Xavier Carbonell*
El 20 de julio de 2015, los mismos oficiales que retiraron la bandera norteamericana de su embajada habanera, fueron convocados por el entonces presidente Obama para restituirla a su lugar. Habían pasado varias décadas desde el rompimiento diplomático entre La Habana y Washington, pero estos hombres —ya ancianos— pudieron asistir como testigos privilegiados al deshielo, por lo menos simbólico, de la tensión entre ambos países.
Los millones de cubanos de una orilla y la otra que contemplamos el acto oficial, transmitido en vivo por televisión, quisimos pensar que se trataba de un momento histórico. No sabíamos, hasta la reciente lectura del texto del Cardenal Jaime Ortega, que aquel era el fruto público de muchas negociaciones privadas, o como indica la nota de contracubierta (con tono de novela policial), de una «discreción a ultranza, conversaciones secretas, búsqueda de acceso a personalidades clave, encuentros ocultos, vencimiento tenaz de obstáculos».
Encuentro, diálogo y acuerdo. El Papa Francisco, Cuba y Estados Unidos es el relato, fiel por venir de uno de sus actores principales, de los acuerdos que llevaron al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos. Este libro comienza a llegar a su lector natural, el cubano, y motiva numerosas reflexiones en una coyuntura internacional no menos tensa.
Precisamente ahora, cuando el diálogo con el vecino del Norte ha vuelto a ser difícil —Donald Trump es todo menos un interlocutor generoso—, la crónica del Cardenal Ortega se vuelve un ejercicio de recordación especialmente necesario. Tres protagonistas (el Papa Francisco, y los ex presidentes Raúl Castro y Barack Obama) y una miríada de facilitadores, entre ellos el propio Cardenal, convierten lo que pudo ser un delicado ajedrez entre naciones en un fecundo ejemplo de intercambio dialógico.
Después de un análisis detallado de los personajes implicados, el Cardenal concluye que el carisma del Papa y su acercamiento a los dos presidentes fueron cruciales para el éxito de las negociaciones. Tanto Castro como Obama son grandes admiradores del pontífice, y lo reconocen como una autoridad ética y como un mediador eficaz en los conflictos, no solo por su dignidad eclesial sino —sobre todo— por su carisma personal.
Las siete partes del libro pasan revista a la historia reciente de ambos países, desde los intentos previos y fallidos de negociar (la crisis de los «balseros», las propuestas de Clinton, las leyes Torricelli y Helms-Burton, esta última reactivada en la actualidad) hasta los acontecimientos clave de este siglo, sobre los cuales el Cardenal se detiene con especial atención.
En lo que resulta el núcleo esencial de Encuentro, diálogo y acuerdo…, Ortega examina una línea histórica que explica el desarrollo de los hechos: la exhortación del Papa San Juan Pablo II a los fieles cubanos en 1998 («Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba»); la valiosa recomendación del Papa Benedicto XVI («La Iglesia no está en el mundo para cambiar gobiernos, sino para penetrar con el Evangelio el corazón de los hombres»); la liberación de 135 presos políticos por intercesión de las llamadas Damas de Blanco, y su exilio en España; el canje de prisioneros en ambos estados (por una parte, los agentes cubanos apresados en Norteamérica y por otro el ciudadano Alan Gross y un prisionero de origen cubano e identidad oculta, «cuyo sacrificio», según Obama, «ha sido del conocimiento solo de unos pocos»); y, finalmente, el interés del Papa Francisco en conciliar a dos naciones separadas por más de cincuenta años de conflicto político.
Pero, además de una lección magistral del valor del diálogo al más alto nivel, el libro constituye un pequeño documento de historia de Cuba. La crónica del Cardenal Ortega es siempre una lectura que llega en buen momento: aunque relate hechos ocurridos hace más de cinco años, el «deshielo» se encuentra en plena efervescencia.
Quizás el escenario mundial en estos tiempos, especialmente de este lado del planeta, no sea el más propicio para el diálogo. Quizás haya que esperar la salida de Trump (y de otros «factores de retroceso») para que los deseos que llevaron a la restauración de las relaciones se hagan —por fin— efectivos. Pero la necesidad de un diálogo continuo, cercano y sereno entre los actores internacionales se hace cada vez más urgente, y la presencia intercesora de la Iglesia, igual de necesaria.
El Cardenal Jaime Ortega, una de las personalidades fundamentales para entender el devenir de Cuba en los últimos años, transforma su libro, con el estilo sutil que lo caracteriza, en un manifiesto personal: Encuentro, diálogo y acuerdo… es, además, el testimonio biográfico de un hombre inmerso en el vórtice histórico de la Isla y de su Iglesia, que ha demostrado ser él mismo un ejemplo de diálogo y discreción.
* Comunicador cubano, miembro de SIGNIS Cuba Joven
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