La oración cristiana es dialogar con Jesús, con los santos, con la Virgen.
El sábado 12 de marzo, con cielo celeste y brisa limpia, en la Iglesia Regina Martyrum, del barrio de Congreso, se predicó el Retiro Ignaciano para Operadores de Comunicación, de Cultura y Educación con el título “Coraje y libertad para una comunicación misericordiosa”.
El encuentro estuvo animado por el Padre Guillermo Ortiz sj, cordobés, responsable del Servicio en Español de Radio Vaticano.
La voz del Padre Ortiz es conocida en el mundo hispanohablante a través de su columna “Reflexiones en Frontera”. Muy a menudo lee la versión en español de los mensajes y homilías papales que se transmiten por radio y televisión.
La Puerta de la Misericordia
San Maximiliano Kolbe, Santo Patrono de los Periodistas, y el Beato Brochero, que también escribió para la prensa, nos acompañaron toda la jornada, que abordó el Año Jubilar de la Misericordia.
Este Año Santo, que finaliza el próximo 20 de noviembre, ha sido definido por la Iglesia como una peregrinación espiritual para cruzar la Puerta de la Misericordia y experimentar la Alegría del Evangelio al tocar las llagas de Cristo en el prójimo que sufre. Y todos somos el prójimo porque todos sufrimos por causa de nuestras miserias.
La primera enseñanza transcurrió en el templo, sobre la necesidad de “salir de nosotros mismos para cruzar la Puerta de la Misericordia”. Esa Puerta es “el corazón de Cristo abierto por la lanza”, es “la Iglesia hospital de campaña” de la que habla Francisco, que nos cura con los sacramentos de la reconciliación y de la Eucaristía. Esa puerta es física, se “cruza”, es un paso que nosotros tenemos que dar.
Salir de la cueva del miedo
En una segunda instancia, en el salón, con los apuntes que el sacerdote nos entregó, vimos que para cruzar esa puerta hay que andar un primer camino “hacia afuera”: salir de la cueva del miedo, de nuestros egoísmos, de nuestras falsas seguridades. La consecuencia, o segundo camino, “hacia adentro de uno mismo” es poder dar frutos de misericordia al reconocer a Cristo en el hermano herido.
La parábola del Hijo Pródigo (Lucas, 15), que habla de nuestras heridas y de las anestesias que les ponemos para no reconocer que sin Dios no podemos nada, figura ese primer camino, “caminar hasta la Puerta”. La parábola del Buen Samaritano (Lucas, 10), que refiere las buenas acciones, “los frutos de misericordia” de las que es capaz un hombre que se sabe sanado y amado por Dios, ilustra el segundo camino.
Luego meditamos en el templo la enseñanza con esta oración: “Pido al Señor la gracia del coraje apostólico para salir libre de la cueva a la alegría del encuentro con Jesús que sufre, y saborear, sentir y gustar los frutos de la Obras de Misericordia”.
La consigna era sentarse frente a una imagen y “dejarse mirar por Jesús”
-como dice Francisco-, alimentando esa petición con los textos del Hijo Pródigo, del Buen Samaritano, y con los ejemplos de Kolbe y de Brochero. ¿Qué nos dice Su mirada?
Esa parte del retiro concluyó con una oración muy sentida del Padre Ortiz que, entre otras cosas, decía:
“Te doy gracias por el hospital de campaña en un mundo desolado por la guerra. La Puerta de la Misericordia no es para los Santos, es para los que buscan una jubilación, los que necesitan turno en un hospital.
“Te doy gracias por los santos ignorados y desconocidos de cada día que con sus oraciones sostienen a la humanidad.
“Te doy gracias por los pobres, por lo que ellos enseñan. Porque mientras yo creo que puedo solo, ellos, con la piedad popular, me enseñan que no hay nada más grande que Dios.
“Te doy gracias por el enfermo desahuciado que entra en el hospital de campaña porque está Jesús; por lo que enseñan todos los enfermos, porque aunque yo no haya llegado todavía a la silla de ruedas, ellos enseñan que hay otras cosas que hacen feliz. Todo esto lleva al puerto de tu corazón, allí dónde está el hospital de campaña.
“Pido perdón por ofenderte con mi maltrato a los demás, pido perdón por querer que me quieran sólo a mí, por quedarme en mi cueva maloliente, por el daño que me hago con mis dependencias.
“Pido perdón porque pequé pero al Padre no le importó y tiró la casa por la ventana.
“Pido perdón si me borré y no estoy en el hospital de campaña, si no doy lo que me falta porque el otro lo necesita.
“Dame el coraje de jugarme por tu voluntad. “Hágase tu voluntad” ¿Y cuál es tu voluntad? Que yo me entregue.
“Señor, haz de mí lo que quieras, todo te lo entrego, lo que tengo y lo que soy. Pongo a los míos en tu corazón. Yo creo, pero aumenta esta fe que me empuja a ponerme en tus manos.”
Más tarde, nos acercamos a algunos de los principios básicos de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola para tratar de discernir si las inspiraciones que recibimos cuando meditamos son de Dios.
Hacer silencio para escucharlo a Él
“Es necesario tomar conciencia de que Él me mira y me habla”, escribió el fundador de la Compañía de Jesús. Para poder escucharlo hay que “perder tiempo sentado delante del Señor en el templo, sin razonar”, porque “una de las verdades de nuestra fe es que Dios habla al corazón”.
Hace dos milenios que repetimos el “Hágase tu voluntad” del Padrenuestro. “¿Y cuál es su voluntad en mi vida?”, se preguntó Ortiz. “Tengo que escuchar, como dice su Palabra: “Shemá Israel”, “Este es mi Hijo muy amado, escúchenlo”. No puedo ser un verdadero cristiano si por lo menos una vez por semana no me paro a escuchar en silencio lo que Él quiere para mi vida. Y Él siempre quiere que me abandone en sus manos”.
Explicó que “la oración cristiana es dialogar con Jesús, con los santos, con la Virgen. ¿Y eso es de Dios? Me doy cuenta si hay alegría y si hay paz”.
La tarde concluyó con la Misa, con comunión bajo las dos especies, en la que se presentaron las intenciones enviadas por hermanos de todo el país por medio de las redes sociales, ya que se trata de “un grupo unido por la tecnología”.
Pensamiento, corazón y manos “en salida”
Pasamos un día muy precioso, entre conocidos, compartido con comunicadores católicos que trabajan por la salud de su espiritualidad y por la de los colegas compañeros de ruta. Están juntos desde hace veinte años y desde hace doce organizan estos retiros. Alicia, Daniel, Nelson y Virginia fueron ángeles que organizaron todo, cantaron con guitarras en el templo, distribuyeron mesas y comensales entre empanadas, brownies, tortas, alfajores, té, café y naranjada, y repartieron caramelos y gentileza.
El Retiro Ignaciano para Comunicadores en Regina Martyrum era un mini Thabor y a uno no le daban ganas de irse.
* María Macri, periodista y socia del Club Gente de Prensa (CGP), autora de la crónica del retiro ignaciano para comunicadores, conducido por el P. Guillermo Ortíz.
Foto: María Florencia Uriburu
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