En este proceso, para las oposiciones largo tiempo aletargadas, fragmentadas y represadas, la unidad se hizo una aspiración como medio para recuperarse, articularse y enfrentar la maquinaria gubernamental que se construyó el MAS-IPSP en sus 14 años de gobierno. Más allá de juicios de valor, el modelo de gobierno masista, que Fernando Mayorga, recuperando a Sartori denomina “sistema de partido predominante”,(1) ejerce un control absoluto de los distintos niveles de funcionamiento del Estado y del proceso político decisional con centralismo presidencialista.
Por una parte, con una distribución de poder en sentido horizontal, controla los diferentes estamentos del Estado, haciéndolos depender funcionalmente del Ejecutivo.
Por otra parte, mediante la distribución horizontal del poder controla los poderes regionales, además de ejercer, con un sentido sindical-estatal, formas de control sobre las principales organizaciones sociales que son cooptadas para su funcionalización militante a la dinámica presidencial. Y, cerrando el círculo, también se establece un sistema de control transversal de los factores de opinión, entre ellos medios de comunicación propios, adscritos y cooptados, además de una parte importante de la producción intelectual.
Por lo dicho hasta ahora, encontramos dos formas de unidad política en el período de gobierno del MAS-IPSP. Por una parte, la oficialista, que es construida
cotidianamente desde el gobierno en una dinámica de fortalecimiento interno, buscando articulaciones con la sociedad, prioritariamente los sectores populares. Sería un error afirmar que el MAS-IPSP es como un bloque de granito con una sola estructura y eje de decisión, porque su formación ha sido, y sigue siendo, producto de un complejo andamiaje de construcción programática e ideológica, de formación de cuadros, de legitimación de un pensamiento bajo los cánones del socialismo comunitario, de la construcción de lazos espirituales y de la acomodación de roles en el aparato de Estado.
Se trata de un esquema en el que la articulación social y étnica-cultural, en muchos sentidos simbólica, precede a la articulación política. Por eso, con razón,
Fernando Mayorga dice que el MAS no es un partido político tradicional, sino que se asemeja más a una coalición entre organizaciones populares, sobre todo campesinas e indígenas, que se dotan del Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (IPSP), para su incursión en la vida política, trascendiendo su tradicional fuerza orgánica sindical.
La otra forma de realización de la unidad en este contexto, es el de las oposiciones. Y aunque en muchos sentidos es todavía más idea y aspiración que realidad, lo que de hecho marca un contrasentido porque no existe unidad por fuera de la práctica, tiene sus realizaciones que son necesarias analizar escudriñando por debajo
de la superficie de fragmentación con que se suele calificar sus comportamientos políticos. Veamos sus principales hitos.
Acaso el impulso más importante, pese a que más que alianza fue una coincidencia no estructurada de una ciudadanía que no votaba a favor de nadie, sino en contra de la reelección presidencial, es el referéndum del 21 de febrero de 2016 (21F), que como se sabe votó mayoritariamente contra las pretensiones de modificar la
Constitución Política del Estado para permitir la reelección indefinida. Este histórico hecho alimenta en el sentido común ciudadano la importancia de la unidad, y refuerza en las organizaciones políticas el criterio que ésta es no sólo una aspiración, sino una condición de posibilidad para un recambio en el sistema de gobierno.
Al calor de este acontecimiento se ensayan algunas fórmulas transaccionales, que sin embargo no logran trascender la exposición de vistosas fotografías de líderes políticos posando codo con codo, pero sin lazos que motiven una unidad más allá de su compartida identidad opositora al gobierno.
Pero, así como estas iniciativas reflejan positivamente para las oposiciones la pérdida de miedo a visibilizarse y la manifestación de sus intenciones para buscar
formas de encuentro y unidad, su principal hándicap es que en la democracia representativa que caracteriza el proceso político electoral en el que la ciudadanía vota
para elegir a sus representantes, cada uno de los líderes de la oposición al MAS-IPSP se asume a sí mismo como el eje sobre el cual debe girar todo el andamiaje de articulaciones.
