Frei Betto*.- El papa Francisco acogió, el pasado día 5 de noviembre, en el Vaticano, el III Encuentro Mundial de Movimientos Populares, que reunió a más de 200 representantes de 60 países. “En este encuentro expusimos la misma sed de justicia y el mismo clamor: tierra, techo y trabajo para todos”, subrayó el pontífice.
Francisco recordó que, con ocasión de su visita a Bolivia (en julio del 2015) “hablamos de la necesidad de un cambio para que la vida sea digna, un cambio de estructuras; también de cómo ustedes, los movimientos populares, son sembradores de cambio, promotores de un proceso en el que confluyen millones de grandes y pequeñas acciones, encadenadas creativamente, como en una poesía. Por eso les llamé “poetas sociales”. Y expusimos algunas tareas imprescindibles rumbo a una alternativa humana frente a la globalización de la indiferencia: a) Poner la economía al servicio de los pueblos; 2) Construir la paz y la justicia; 3) Defender a la Madre Tierra”.
Francisco resaltó que “el colonialismo ideológico globalizante trata de imponer recetas supraculturales que no respetan la identidad de los pueblos. Ustedes buscan otro camino, que es, al mismo tiempo, local y universal. Un camino que me recuerda a Jesús al pedir a la muchedumbre que se organizase en grupos de cincuenta para repartir el pan”.
El papa enfatizó lo que él entiende por terrorismo: “¿Entonces quién gobierna? El dinero. ¿Cómo gobierna? Con la amenaza del miedo, de la iniquidad, de la violencia económica, social, cultural y militar, que engendra más y más violencia, en una espiral que parece no tener fin. (…) Hay un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la Tierra y que atenta contra toda la humanidad. De ese terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados, como el narcoterrorismo, el terrorismo de Estado y el que equivocadamente algunos llaman terrorismo étnico o religioso. Pero ningún pueblo y ninguna religión es terrorista. Aunque sí se da por parte de pequeños grupos fundamentalistas. Pero el terrorismo comienza cuando se descarta la maravilla de la Creación, el hombre y la mujer, y se coloca en su lugar el dinero”.
Acerca de la tendencia global de renunciar a la libertad a cambio de seguridad, Francisco acentuó que “el miedo, aparte de ser un buen negocio para los mercaderes de armas y de muerte, nos debilita, nos desequilibra, destruye nuestras defensas psicológicas y espirituales, nos anestesia ante el sufrimiento ajeno y finalmente nos vuelve crueles”. “(…) Por eso Jesús nos dice: “No tengan miedo” (Mateo 14, 27), pues la misericordia es el mejor antídoto contra el miedo. Mucho mejor que los antidepresivos y los ansiolíticos”.
Al abordar el desempleo, el papa ponderó las iniciativas populares, señalando que “cuando ustedes, los pobres organizados, inventan su propio trabajo, crean una cooperativa, recuperan una fábrica quebrada, reciclan el material desechado por la sociedad de consumo, enfrentan las inclemencias del tiempo para vender en una plaza, exigen un pedazo de tierra para cultivar y alimentar a los hambrientos, cuando hacen eso imitan a Jesús, porque buscan el sanar, aunque sea precariamente, esta atrofia del sistema socioeconómico imperante que es el desempleo”.
Sobre el drama de los refugiados que van a Europa afirmó el papa: “Lo que sucede en el mundo de hoy es que cuando quiebra un banco inmediatamente aparecen sumas escandalosas para salvarlo, pero cuando se produce esa bancarrota de la humanidad no hay apenas ni la milésima parte para salvar a esos hermanos que tanto sufren. Y por eso el Mediterráneo se convirtió en un cementerio, y no sólo el Mediterráneo… tantos cementerios junto a los muros manchados de sangre”.
Al final de su exposición a los lideres de los movimientos populares, Francisco denunció que “la corrupción, la soberbia, el exhibicionismo de los dirigentes aumentan la falta de confianza colectiva, la sensación de desamparo y retroalimenta el mecanismo del miedo que sustenta este sistema inicuo”.
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* Frei Betto es escritor, autor de “Lo que la vida me enseñó”, entre otros libros.
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