La pandemia de la Covid-19 encontró a las mujeres en la primera línea de la crisis sanitaria, no solo porque la mayoría de las mujeres que tienen un trabajo formal cumplen su misión como trabajadoras de la salud, sino también porque en el seno de la familia las mujeres son quienes velan a diario por la salud y el bienestar de la familia.
No obstante, durante todo este tiempo especial de pandemia global ha implicado que, a más del doble trabajo que a diario ya realizaban las mujeres al tener que cuidar de la alimentación, vestido, salud, arreglo del hogar y cumplir también con su trabajo remunerado, el confinamiento global que se dispuso para frenar la pandemia implicó no solo que su trabajo se duplique, sino que – y lo que es más preocupante- se incrementen también los porcentajes de los casos de violencia contra las mujeres.
Por ello, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer de este año especial de pandemia encuentra a las mujeres como las primeras luchadoras contra el Covid-19, pero a la vez también en la lucha por que se respeten sus derechos y se procure la tan anhelada equidad e igualdad de derechos.
SIGNIS ALC, con ocasión de esta conmemoración del Día Internacional de la Mujer, ha querido presentar una panorámica de la situación de la mujer en varios de nuestros países latinoamericanos, a partir de la visión de las comunicadoras socias de SIGNIS.
Mujeres y pandemia en Argentina
Marzo de 2020 marcó un quiebre en nuestras rutinas; con los confinamientos, la suspensión de clases, la dificultad y el riesgo de acceder al transporte público, el teletrabajo, “des- aprendimos” lo que ya teníamos incorporado en nuestra memoria cultural de años…
Las mujeres constataron la enorme dificultad de atender al propio teletrabajo y simultáneamente a las clases por zoom (u otras plataformas), de sus hijos, que demandaban su presencia y su tiempo.…
En muchos casos, las tareas compartidas con sus parejas fueron el inicio de un excelente trabajo de equipo. En otros, se agregaron más cargas a las habituales, sin la posibilidad de un reparto equitativo de obligaciones, con las consabidas tensiones y exigencias.
Pero el panorama de lo cotidiano en pandemia, se ensombrece más aún cuando se desnuda una de las mayores tragedias de Argentina: el enorme aumento de violencia doméstica y femicidios. La escalada machista, que se potenció con los encierros, dejó un número elevado de mujeres asesinadas …un femicidio cada 29 horas…171 niños y niñas huérfanos…
Son las mujeres las que sufrieron los mayores niveles de desempleo o de precarización laboral…
Son las mujeres las que tuvieron los peores salarios, y las que soportaron cargas excesivas en las tareas de cuidado, con más chance de caer en la pobreza.
La vulnerabilidad de niñas, adolescentes y adultas se profundizó en pandemia, por esto urge un compromiso del Estado y de cada uno de nosotros para modificar esta realidad dura y difícil. (Elisa Vidal, SIGNIS Argentina)
Covid y mujer en Cuba: dos desafíos.
Durante el año 2020, y lo que va de 2021, las mujeres cubanas han sido menos afectadas que los hombres por la Covid-19, solo por una discreta diferencia. Hablamos en términos de contagio, pues, sin duda alguna, son ellas las que más sufren las consecuencias sociales y económicas que la actual pandemia arrastra consigo.
En medio de los obligados encierros que la enfermedad impone, el gobierno cubano echó a andar un anunciadísimo proceso de reformas económicas que, además de agudizar la crisis ya existente, ha colocado a la mayoría de los cubanos, profundamente dañados por un estado que no contempla su libertada de pensamiento, emprendimiento y otros derechos fundamentales, en una situación de sobrevivencia.
En la Isla, son las mujeres las mayores responsables del cuidado de los niños, de los adultos mayores y de los quehaceres domésticos, los cuales se han prolongado con las medidas de aislamiento social. Ante el cierre de las escuelas, las madres se han convertido en las maestras de sus hijos, actividad que algunas alternan con sus jornadas laborales y la obligación de salir y hacer interminables colas para obtener alimento y artículos de primera necesidad, los que en su mayoría solo hallan en las llamadas “tiendas en MLC (Moneda Libremente Convertible)”, con la cual no se pagan los salarios en la Isla.