Esta dinámica fragmentaria debe ser entendida en un contexto en el cual el resurgimiento de las oposiciones arrastra diversidad y pluralismo, entre entidades políticas y organizaciones ciudadanas, que lo que realmente tienen en común es su resistencia al gobierno del MAS-IPSP y al liderazgo de Evo Morales. En este ambiente, siguiendo una historia de dificultades y fragmentaciones, la internalización de la unidad como una necesidad ineludible, se convierte en una retórica traumática, que sin embargo no sirve para superar la práctica ensimismada e ilusoria en los líderes, de que es su propia organización y/o su personalidad y carisma la depositaria de la confianza y en consecuencia del voto ciudadano.
Entretanto, en el mundo de la sociedad civil, en parte por su decepción de las organizaciones políticas tradicionales y sobretodo por la búsqueda de visibilización y reconocimiento público como actores sociales y de sus demandas con protagonismo político propio, surgen centenas de plataformas ciudadanas, regadas a lo largo del territorio nacional, con fuerte participación de las juventudes, que invaden el campo político con particulares formas organizativas sociocráticas participativas, y con reivindicaciones por una democracia plena a partir de sus causas concretas que contienen demandas sobre derechos específicos, articulados a demandas globales.
Pero además del pluralismo, el predominante estilo caudillista de la dirección partidaria y diferencias a veces ideológicas, otras generacionales o regionales y también personales, llevan a que las organizaciones políticas actúen separadas y confiadas en que será la ciudadanía el factor ordenador y de reconcentración de las preferencias. Y, efectivamente, en las elecciones de octubre 2019, funcionó así, con la activación de un voto útil o voto castigo, que se concentró en la alternativa con posibilidades de ganarle las elecciones al MAS-IPSP, Comunidad Ciudadana (CC), liderada por Carlos Mesa.
Siguiendo los sentidos expresados en el referéndum del 21F, buena parte del voto no fue en favor de un proyecto, sino en contra del binomio oficialista.
Sin embargo, tan pragmático y facilista razonamiento, que deja en la ciudadanía la tarea de concentración y articulación que las organizaciones políticas no están
sabiendo realizar, no es prenda de garantía como para impedir que en las actuales elecciones el MAS-IPSP pudiera ganar en primera vuelta y/o lograr una mayoritaria
representación parlamentaria que, aunque ya no alcance los dos tercios para un dominio monopólico de la Asamblea Legislativa Plurinacional, inviabilice iniciativas, obligando a acuerdos y consensos condicionados para la aprobación de normas y leyes.
Cerrando este punto, digamos que la unidad política, que para ser tal necesita realizarse en experiencias concretas, en el proceso democrático boliviano contemporáneo es, en muchos sentidos, todavía un desafío, porque predominan aspiraciones por hacerse realidad y discursos que requieren argumentos demostrables en la práctica. La experiencia oficialista (del MAS-IPSP) de unidad política es una apuesta por pactos de gobernabilidad, y la aspiración de unidad política por parte de sus oposiciones, sigue estando motivada por la convicción de evitar la reelección del MAS-IPSP y su retorno al control del poder.
Entre la unidad, las alianzas y las concertaciones
Mientras el MAS-IPSP, con realismo construye el Pacto de Unidad (2) como una coalición solidificada en su fuerte referencialidad presidencialista, las oposiciones optan por el camino ideal, de mayor complejidad en su realización: el de la unidad prefigurada en la idea de un solo frente político sobredimensionado en su composición y en sus conexiones.
En las condiciones de desenvolvimiento del campo político, la aspiración de unidad política como frente único conformado por todas las oposiciones al MAS-IPSP no sólo que no aparece como una opción viable, sino que también parece no corresponderse con las posibilidades y dinámicas gregarias de una historia de transición
democrática en la que las oposiciones, cuya identidad se refuerza más en la realización de diagnósticos de la realidad que en la elaboración de propuestas de futuro,
reaparecen reacomodándose, como ya dijimos, después de un largo letargo, y de una fase de timidez a su actual visibilización fragmentada.
En este ambiente, para aclararnos en los significados y posibilidades de articulación política, hagamos un rápido repaso de las principales alternativas y sus
características.
