez debería de ser, otro tema de análisis y reflexión: su aceptación a la teología de la liberación. En estos últimos días, nos dio algunos símbolos que, aparte de su discurso muy popular, y cercano a las villas, favelas y al caminar de una iglesia sencilla. Nos dio señales nuevas. El hecho que ha regalado al Presidente de Bolivia, Evo Morales, un libro: “De la parte de los pobres. Teología de la liberación, teología de la Iglesia” escrito entre Gustavo Gutiérrez y el cardenal Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Y hace unos días ha recibido, en Santa Marta a Gustavo Gutiérrez, el padre la teología de la liberación. Nos está marcando una ruta por donde la iglesia Católica debe ir. Al parecer no es algo casual, sino que responde a la nueva forma de hacer iglesia, desde los pobres, desde la marginalidad, desde la frontera, desde la sencillez. De hecho, hace pocos días L’Osservatore Romano publicó una amplia entrevista con Gutiérrez, en la cual consideró al Papa Francisco como un “profeta” porque nunca se olvida de los pobres. Será que la Iglesia Católica, con el Papa Francisco, restaurará la Teología de la Liberación?
Son 6 mese del Papa Francisco en el Vaticano y ya tenemos mucho que aprender y tenemos que ajustar nuestra vida eclesial con otros componentes y sobre volver a experimentar, lo que el mismo Vaticano II nos dejó y también lo que el Documento de Aparecida nos dejó. Creo que estos meses el Papa está animando nuestra iglesia católica y segura que llegarán cambios poco a poco.
Pbro. Guillermo Siles (Bolivia)
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