Explica el concepto científico: “Es una dinámica perversa de abuso emocional sistemática, repetitiva, sostenida en el tiempo, que busca dañar a un chico o a una chica que se convirtió en una amenaza para otra persona en un centro de estudio”. No entiende la traducción como “acoso escolar” ya que se puede dar en cualquier centro de estudio: la jardinera, la escuela, el liceo, la facultad o el club deportivo.
Sobre su trayectoria, cuenta: “Mi interés surgió en el mobbing porque, cuando empecé a estudiar el posgrado en Recursos Humanos, fui a un congreso en el exterior y se me abrió un mundo totalmente diferente. Volví apasionada. Mi eslogan es ‘Hacer visible lo invisible’. Empecé a salir en los medios a hablar del tema y en 2012 decidí hacer un congreso internacional para mover estructuras y traer referentes mundiales. Fue el primer congreso internacional que unió las dos temáticas y permitió ver que el mobbing es, en realidad, la continuidad del bullying”.
Respecto al rol de la prensa, Giachero reconoce que ha sido muy positivo: “Siempre apoyó, ha mantenido el tema vigente y han respetado los conceptos. Cuando hice el primer congreso recuerdo que algunos periodistas querían ir por el lado alarmista, pero por suerte eso no sucedió. Cada tanto vuelve a surgir por casos que aparecen. Hemos quedado estancados en que todo el mundo entiende el concepto, pero lo ponemos afuera”, reflexiona. “No avanzamos a nivel de estrategias de prevención porque ello implicaría un paso más hacia la madurez de la sociedad, de hacernos responsables del problema. Yo soy el que retroalimenta estas dinámicas al sumarme”, agrega. En esta línea se desarrolla una campaña de prevención en Instagram (la cuenta es https://www.instagram.com/bullyinguy/) con el objetivo de promover un cambio estructural en el abordaje del tema.
Giachero señala que los centros educativos deben apostar por la solidaridad, el apoyo a las víctimas y la sanción de estas conductas. Sugiere que el CODICEN (Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública de Uruguay -ANEP-) debería instalarlo como tema de prevención. En 2016 Giachero presentó un proyecto de ley que, como explica, “propone una definición clara y una exigencia en la prevención, que consiste en un trabajo de capacitación y protocolo para desnaturalizar este tipo de violencias y mimetizarse con la víctima, no con el hostigador y, si no se cumple con esto, existe una sanción, pero si la hay, quiere decir que llegamos tarde y, por ello, nos importa tanto la prevención”. A la fecha no tiene ninguna novedad al respecto, aunque confía en la actual administración y en su nueva forma de mirar estos temas.
Según la experta, la pandemia generó dos situaciones contrarias: por un lado, las víctimas que lo sufrían en los establecimientos educativos se sintieron aliviadas de ese hostigamiento diario. Por otro, quienes lo padecían solo en la presencialidad se vieron más expuestos ya que el hostigamiento se trasladó a las redes sociales (específicamente Instagram) y a los grupos de Whatsapp. Este fenómeno generó una mayor desprotección porque invade todos los ámbitos de la vida del chico o de la chica. Giachero indica que los que se suman son los que quieren participar, mientras que quienes no toman partido (los cómplices por omisión) quedan por fuera, pero tampoco denuncian por miedo a ser atacados. La causa es el efecto mimético de los grupos: el hostigador convence a los demás de que la míctima se lo merece, se diluye la moral porque creen que lo que hacen es correcto y legitiman esa conducta. “Si el matón no tuviera cómplices que lo apoyaran, el bullying no existiría”, enfatiza.
Redacción: Sebastián Sansón Ferrari (SIGNIS Uruguay), corresponsal de SIGNIS ALC en Uruguay
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