Una posibilidad es la unidad política, que Mires entiende como una unidad de las diferencias, mismas que no desaparecen, sino que se mantienen, aunque subordinadas, a los puntos que llevan a contraerla.(3) Esta posibilidad tiene su más claro ejemplo de realización en la conformación del MAS-IPSP que, además en su condición de coalición política, justifica su articulación en la comunión de ideas afines entre sus distintos componentes, con acciones de mediano y largo plazo, pudiendo derivar en la conformación de una sola entidad.
Otra posibilidad es la conformación de alianzas políticas, que se caracterizan porque sus componentes acuerdan acometer juntos objetivos comunes, guiados por
direcciones colegiadas que garantizan el funcionamiento conjunto en relaciones multilaterales, al interior de la alianza, lo que no impide a sus componentes poder
desarrollar autónomamente acciones de carácter unilateral, propias de la identidad de cada organización. Las diversas alianzas conformadas en el país (Comunidad
Ciudadana, Juntos, Creemos, Libre 21), son representativas de estos esquemas que pueden expresarse en acuerdos electorales y algunos también en compromisos por la gobernabilidad.
Una tercera posibilidad está representada por los pactos políticos, que hacen referencia a compromisos que contraen las organizaciones para desarrollar en algunos
casos puntuales acciones compartidas y, en otros, encarar proyectos estructurales. La denominada democracia pactada, que dominó el ambiente político entre las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado, con el funcionamiento de megacoaliciones, es expresiva de este esquema. Y en la actual coyuntura, la candidatura del Frente para la Victoria (FPV) representa un pacto pragmático de mutua conveniencia entre el partido político y el candidato, Chi Hyun Chung, aunque no compartan ideología.
Y así como existen pactos entre fuerzas coincidentes, también se dan pactos entre fuerzas enemigas que comparten voluntades de conveniencia por un hecho de
resolución coincidente, usualmente de carácter coyuntural y generalmente en función de acontecimientos de alta trascendencia política. Este es el caso del proceso de pacificación que está viviendo el país, que luego de una dolorosa experiencia de confrontación que podría haber derivado en una guerra civil, fue posible gracias a la convergencia de voluntades entre las diferentes fuerzas representadas en la Asamblea Legislativa Plurinacional, con un importante protagonismo de un sector y nuevos líderes del MAS-IPSP, tradicional rival de las otras organizaciones.
Habemus articulaciones
Si bien es cierto que no ha sido posible conformar un solo gran frente o una mega unidad nacional, sí se han tejido encuentros y articulaciones electorales de distinto tipo y de nutrida participación de diversos actores como partidos, organizaciones regionales, plataformas ciudadanas, organizaciones gremiales, y otros.
Antes de entrar a analizarlas, es necesario aclarar que una alianza electoral puede estar motivada por criterios programáticos, criterios pragmáticos, o criterios
partidocráticos, que pueden concurrir combinados o por separado.
Las alianzas por criterios programáticos, como su nombre lo indica, motivan sistemas de articulaciones con acuerdos ideológicos tanto en las lecturas de la realidad
como en las propuestas de sociedad. Son en esencia acuerdos por el bien común.
En cambio, las alianzas motivadas por criterios pragmáticos, son más inmediatistas y de resultados focalizados, como por ejemplo las articulaciones para
evitar una posible reelección del MAS-IPSP; así como los pactos buscados con alguna organización que garantice a otra no perder su sigla; o los acuerdos para proyectar candidaturas valiéndose de la personería de alguna organización que carece de estructura orgánica, sin importar cual sea su tendencia política.
Y los acuerdos por criterios partidocráticos, que tienen mucho de pragmáticos, se caracterizan porque relievan intereses institucionales de la vida de las organizaciones políticas, como por ejemplo lograr un número determinado de representantes en el poder legislativo, o asegurar representantes en el poder ejecutivo.