Solo en la rama de la salud pública, la fuerza de trabajo femenina en Cuba representa más de 70 por ciento. Su presencia también sobresale en los laboratorios disponibles para el diagnóstico del agente patógeno transmisor de la enfermedad, una realidad que las coloca en las primeras líneas de riesgo por contagio. Ello, sin obviar, que la mayoría de quienes laboran en los centros de aislamiento y hospitales, donde son acogidas las personas sospechosas y confirmadas, son mujeres. Igual sucede en las terapias intensivas, donde se encuentran los casos graves y críticos.
Según datos de la Red Defensora de los Asuntos de la Mujer, Redamu, asociación independiente, la violencia, los problemas domésticos, la indiferencia de las autoridades gubernamentales ante las quejas de las mujeres y la desigualdad de género, se hallan entre los principales problemas que afectan a este sector de la sociedad. Otros artículos publicados en plataformas digitales advierten sobre el aumento de los casos de feminicidios y el total silencio de la prensa oficial con relación al tema.
Asimismo, los actos de repudio protagonizados por algunos grupos sociales y alentados por el discurso oficialista de confrontación y de descrédito ante todo pensamiento que señale o critique el sistema político de Cuba, han tenido en el centro de sus ataques a mujeres, entre ellas madres, hijas, artistas y periodistas de la prensa independiente. (Yarelis Rico, presidenta de SIGNIS Cuba)
La mujer costarricense hace frente a la pandemia y el desempleo
El Sarcov 2 es un virus que afecta de manera diferente a cada organismo, pero perjudica más a quienes tiene condiciones de vulnerabilidad. De la misma forma que se comporta en la salud de las personas, ha repercutido en la sociedad.
A raíz de las restricciones decretadas para mitigar los efectos de la pandemia del coronavirus, en Costa Rica se acrecentó un problema que ya arrastrábamos desde antes: el desempleo. El 2020 cerró con una tasa del 19,1 %, situación que afecta más a las mujeres: 24,6 %, en comparación con los hombres: 15,2 %.
Aunado a esto, la participación de las mujeres en el ámbito laboral se ve limitado por la carga del trabajo doméstico no remunerado. Según una encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en 2017, “por semana, las mujeres aportan 22 horas más que los hombres, lo que evidencia una clara división sexual del trabajo y la brecha de género … el tiempo que las mujeres dedican al trabajo doméstico no remunerado es de 35:49 horas semanales, mientras que los hombres destinan 13:42 horas en promedio”.
Esta carga del trabajo doméstico repercute en que las mujeres tengan menos posibilidades de trabajar horas extras o acceder a posiciones gerenciales y puestos mejor remunerados, lo provoca una brecha salarial que en 2017 era del 12% de las féminas respecto a los varones.
La diferencia de salarios también obedece al tipo de trabajos que desempeñan unas y otros, ya que hay más mujeres en trabajos de baja remuneración como empleadas domésticas, mucamas, cocineras, conserjes, dependientes.
En el campo académico, las mujeres han logrado una mayor inserción: según datos del INEC a julio de 2020, el 23% de las mujeres mayores de 15 años contaban con un título universitario, cifra superior a los hombres que es de 20%; sin embargo, las diferencias continúan presentes en carreras socialmente tipificadas como femeninas, como educación y ciencias de la salud representan un 69,3% de las personas inscritas. Por el contrario, la mayor concentración de hombres se encuentra en carreras de las ciencias básicas con una representación del 71,5% e ingenierías con un 69,3%.
En el ámbito político se han dado avances y en 2010 se eligió la primera y hasta el momento la única mujer presidente de la República; mientras que la Corte Suprema de Justicia tuvo una mujer en la presidencia en 2013 y en la Asamblea Legislativa tres mujeres han ocupado la presidencia: en ese Poder de la República, actualmente 26 legisladoras de 57. (Elsa Rojas Rodríguez, periodista, miembro de SIGNIS Costa Rica).
Lucha y Solidaridad de la mujer paraguaya
El 11 de marzo del 2020, con dos casos confirmados, el gobierno inició la cuarentena por la pandemia del Covid19, en Paraguay. Suspendió la actividad presencial en la mayoría de los empleos, también en el sector informal. Todas las escuelas, colegios y universidades cerraron. Solo se mantuvieron en funcionamiento algunos servicios esenciales como la energía eléctrica, el agua, transporte, venta de alimentos y farmacias. ¿Cómo viven, luchan o sobreviven las mujeres en este contexto?
