Que el Dios Trinitario, ejemplo de vida en comunión, nos ayude a soñar con una Iglesia sinodal, donde sepamos descubrir los signos de los tiempos, y la presencia de un Dios encarnado de diferentes modos, en distintos lugares. Un Dios que nos ayude a discernir su presencia y a anunciarle en todos los rincones, también entre los que más lejos se en-cuentran; a ser una Iglesia en salida, que va al encuentro, que escucha y dialoga con todos. Que busquemos el bien para todos los que nos encontramos cada día y sepamos traer de vuelta a la Amazonía y a todos los lugares donde estemos, todo lo vivido en el proceso sinodal, y así hacer realidad aquello que Dios espera de nosotros.
Meditar por unos momentos esta petición inicial, buscar la calma interior para entrar en este momen-to de conversión desde la Amazonía por las aguas de la sinodalidad, al servicio del Pueblo de Dios y sus pueblos y comunidades, y para escuchar el lla-mado de Dios a través de su Palabra Viva.
Fragmento de una lectura del día (cada uno es invitado a profundizar en las lecturas completas según su propia necesidad y criterio)
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta pará-bola: “Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, de pie, oraba así: ‘Dios mío, te doy gra-cias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas’.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cie- lo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!’. Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se en-salza será humillado y el que se humilla será ensal-zado” (Lucas 18,9-14).
Reflexión desde la perspectiva del proceso sinodal amazónico
Sentirse mejores que los otros, pensar que nuestra forma de entender la vida, de actuar, es superior a la de los otros. Quien forma parte de la élite, sea económica, social o religiosa, siempre va a despre-ciar a quien considera que está abajo, pues no responden a aquello que los poderosos esperan de él. Es una forma de auto legitimarse, de justificar actitu-des y formas de pensar, que no siempre responden a aquello que debería ser.
Los pueblos de la Amazonía han sido vistos mu-chas veces como atrasados, incivilizados, gente en la que no había que confiar, que no podrían ofrecer nada bueno al futuro de la humanidad, inclusive por parte de algunos que forman, o dicen formar parte de la Iglesia católica. Poco a poco se ha ido su-perando esa visión, algo que se ha impulsado deci-sivamente con el Sínodo para la Amazonía. Eso también nos lleva a la conversión, a dejar de lado actitudes farisaicas, que nos llevan a creernos mejo-res que los otros.
Contemplación
Contemplemos la imagen de este día y dediquemos un momento a reconocer nuestra propia vida y ex-periencia en la Iglesia y al servicio de la Amazonía para pedir luz en esta Palabra de Dios y así traer de vuelta todo lo vivido. Escribir mis peticiones particulares y permanecer en ellas durante este día. Hacemos una invitación a llevar un registro de todo lo que el Espíritu suscite en nosotros como preparación interior para poder asimilar mejor el proceso sinodal.
Meditación final (Querida Amazonía, 77)
“Así podrán nacer testimonios de santidad con rostro amazónico, que no sean copias de modelos de otros lugares, santidad hecha de encuentro y de entrega, de contemplación y de servicio, de soledad receptiva y de vida común, de alegre sobriedad y de lucha por la justicia. A esta santidad la alcanza «cada uno por su camino», y eso vale también para los pueblos, donde la gracia se encarna y brilla con rasgos distintivos. Imaginemos una santidad con rasgos amazónicos, llamada a interpelar a la Iglesia universal”.
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