Con estos elementos puestos sobre el tapete de la reflexión, vamos a revisar las formas de articulación más representativas que se están dando en el actual proceso
electoral boliviano, como formas particularizadas en grupos con afinidades programáticas y/o pragmáticas y/o partidocráticas, y que permiten un primer escalón en
la superación de la fragmentación. Identificamos estas formas de articulación particularizada: i) articulaciones por esquemas de afianzamiento; ii) articulaciones por
esquemas de autoreferencialidad; iii) articulaciones por esquemas de entrecruzamiento en paralelo; y iv) articulaciones por esquemas de multidireccionalidad.
i) Articulaciones por esquemas de afianzamiento
Una primera forma de articulación la encontramos en la experiencia del MAS IPSP, que ya vimos, sigue desde su creación un proceso de construcción de una
articulación en unidad o coalición. Esquemáticamente su representación es como la que señalamos en el siguiente gráfico:
El MAS-IPSP es una forma de articulación programática expresada en un pacto entre el Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos, las diversas organizaciones sociales que se aglutinan en el Pacto de Unidad y sectores de clases medias e intelectuales que provienen de tradicionales corrientes de izquierda.
En la actualidad, sin la referencia de su eje articulador: el sistema de centralismo presidencialista, con inocultables tensiones internas que mantienen latente la
posibilidad de fisuras en su esquema, está logrando mantener una estructura política única. El dato no es menor en un contexto del “post-evismo”, que hacía augurar un proceso de implosión y ruptura que finalmente no ocurrió, a pesar de haberse evidenciado distintas posturas, evidentes contradicciones y públicos diferenciados
puntos de vista y actitudes respecto al proceso de pacificación, así como para la definición de las candidaturas.
En un juego estratégico de difícil explicación para una organización política que fue desplazada de un poder que ejerció monopólicamente durante 14 años
ininterrumpidos; que fue parte de una compleja y desgastante coyuntura crítica provocada por irregularidades en las elecciones de octubre 2019; y que además está
sujeta a un riguroso sistema de seguimiento, control y sanción de denuncias sobre distintos hechos en su gestión, el MAS-IPSP, en lugar de reinventarse, optó por
afianzarse en su núcleo duro y fidelizado que lo mantiene como la primera fuerza política del país. Su binomio presidencial es la evidencia de esta opción de afianzamiento, al volver a representar la articulación campo – ciudad, con recuperación de los pueblos indígenas y búsqueda de apoyos entre las clases medias.
El núcleo duro del MAS-IPSP, que en realidad es un voto integrado, militante, alineado, fanatizado y que sigue bordeando el 30% del electorado nacional, no es un
producto espontáneo, sino una construcción política y cultural planificada de unidad por pertenencia a un proyecto, así como por oposición al conjunto de organizaciones que representan otras alternativas. El MAS-IPSP se acostumbró a trabajar, desarrollarse y proyectarse en sus propios límites de organización.
ii) Articulaciones por esquemas de autoreferencialidad
Otra forma de articulación es la que se expresa en la alianza Comunidad Ciudadana (CC), que con el retiro de dos de sus principales socios: Sol.bo y Todos, CC se asienta en una sola expresión política y orgánica, en la que sus actuales componentes, el Frente Revolucionario de Izquierda (FRI) que le otorga su sigla, y los nuevos socios de la alianza, Ciudadanía Jesús de Lara (Jesuca) y Chuquisaca para Todos, además de decenas de plataformas ciudadanas que
se suman a su proyecto, se subsumen a la dirección del candidato Carlos Mesa, cuyo carisma y referente intelectual y político, se constituye en el eje sobre el que gira todo el andamiaje de la alianza.
En este sentido, la representación gráfica se expresa en una línea uniforme, de puntos y rayas que, sin denotar la existencia de un partido único, se constituye en una particular forma de adhesión a una modalidad asumida de centro democrático, que con una dinámica centrípeta está abierta a la incorporación de otras organizaciones que comulguen con su propuesta, o sostengan que CC sigue siendo una alternativa capaz de ganar las elecciones.