En los primeros meses de la pandemia, y ante el encierro de tantas familias, las necesidades de alimentación aumentaban cada día. Las políticas de seguridad social precisamente no caracterizan a Paraguay. Frente al hambre, más de 90 ollas populares, para más de 3000 personas, fueron organizadas durante varios meses por mujeres de los Bañados, barrios de la capital cuyas viviendas están ubicadas a orillas del río Paraguay. Son mujeres que trabajan bajo el intenso sol reciclando basura para mantener a sus familias. También religiosas, estudiantes, abuelas. Mujeres que gestionaron recursos, exigiendo con movilizaciones el cumplimiento de las promesas oficiales.
En tanto en el gremio de la Comunicación, el golpe más fuerte lo sintieron cerca de 100 despedidos, a solo dos meses de la cuarentena. Muchos trabajadores de prensa quedaron en la calle, ante la disminución de los recursos humanos en pandemia. Entre ellos, madres, abuelas, embarazadas, estudiantes de Comunicación y jefas de hogar que quedaron sin sustento para mantener a sus familias, en plena cuarentena.
En la Educación, ante la suspensión de clases, los estudiantes se quedaron en casa durante todo el 2020, estudiando vía celulares -con inequidades sociales para acceder a internet- los cuadernillos proveídos por el gobierno.
La conducción paritaria ejercida en organizaciones de secundaria, fue una conquista muy importante entre estudiantes movilizados por la calidad de su educación. Y en ella, el liderazgo femenino tiene mucha fuerza. La Federación Nacional de Estudiantes Secundarios, FENAES, exige garantías en la infraestructura de las instituciones, kits alimenticios y escolares y de bioseguridad para el retorno a clases, además de una mesa de trabajo. Hoy, ya plantean la destitución del Ministro de Educación ante la falta de respuesta a sus reclamos.
Pero, este encierro de estudiantes también tiene otro rostro. Los casos de abuso sexual infantil, y embarazos en niñas y adolescentes, continuaron. Aunque las denuncias disminuyeron por el contexto del encierro, a medida que se habilitaban las fases, empezaron a aparecer. El Ministerio Público informó de un promedio de 8 denuncias diarias de este tipo de abuso sexual. En tanto que el Ministerio de la Niñez y la Adolescencia indicó que 1 de cada 20 niñas de 10 a 14 años en situación de pobreza tiene hijos, siendo las indígenas las más afectadas: y que 1 de cada 10 de ellas, entre 10 y 14 años, ha dado a luz.
Otra grave situación que enfrenta la mujer en Paraguay es la violencia de género. El observatorio dela Mujer, publicó que en el año 2020 fueron asesinadas32 mujeres y 17 fueron víctimas de intentos de feminicidio. Y en este 2021, ya son 6 las víctimas. Las sobrevivientes a intentos de feminicidio aseguran que a pesar de las denuncias que realizaron contra sus agresores, el Estado no les garantizó la protección que necesitaban.
Por ello, este 8 de marzo, #8MPy, más que flores, las mujeres en Paraguay exigen que se respeten sus derechos a la igualdad, a la equidad, a una educación integral que las dignifique comprendiendo que no son objetos ni propiedad de nadie, en una sociedad que las maltrata, discrimina, excluye y las asesina por su condición de ser Mujer. (Estela Nuñez, socia de ACCP-SIGNIS Praguay)
Perú
En el Perú, la pandemia agravó los problemas de violencia contra la mujer, el feminicidio propiciado sobre todo por parejas de las mismas. A esta violencia de pareja se le suma problemáticas como explotación sexual, el tráfico de personas y la violencia cibernética.
Algo alarmante y recientemente reportado (05 marzo) por la Defensoría del Pueblo es la desaparición de 450 niñas, adolescentes y adultas mujeres. “De esta cifra, 268 eran niñas y adolescentes mujeres, es decir, un 86 %, lo cual reafirma la mayor vulnerabilidad por el factor de género de las víctimas”
Estos datos y problemáticas desalientan, pero no ensombrecen las luchas que las mujeres han ganado en lo político, social, cultural y profesional.
Pues, a pesar de las dificultades y las condiciones de desigualdad e inequidad, en Perú las mujeres vienen logrando espacios tanto en el ámbito profesional, como en el mundo académico y de emprendimiento social. Veo mujeres indígenas que se esfuerzan por capacitarse para alcanzar puestos dirigenciales o por su determinación en la preservación de su cultura y son elegidas como consejeras de importantes instituciones latinoamericanas como es el caso de Yesica Patiachi.
