Frei Betto*.- Dilma y yo vivíamos en la misma calle Major Lopes, en Belo Horizonte. Todos los días, camino de la escuela, pasaba frente a mi casa. Veía a mi madre cuidar el jardín y era amiga de mi hermana Teresa.
La volví a encontrar en la capital paulista, en el Presidio Tiradentes, en 1970. Ella en el ala femenina, conocida como Torre de las doncellas, y yo en la masculina. Los domingos me era permitido atravesar el portón que separaba las dos alas para hacer una celebración litúrgica con las presas políticas. En la cárcel ni los ateos prescindían de las divinas bendiciones.
Nuestros caminos se cruzaron por tercera vez en el Palacio de Planalto, en el 2003. Ella como ministra de Energía y Minas, yo como asesor especial del Proyecto Hambre Cero.
Dilma tiene un genio fuerte y mecha corta. Por eso le propuse, al comienzo de su primer cargo, aprender meditación. E incluso me llamó, pero nuestras agendas no coincidían.
Ella es una administradora, una gran gerente, sin aptitud para las mañanas de la política. Quiere decidir, no negociar. Quiere resolver, no consultar. Esa su impetuosidad dificultó su desempeño político.
Nuestro último encuentro fue el 26 de noviembre del 2014, poco después de su reelección, derrotando a la oposición. Durante más de una hora recibió, en la oficina presidencial, a Leonardo Boff, Elena Arrochellas, Luis Carlos Susin, Rosileny Schwantes y yo, vinculados a la Teología de la Liberación. Le entregamos varias sugerencias acerca de profundas reformas estructurales.
A comienzos del 2015 se hizo evidente que Dilma no iba a cumplir los puntos de nuestra agenda. Y presentí la derrota de su gobierno. Lo que ella se proponía hacer, cual aprendiz de hechicera, lo dominan las fuerzas conservadoras por ser la hechicería misma.
Asociado a lo que hay de más fisiológico en la política brasileña, Michel Temer se prestó al golpe parlamentario. Y abrió con ello un peligroso precedente: desde ahora, en el Brasil, oposición no sólo rima con deposición. Es una artimaña de la usurpación política que, de espaldas al pueblo, se apropia de la máquina del Estado.
*Frei Betto es teólogo, periodista y escritor brasileño, autor de “Calendario del Poder”, entre otros libros.
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