Parecido funcionamiento de autoreferencialidad tiene la alianza Libre 21, cuyos asociados: el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y el Movimiento por la Soberanía, admiten otorgarle al candidato presidencial, Jorge Tuto Quiroga, una palestra para su vigencia política en el proceso electoral, aun sabiendo que no tiene
ninguna posibilidad de pelear por un triunfo, por lo que de modo pragmático y partodicrático, están aspirando a sostener su sigla si alcanzan a obtener el 3% de la
votación.
iii) Articulaciones por esquemas de entrecruzamientos paralelos
Reconocemos que el nombre asignado a este esquema de articulación denota una contradicción, porque o se siguen líneas paralelas o se generan encuentros en
entrecruzamientos identificados, como se aprecia en el siguiente esquema:
De todas maneras, hemos optado por esta denominación, para representar la forma como se estructura la alianza Creemos, que es una rara expresión de entrecruzamiento de dos vertientes regionales: el movimiento cívico de Santa Cruz y el movimiento cívico de Potosí, dos departamentos radicalmente diferentes por su geografía, recursos, rol político, grado de desarrollo y aspiraciones. Visiblemente, las reivindicaciones regionales no se conjugan en un solo punto de vista sobre temas estratégicos, como por ejemplo los ambientales.
Son por lo mismo movimientos paralelos, pero que desde esta condición convergen en la cualidad de un movimiento cívico que en este caso traspone su carácter
regional, para aspirar a objetivos nacionales especialmente relacionados con la recuperación de la democracia, dando continuidad al rol que jugaron durante la coyuntura crítica de las elecciones octubre 2019, forzando la salida del presidente Morales.
En esta alianza es evidente que las organizaciones que la componen: el Partido Demócrata Cristiano (PDC), la Unidad Cívica Solidaridad (UCS) y la Agrupación
Ciudadana Camino Democrático para el Cambio, sirven básicamente de soporte legal para su funcionamiento.
Con sus particularidades, el Frente para la Victoria (FPV), organización que propone la candidatura de Chi Hyun Chung, es también una expresión de entrecruzamientos paralelos, en la medida que el candidato, como ya lo hizo en la anterior elección con su auspiciante, el Partido Demócrata Cristiano (PDC), sostiene su propia agenda que desconoce lo que propone el programa del partido que formalmente representa. Entonces, en este caso, el entrecruzamiento entre el partido-sigla y el candidato presidencial, es de un pacto de conveniencia pragmática – partidocrática unos para seguir en agenda y el otro para proyectar su línea ultraconservadora.
iv) Articulaciones por esquemas de multidireccionalidad
Se podrían llamar articulaciones en estructuras híbridas, que de hecho lo son, mientras se mantenga un equilibrio entre las distintas fuerzas que componen la alianza, sin pretender el predominio de una corriente sobre las otras, o la subsunción de alguna en las otras. Dos esquemas caracterizan su constitución:
En el esquema del cuadro superior, el eje articulador, ubicado horizontalmente en el centro, sostiene tendencias algunas a la derecha y otra a la izquierda, operando cada una desde sus propios espacios de identificación, acciones que se acercan al centro articulador en la búsqueda de proyectos compartidos y comunes.
El esquema del cuadro inferior contiene dos ejes, uno a la derecha y otro a la izquierda, que desde sus propios territorios tienen puntuales líneas de encuentro (las
líneas punteadas), que equivalen a situaciones de tolerancias más que de convivencias y/o de coincidencias ideológicas.
La alianza Juntos es una expresión de la complejidad y dificultades que supone la búsqueda de unidad en sistemas de diversa concepción política. Por una parte, como factor articulador, está la presencia de la candidata presidencial, Jeanine Añez, empeñada en una fórmula de unidad donde quepan todos. El tejido de unidad tiene un flanco a la derecha con la reposición de trayectorias compartidas entre el Movimiento Demócrata Social y Unidad Nacional, además de UNIR y TODOS, organizaciones regionales de Tarija. En cambio Sol.bo, que está en proceso de apertura e inclusión de actores populares, tiene su posicionamiento en el centro izquierda, reforzado por la organización indígena-campesina Bolivia Somos Todos (BST), con la que actúa coordinadamente en la búsqueda de mayor presencia en sectores periurbanos, campesinos e indígenas. Por otra parte, decenas de plataformas ciudadanas, de diversas regiones del país y orientaciones, se han sumado a la alianza.
