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¿A quién prefieren ver muerto?

Frei Betto*.- Fray Guillermo, nuestro profesor de filosofía, impartía clases de sabiduría. Nos introdujo en el tema “prejuicio y discriminación”, evocando a Sócrates, Platón y Aristóteles. Recalcaba: “Es fácil saber si albergamos algún prejuicio o discriminación hacia una persona o grupo social. Basta con hacerse esta pregunta: ¿a quién me gustaría ver muerto? Quizás usted no se imagine portando un arma y disparando contra quien, por alguna razón, le causa repugnancia. ¿Pero quedaría satisfecho si otro lo hiciese?”

Sus lecciones me vienen a la memoria con ocasión de la masacre en la discoteca Pulse, en Orlando (Florida), en la madrugada del 12 de junio. Omar Mateen, de 29 años, desfogó todo su odio contra los gays al disparar indiscriminadamente con un fusil y una pistola. Segó la vida de 49 personas e hirió a otras 53.

Es fácil lamentar la muerte de tantas víctimas inocentes de la homofobia extrema. Pero es difícil responder en lo íntimo al cuestionamiento de fray Guillermo. La historia está llena de respuestas. Sócrates fue “suicidado” por priorizar su propia conciencia. Jesús, asesinado por rechazar el reino del César y preconizar el de Dios. Las Cruzadas mataron a musulmanes por no acatar la autoridad del pontífice romano. La Inquisición llevó a la hoguera a los sospechosos de profesar una creencia que no correspondía a la ortodoxia católica. Los colonizadores ibéricos diezmaron aldeas indígenas por creer que aquellos salvajes no valían nada comparados con la plata y el oro que había en sus aldeas. Ingleses, portugueses y españoles capturaron africanos para esclavizarlos en sus colonias, convencidos de que los negros eran una subespecie humana y, quizás, ni tenían alma. Hitler exterminó a millones de judíos, comunistas, homosexuales y gitanos por estar convencido de que amenazaban la pureza de la raza aria.

Quizás alguno de nosotros diga: yo no haría nada de eso. Sin embargo el cuestionamiento de fray Guillermo resuena aún hoy: ¿daría su aprobación al que lo hace? Tanto o más culpables son aquellos que, por omisión o aprobación, son cómplices de los que manejan las armas en nombre de la defensa de género, etnia, patrimonio, creencia religiosa o posición política. Los que aprueban o quedan indiferentes ante la exclusión y la muerte de quien no corresponde al prototipo de los verdugos.

Todo prejuicio o discriminación proviene del caldo de cultivo recalentado por la cultura necrófila que poco a poco destila su veneno de odio. Cuando se permite que un fanático del futbol tire un banano a un jugador negro; cuando un país de cristianos cierra las puertas a los refugiados musulmanes; cuando la familia trata de impedir que el hijo asuma su homosexualidad; cuando la escuela sea criticada por enseñar identidades de género; o la policía trate a los jóvenes pobres como bandidos potenciales; o el terrateniente imponga en su haciendo un tipo de trabajo similar al de esclavos; todos éstos son ingredientes de un caldo de cultivo explosivo debidamente preparados. De ahí surge la violencia.

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* Frei Betto es escritor, autor de “Fidel y la religión”, entre otros libros.

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