Mucho falta por hacer y eso dependerá de una voluntad real de cambio para que no se cometan abusos, rompamos estereotipos y no nos vayamos a extremos en ese camino de transformación que todas buscamos.
Ojalá se pueda vencer ideas erradas del “sexo débil”, ojalá que el machismo sea erradicado en varios ámbitos sociales en complejos contextos. (Mónica Villanueva, SIGNIS Perú)
La mujer venezolana y la pandemia
La mujer venezolana siempre se ha caracterizado por ser aguerrida. Desde tiempos remotos nuestra historia nos habla de mujeres que dieron todo por la independencia del país. A lo largo de las épocas, las mujeres siempre han ocupado papeles protagónicos en todos los ámbitos de la vida social, política, intelectual y comunitaria de la nación. Sin embargo, a poco más de un año del inicio de la pandemia por Covid-19 que ha golpeado severamente a toda la población, las mujeres en Venezuela se han visto particularmente afectadas.
En medio de un país inmerso en un terrible caos político originado por una crisis de gobernabilidad, aunado a una situación económica en extremo inestable, signada por la hiperinflación que deteriora día a día la moneda local y el ingreso per cápita de la población, la mujer venezolana se encuentra severamente golpeada por el desempleo y otros problemas sociales, en el contexto de un proceso de “feminización de la pobreza”, tal como lo refirió la internacionalista y activista de los derechos de la mujer Luisa Kislinger, panelista de un foro virtual realizado a finales de 2020 y en el que se trató el impacto diferenciado de la crisis económica, política y social que sufren las mujeres venezolanas.
El término de “feminización de la pobreza” es utilizado por Kislinger sobre la base de las últimas estadísticas oficiales disponibles, que datan del año 2013. Según el Instituto Nacional de Estadística, para ese año por cada 100 hombres que vivían en situación de pobreza extrema había 112 mujeres. Y si bien es cierto que el gobierno de Hugo Chávez logró adelantar la edad de jubilación de la mujer a los 55 años, la pensión que perciben actualmente es de apenas 1.3 dólares mensuales aproximadamente.
La ausencia de políticas públicas orientadas hacia la mujer, son cada vez más evidentes y se muestran en estadísticas que no son nada alentadoras. Para 2015 Venezuela lideraba la lista de embarazo en adolescentes en América Latina y esto no ha cambiado. Cabe destacar también que Venezuela tiene el sueldo mínimo más bajo en toda la región, 2,25 dólares aproximadamente, lo cual afecta particularmente a un amplio sector de la población femenina que se desempeña en profesiones y oficios como maestras, secretarias y enfermeras.
Durante esta pandemia, a pesar de las calamidades que sufre la mujer venezolana, ellas no se amilanan. Por ejemplo, sin importar los sueldos de hambre que reciben, las enfermeras han estado hombro a hombro con los hombres en la primera línea de batalla en la lucha contra el coronavirus.
Asimismo, en este momento difícil para la humanidad, las maestras han estado buscando la manera de seguir enseñando a sus alumnos sin importar las dificultades que existan para poder estar en contacto con ellos.
Pero además de los efectos del Covid-19 en nuestras mujeres venezolanas, existe una amenaza igual de terrible y quizás más sigilosa que se ha venido acentuando: el femicidio. Para 2020, la organización UTOPIX, que lleva cifras mensuales actualizadas, contabilizó 217 femicidios en el país. Entre enero y febrero de 2021, ya van 43 asesinatos. Desde 2016 no hay cifras sobre la violencia contra la mujer en Venezuela. Esta situación se ha agudizado también con la cuarentena, durante la cual muchas mujeres se han visto obligadas a convivir con sus maltratadores.
A pesar de las adversidades que enfrenta la mujer venezolana como trabajo doméstico no remunerado, empleos subpagados, el embarazo precoz, el acceso limitado a anticonceptivos y la violencia de género, entre muchos otros, la mujer venezolana demuestra que es una guerrera en toda su extensión. ( Desirée Lozano, SIGNIS Venezuela)
DERECHOS RESERVADOS 2021
POWERED BY DanKorp Group. WEB SITES SOLUTIONS