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Cuaresma en modo coronavirus

SIGNIS ALC

02 marzo 2021

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Cuaresma en modo coronavirus

Cuaresma en modo coronavirus

Redacción SIGNIS ALC.

“En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» [FT]. A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia»” (Papa Francisco, 2021).

 

Desde hace un año vivimos en cuarentena por el coronavirus.  “Quédate en casa” fue el pedido que circuló por todo el planeta y la cotidianidad cambió dramáticamente.  De pronto nos sumergimos en un desierto de una aridez única.  Todo se llenó de incertidumbre y el miedo al contagio nos obligó a recluimos en nuestras casas.  Para salir había que vencer los temores de enfrentarnos a un virus que la ciencia aún no comprendía ni su comportamiento ni las consecuencias.

 

Forzados por las circunstancias, empezamos a vivir una nueva etapa en la que nada de lo que habíamos acumulado (propiedades, autos, cuentas bancarias, poder, contactos…) servían para librarnos del coronavirus y sus efectos.  Todo se detuvo.  El mundo paró. Todos, sin excepción, estábamos y seguimos expuestos a la letalidad del covid 19.  Este virus nos puso en vereda, sacó de nuestra zona de confort y llevó a valorar la vida y la salud de propios y extraños.

 

Por seguridad y el miedo al contagio, nos obliga a poner atención al uso de mascarilla, lavado de manos y distanciamiento físico.

 

A nivel espiritual también caminamos entre dunas, abrazados por el miedo, la duda, la sospecha.  Vivimos una cuarentena prolongada, larga, dura, lenta, enigmática, emulando los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto, en ayunas y tentado.

 

A veces compungidos por la dimensión de la pandemia, otras asustados por las noticias, flaqueamos en la fe y agotamos la reserva de esperanza. Otras, los espejismos nos atrapan y nos sentimos más allá del bien y del mal. Rompemos protocolos y arrogantemente creemos que nunca nos afectará, que es para otros.

 

Sale a flote esa humanidad confundida, ambiciosa, egoísta, soberbia, prepotente que asume que todo está a sus pies, sin darse cuenta que el coronavirus desconoce posición social o económica, amistades poderosas, compadrazgos, caudillismos… para este virus, todos sin excepción, somos vulnerables.

 

La cuaresma es un tiempo de reflexión, de actualizar y vivir el mensaje de Jesús.  De entender con Él la experiencia del Evangelio: las palmas del domingo y sus aplausos, para luego sufrir la traición del amigo, la cruel violencia, la muerte en cruz y la resurrección.  La pandemia es, de algún modo, una larga cuaresma en la que hay dolor y alegría, corrupción y esperanza, muerte y vida.

 

En la larga cuarentena, muchos se aprovecharon, sin ningún remordimiento, y dieron rienda suelta a su miseria, buscaron llenar sus bolsillos o favorecer a los suyos, a costa de la emergencia sanitaria.  No actuaron con solidaridad y caridad con los realmente más necesitados y frágiles.

 

La coyuntura actual, llena de pugna política, de hechos de angustia, desesperación y muerte, ha contribuido a fracturar la esencia del ser humano –el sentido de la vida, el amor al prójimo– y ha dejado nublado el horizonte del país, del mundo.

 

Ante esta realidad, en tiempo de Cuaresma, la Comisión Justicia y Paz propone a cada uno, recuperar en el día a día la vivencia de la ética, la fe, la esperanza y la caridad.

 


 

Carta semanal de la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz

 

Con los ojos fijos en Él, en la realidad y la fe

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