El viaje del papa Francisco a Canadá
Carlos Ayala Ramírez *
Friedrich Nietzsche, en su crítica a la cristiandad, señalaba que, en el fondo, no hubo más que un cristiano y, éste murió en la cruz. Lo que a partir de aquel momento se llamó evangelio – explica el filósofo – era lo contrario de lo que Jesús vivió. La cristiandad convirtió la Buena Nueva (evangelio) en una mala nueva (dysangelium). Y en contra de la institucionalización del movimiento cristiano, afirmaba que únicamente la práctica cristiana, el vivir como vivió el que murió en la cruz, es lo cristiano. No una creencia, sino un obrar, sobre todo, un ser de otro modo.
Sin duda que dysangelium fue la evangelización de las américas durante la conquista y la colonia, pero, también, lo que ocurrió en las llamadas Escuelas Residenciales para los pueblos indígenas de Canadá. Durante más de siglo y medio (1831-1997), estas escuelas separaban a los niños y niñas de sus familias para someterlas a un proceso de adoctrinamiento cultural, una asimilación forzada y cruel. Esa práctica ha sido descrita como “matar al indio en el niño”. Estas escuelas dejaron gravísimas consecuencias en los pueblos indígenas y la Iglesia Católica, Anglicana, Metodista y Presbiteriana estaban a cargo de ellas. Convirtieron el evangelio en dysangelium porque en vez de comunicar respeto, cuidado, estima, justicia, compasión; arrancaron a miles de niños y niñas de sus familias y las sometieron a un régimen de muerte lenta: física y cultural.
El papa Francisco desde el inicio de su ministerio invitó a todos los cristianos a impulsar una nueva etapa evangelizadora marcada por el Evangelio y la conversión a Jesucristo. Este llamado tiene como antecedente el choque de culturas y civilizaciones que implicó la llamada primera “evangelización”. En sentido estricto los nativos no fueron evangelizados, sino sometidos y obligados a asimilar una cultura ajena. Al cumplirse 500 años de la evangelización de América (1992), Juan Pablo Segundo pidió perdón por tales atropellos e injusticias. Esta dinámica destructiva es la que estuvo presente también en Canadá en las denominadas escuelas de asimilación cultural.
Las primeras palabras que el papa Francisco pronunció en el encuentro con una delegación de indígenas en Quebec, nos ponen en el significado hondo de este viaje: caminar juntos en la verdad, justicia y esperanza. Ahí manifestó:
“He venido a Canadá con espíritu penitencial, para expresarles el dolor que llevamos en el corazón como Iglesia por el mal que no pocos católicos les causaron apoyando políticas opresivas e injustas. He venido como peregrino, con mis limitadas posibilidades físicas, para dar nuevos pasos adelante con ustedes y para ustedes; para que se prosiga en la búsqueda de la verdad, para que se progrese en la promoción de caminos de sanación y reconciliación…”.
Para el papa Francisco está claro que esas políticas de asimilación y desvinculación dañaron a muchas familias indígenas, minusvalorando su lengua, su cultura y su visión de mundo, es decir, deshumanizaron en nombre del evangelio. Tiene claro también, que esa mentalidad colonizadora y etnocéntrica sigue presente en muchos lugares: [aunque] “se transforma, se disfraza y se disimula”. En este sentido cuando tuvo el encuentro con las autoridades civiles, los representantes de los pueblos indígenas y el Cuerpo Diplomático, describió modos [deshumanizantes] de lo que denominó las actuales colonizaciones ideológicas. Lo dijo sin ambigüedades:
“Existe una moda cultural que estandariza, que vuelve todo igual, que no tolera las diferencias y se centra sólo en el momento presente, en las necesidades y los derechos de los individuos, descuidando a menudo los deberes hacia los más débiles y frágiles; los pobres, los emigrantes, los mayores, los enfermos, los no nacidos… Son ellos los olvidados por las sociedades del bienestar; son ellos los que, en la indiferencia general, son descartados como hojas secas para ser quemadas”.
Y al referirse a los caminos de sanación y reparación, el papa propuso a los miembros de la Iglesia tres desafíos para comenzar un nuevo camino. El primero, dar a conocer a Jesús. “Hay que volver a Jesús para arraigar a la Iglesia con más verdad y más fidelidad en su persona, su mensaje y su proyecto del reino de Dios”. El segundo desafío es el testimonio. Para el papa Francisco “el Evangelio se anuncia de modo eficaz cuando la vida es la que habla, la que revela esa libertad que hace libres a los demás, esa compasión que no pide nada a cambio, esa misericordia que habla de Cristo sin palabras”. El tercer desafío es la fraternidad. La Iglesia será testigo creíble del Evangelio – explica el papa – “cuando sus miembros vivan más la comunión, creando ocasiones y espacios para que quienes se acerquen a la fe encuentren una comunidad acogedora, que sabe escuchar, que sabe entrar en diálogo…”.
A la población joven Inuit, el papa ofreció, como hermano anciano, tres consejos. El primero: “camina hacia los alto”. Es decir, orientarse hacia los deseos más verdaderos [más humanizadores]. Les exhortó: “Están hechos para levantar el vuelo, para abrazar la valentía de la verdad y promover la belleza de la justicia, para elevar tu temple moral, ser compasivo, servir a los demás, sembrar paz y cuidado donde te encuentres…”.
El segundo consejo: “ir hacia la luz”. La luz del bien que cada uno debe aportar. El camino de la luz, explica el papa, “requiere valientes decisiones del corazón contra la oscuridad de las falsedades, requiere desarrollar buenas costumbres para vivir bien” [en fraternidad y armonía], que no se sigan estelas luminosas que desaparecen fugazmente, fuegos artificiales que sólo dejan humo”.
El tercer consejo: “hacer equipo”. Se destaca aquí el valor de la solidaridad, del sentido comunitario, de la asociación fraterna, de la lucha social. Ustedes – les ha dicho el papa a los jóvenes – “están llamados a las alturas del cielo y a resplandecer en la tierra, están hechos para brillar juntos”.
En suma, el itinerario del papa Francisco en Canadá, deja un legado ejemplar para todos: caminar juntos en la verdad, justicia y esperanza.
* Profesor del Instituto Hispano de la Escuela Jesuita de Teología (Santa Clara, CA; profesor de la Escuela de Pastoral Hispana, Arquidiócesis de San Francisco, CA. Profesor jubilado de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), El Salvador. Exdirector de radio universitaria YSUCA.