Este esquema de articulación es sin duda lo más cercano a una posible unidad o alianza de las distintas fuerzas opuestas al MAS-IPSP. Su rasgo más positivo podría consistir en la fluidez de un sistema pluralista que converja en objetivos y acciones, superando la dispersión que supone la diversidad sin horizontes compartidos. Para el funcionamiento de este esquema son vitales la fortaleza del eje articulador, el reconocimiento de las propuestas diferenciadas, y los tejidos de articulación programática.
La viabilidad del voto útil y de la alianza útil
En el proceso electoral 2020, es indudable que la mayoría se va a definir nuevamente por la activación de un voto-útil cuyo control y decisión es estrictamente ciudadano. Como se sabe su aplicación en las elecciones de octubre 2019 decidió la fuerte oposición a la continuidad del régimen, expresada en un voto castigo contra el MAS-IPSP, o visto desde otra perspectiva, como un voto utilitario concentrado en la candidatura de Carlos Mesa y Comunidad Ciudadana.
No debe extrañar que sea nuevamente este mecanismo el que decida las elecciones de mayo 2020, aunque ahora la opción es menos evidente porque se
desarrolla una disputa balanceada entre Comunidad Ciudadana y Juntos, o acaso con mayor precisión, entre Carlos Mesa y Jeanine Añez.
Dos encuestas recientes, (4) muestran que la votación se concentra en el MAS IPSP (30,6% según Ciesmori y 32% según Mercados y Muestras), CC (17,6% Ciesmori y 23% Mercados y Muestras) y Juntos (16,8% Ciesmori y 21% Mercados y Muestras).
Las otras fuerzas están muy por debajo y con distribución de preferencia como en el caso de Creemos (8% Ciesmori, 15% Mercados y Muestras) concentrada básicamente en Santa Cruz, y FPV de Chi con el 6% según tanto por Ciesmori como por Mercados y Muestras.
Poniendo estos datos en el telón del arco ideológico que dibuja el espectro electoral, siguiendo los datos de Mercados y Muestras tenemos que el 76.0% se concentra en el centro y centro izquierda (MAS-IPSP centro izquierda 32%, y Juntos y CC, centro 44%); mientras que el 21% es un rebalse a la extrema derecha (Creemos, FPV); y el 3% está en el centro derecha.
Desde otra perspectiva, estos datos revelan que el 68% de quienes ya decidieron su voto, se podría definir como un voto instalado en la oposición al MAS-IPSP, o si se quiere darle otro sentido, están a favor de otro candidato. La paradoja en este caso, al no corresponderse la pretendida unidad de las oposiciones con acuerdos electorales, confiándose en que será la ciudadanía quien organice, clasifique, priorice y concentre el voto, es que el MAS-IPSP, si llegara a alcanzar su propósito de atraer votación en las clases medias, podría ganar las elecciones.
Según la encuesta Ciesmori, ante la pregunta “¿Ya tiene decidido votar?”, el 45,6% dice que no todavía. Y ante la consulta “¿Si mañana fueran las elecciones por qué candidato para presidente o presidenta Ud. votaría?”, los indecisos, más quienes no votarían y los que no saben o no responden, suman 16,2%. Este porcentaje está por debajo del que se tenía en las elecciones de octubre 2019, donde los indecisos alcanzaban al 25% aproximadamente.
Anotamos este dato por su importancia para las estrategias que, a diferencia de las elecciones de octubre 2019, en las que su prioridad era captar el voto indeciso, además del voto útil, en las elecciones de mayo 2020, la búsqueda de ampliación del voto pasa fuertemente, además, por una triple capacidad: por una parte la apertura a la incorporación de otras organizaciones políticas y ciudadanas; por otra su capacidad de expansión a nuevos sectores sociales, particularmente populares y campesinos; y finalmente, saber generar pactos con otras fuerzas políticas, activando el mecanismo de las alianzas-útiles o alianzas de conveniencia pragmática y/o partidocráticas, y eventualmente programática.
