Que el Dios Trinitario, ejemplo de vida en comunión, nos ayude a soñar con una Iglesia sinodal, donde sepamos descubrir los signos de los tiempos, y la presencia de un Dios encarnado de diferentes mo-dos, en distintos lugares. Un Dios que nos ayude a discernir su presencia y a anunciarle en todos los rincones, también entre los que más lejos se encuentran; a ser una Iglesia en salida, que va al encuentro, que escucha y dialoga con todos. Que busquemos el bien para todos los que nos encontramos cada día y sepamos traer de vuelta a la Amazonía y a todos los lugares donde estemos, todo lo vivido en el proceso sinodal, y así hacer realidad aquello que Dios espera de nosotros.
Meditar por unos momentos esta petición inicial, buscar la calma interior para entrar en este momento de conversión desde la Amazonía por las aguas de la sinodalidad, al servicio del Pueblo de Dios y sus pueblos y comunidades, y para escuchar el llamado de Dios a través de su Palabra Viva.
Fragmento de una lectura del día (cada uno es invitado a profundizar en las lecturas completas según su propia necesidad y criterio)
Jesús dijo a sus discípulos: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes». (Lucas 6,36-38).
Reflexión desde la perspectiva del proceso sinodal amazónico
La Iglesia en la Amazonía está desafiada a ser misericordiosa, para así imitar el actuar de Dios. Una Iglesia que tiene actitudes que ayudan a hacer realidad nuevos caminos que nacen de la conversión, dejando atrás actitudes tan profundamente presentes en la vida del ser humano: juzgar, condenar y poca disposición para vivir el perdón, para dar nuevas oportunidades a quien nos ha ofendido. Desde la misericordia se construyen relaciones que responden a la voluntad de Dios, que nos llevan a ver lo que nos rodea y las personas con las que nos encontramos cada día desde una mirada diferente, más propia de ese Padre en el que creemos.
El proceso sinodal ha supuesto un despertar en la Iglesia de la Amazonía, ha ayudado a buena parte de quien camina en ella de la necesidad de nuevas actitudes, nuevas miradas de la realidad, de entrar en un verdadero camino de conversión que la haga más presente en la vida de los pueblos, mas acoge-dora con quien de ella espera una actitud de cariño. Asumir lo reflexionado y hacerlo realidad en la vida de las comunidades es el desafío a ser enfrentado.
Contemplación
Contemplemos la imagen de este día y dediquemos un momento a reconocer nuestra propia vida y expe-riencia en la Iglesia y al servicio de la Amazonía pa-ra pedir luz en esta Palabra de Dios y así traer de vuelta todo lo vivido. Escribir mis peticiones particu-lares y permanecer en ellas durante este día. Hace-mos una invitación a llevar un registro de todo lo que el Espíritu suscite en nosotros como preparación interior para poder asimilar mejor el proceso sinodal.
Meditación final (documento final – sínodo amazónico, 22)
“Queremos ser una Iglesia Amazónica, samaritana, encarnada al modo en que el Hijo de Dios se encarnó: “Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (Mt 8,17b). El que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8,9), por medio de su Espíritu, exhorta a los discípulos misioneros de hoy a salir al encuentro de todos, especialmente de los pueblos originarios, los pobres, excluidos de la sociedad y los otros. Deseamos también una Iglesia magdalena, que se siente amada y reconciliada, que anuncia con gozo y convicción a Cristo crucificado y resucitado. Una Iglesia mariana que genera hijos a la fe y los educa con cariño y paciencia aprendiendo también de las riquezas de los pueblos. Queremos ser una iglesia servidora, kerigmática, educadora e inculturada en medio de los pueblos que servimos”.
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