Los votos que puedan sumar Libre 21 de Tuto Quiroga y PANBOL, juntos, podrían representar un 3%, y si bien el porcentaje es poco relevante, son votos que
suman. El voto decisivo es el que se pueda concertar con la alianza Creemos que, en la posibilidad de un comportamiento ciudadano de otorgarle su voto a alguna de las fórmulas con posibilidades de ganar, mermaría considerablemente su porcentaje actual, por lo que le conviene establecer pactos, seguramente más pragmáticos y partidocráticos que programáticos. Y dada la composición de la alianza Creemos, de carácter de articulación por entrecruzamientos paralelos, no se puede descartar que sus candidatos a presidente y vicepresidente, realicen acuerdos por separado y con distintas opciones.
Con esta distribución de la tendencia y del espectro electoral, además de las características de las coaliciones existentes, es altamente probable la activación de un
mecanismo de desactivación de las organizaciones sin posibilidades de triunfo, provocando su entrismo pragmático-partidocrático a los frentes que sí tienen opciones
de ganar, operando un mecanismo al que llamamos procesos de alianza-útil, por medio de la cual algunas candidaturas sin posibilidades de triunfo electoral o de resultados que les permitan al menos salvar su sigla, opten por bajarse de la contienda electoral, ya sea como organización en pleno, o por separado algunos de sus componentes, para apoyar a las tiendas políticas con posibilidades de disputar el triunfo electoral, evitarse de este modo ser juzgados de indirecta complicidad con el MAS-IPSP, y posiblemente asegurarse algunos espacios de participación para su vigencia política. (5)
La alianza Creemos tomó la iniciativa de solicitar al Comité Cívico Pro Santa Cruz, la convocatoria a un nuevo encuentro de unidad de todas las fuerzas opositoras
al MAS-IPSP, poniendo en blanco su candidatura y solicitando a las otras fuerzas hacer lo mismo para buscar una sola candidatura. La respuesta que recibió, por ejemplo, de CC, es que la propuesta no corresponde a las organizaciones con posibilidades de un triunfo electoral. En estas condiciones, y desde el espacio de la oposiciones al MAS IPSP, pareciera ser que el camino viable es que las organizaciones con bajo porcentaje se bajen del proceso electoral y apoyen a las candidaturas o de CC o de la alianza Juntos.
De las alianzas electorales a las alianzas por la gobernabilidad
La transición electoral está imbricada con la transición gubernamental, lo que lleva a la necesidad de prever y trabajar ya en proceso electoral, elementos que
garanticen la gobernabilidad, sabiendo que ésta será compleja, tanto por las medidas que serán necesarias tomar, así como por la composición heterogénea del Legislativo.
Para esta definición, es necesario tomar en cuenta que, mientras las alianzas electorales pueden ser pragmáticas y partidocráticas, las alianzas por la gobernabilidad son por definición programáticas.
En este contexto, pensando ya no solo en resultados electorales sino en la gobernabilidad, ¿no será momento para que el MAS-IPSP además de su afianzamiento
trabaje articulaciones y convergencias con sus opuestos?, ¿no será el momento para que CC y Juntos empiecen a diseñar formas de articulación que, aunque no deriven en unidad, contemplen pactos programáticos -por construirse-?
Un recurso posible de pactos programáticos que superen los pragmáticos y partidocráticos, tendría que revisar la experiencia ya vivida entre las décadas de los
ochentas y noventas del siglo pasado, con la denominada democracia pactada, para rescatar sus bondades y superar sus falencias.
José Luis Exeni, cuando define la democracia pactada, afirma que “quizás (…) no sea más que una forma de nombrar a la democracia (representativa) enfatizando el
hecho de que, en el régimen político, de referencia, predomina una lógica de concertación (de orden más bien transaccional en la mayoría de los casos) en lugar de
una lógica amigo-enemigo o un escenario con alguna fuerza hegemónica” (6)
Y en un balance de su funcionamiento señala que entre sus falencias prevalecieron las lógicas clientelares, prebendales, patrimonialistas y el impúdico y desvergonzado cuoteo en todos los niveles del Estado, lo que llevó no solo a un desposicionamiento del modelo, sino a una pérdida de credibilidad y a niveles de
desconfianza en el funcionamiento de la propia democracia, provocando una crisis de representación en el sistema político.
Entre los elementos positivos está el sentido de la democracia pactada, consistente en un acuerdo necesario para la gobernabilidad con estabilidad política y
social. Entre otros aspectos positivos se pueden señalar la modernización institucional, y la consecución de consensos para la definición de políticas públicas.
No estamos afirmando que el destino de las articulaciones por la gobernabilidad, que deben labrarse ya en los acuerdos electorales, tienen que reproducir la experiencia de la democracia pactada; por el contrario hay que superarla aprendiendo de ella, pero asumiendo la tarea de pensar, aplicar, adecuar, inventar o crear modelos pertinentes a la realidad que nos tocará vivir en los siguientes años, que estarán además motivados por la celebración del bicentenario de la Independencia de la República.
En consecuencia, a la par de la construcción compartida de un proyecto de país que caracterice el ciclo estatal, es necesario producir ideologemas o representaciones ideológicas en las prácticas, experiencias y sentimiento social, articulando contenidos y generando procesos de comunicación y su manifestación discursiva.(7)
De manera más concreta, en la generación de pactos por la gobernabilidad, para que sean posibles realizarse en la práctica política, es necesario que los signos
lingüísticos se reconozcan como signos ideológicos, trascendiendo los propios intereses, para “(…) rellenar la falla entre la doctrina general acerca de las
superestructuras ideológicas y el desarrollo concreto de los problemas especiales”. (8)
La desarticulación entre las organizaciones políticas para encarar procesos electorales está siendo presentada como una falla doctrinal, o un desfase ideológico en
relación a las tareas históricas de unidad, por lo que se impone la tarea de construir en lo concreto, articulaciones para la gobernabilidad, trascendiendo el triunfo electoral para construir poder con hegemonía, a la par del ciclo estatal.
El escenario ha cambiado, el campo político sigue manteniendo su representación en sus opuestos, pero requiere otras alternativas en sus salidas
democráticas. Los pactos políticos son la condición de posibilidad para la profundización de la democracia, siguiendo el camino que une la transición electoral con la transición gubernamental y con la transición estatal.
Notas
1 Mayorga, Fernando, Antes y después del referendo. Política y democracia en el Estado Plurinacional, Kipus, Cochabamba, 2019, p. 22
2 El Pacto de Unidad está conformado por la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB); la Confederación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia – Bartolina Sisa; la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB); la Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente Boliviano (CIDOB); y el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ)
3 Mires, Fernando, La unidad política, en https://elucabista.com/2015/05/29/la-unidad-politica/, sitio oficial de información de la Universidad Católica Andrés Bello, Caracas. Revisado también en http://confirmado.com.ve/opinan/la-unidad-politica/, que menciona que el artículo fue publicado el 28 de mayo de 2015. Consulta realizada el 20 de febrero de 2020
4 Ciesmori, publicada el 16 de febrero de 2020 y Mercados y Muestras, publicada el 23 de febrero de 2020
5 Más allá de la redacción de este punto en sentido probabilístico, es conocido que existen ya conversaciones con líderes de CC y Juntos. De hecho, la plataforma Resistencia Kochala, miembro de Creemos, expresó públicamente su respaldo a la candidatura de Jeanine Añez.
6 Exeni Rodríguez, José Luis, Democracia impactada. Coaliciones políticas en Bolivia 1985-2003, Plural, La Paz, 2016, p. 120
7 Sarlo, Beatriz y Altamirano, Carlos. Literatura/sociedad, Ed. Edicial, Buenos Aires, 1993, consulta realizada en http://blog.pucp.edu.pe/blog/latravesiadelfantasma/2009/02/05, el 21 de febrero de 2020
8 Bajtin, M (Medvedev, P), El método formal en los estudios literarios: Introducción crítica a una poética sociológica, (trad. Tatiana Bubnova), Alianza Editorial 1era edición, Madrid, 1994, p. 46
* Sociólogo y comunicólogo boliviano, consultor internacional en estrategias de comunicación 2 Mayorga, Fernando, Antes y después del referendo. Política y democracia en el Estado Plurinacional, Kipus, Cochabamba, 2019, p. 22
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