Frei Betto*.- “No hay nada nuevo bajo el sol”, destaca el Cohelet, autor del Eclesiastés. De hecho, todo cuanto nos causa preocupación e indignación -corrupción, violencia, irrespeto a los derechos humanos, etc.- ha sucedido siempre. La diferencia está en que antes vivíamos aislados en nuestra aldea y no existían, como hoy, medios de comunicación que globalizaran la información.
Desde que fui alumno de periodismo aprendí que el perro atropellado en la calle de mi barrio me interesa más que los dos mil chinos muertos en el terremoto de Shangai. Por eso nos afecta tanto la crisis brasileña. Y por consiguiente a nuestra vida espiritual. Nos vuelve más irritables, agresivos, pesimistas. Dejamos que la emoción se sobreponga a la razón.
Todos tenemos espiritualidad, incluso los desprovistos de fe religiosa. No se debe confundir espiritualidad y religión. Ésta es una institución; aquélla una vivencia. Y hay prácticas religiosas que ya no son fuentes de espiritualidad, así como hay espiritualidades que no son religiones, como el budismo.
La espiritualidad es la fuerza interior, cultivada en la oración o en la meditación, que nos mantiene vivos. Es alimentada también por el amor que nos une a la familia, la autoestima profesional, los valores que rigen nuestras actitudes y esperanzas (sueños, proyectos, etc.) y mueven nuestros pasos en dirección al futuro.
En tiempos de crisis todos nuestros paradigmas parecen desmoronarse. Amenaza el desempleo, decepciona la política, se oscurece el horizonte utópico, los valores pierden credibilidad. Es como la turbulencia de un avión: no tenemos el control para saber cuándo cesará, y en cualquier dirección que se mire hay un inmenso vacío…
El pueblo de la Biblia conoció situaciones semejantes a la nuestra. Y escribió dos libros que expresan muy bien la espiritualidad en tiempos de crisis: Eclesiastés y Job. En el primero el autor nos invita a no dar importancia a ninguna cosa. “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Todo es pasajero. “Travesía”, que dijo Guimarães Rosa como última palabra de Grande Sertão. Veredas. Así, quien más despegado está, menos sufre. Lección enseñada por Buda cinco siglos antes de Cristo.
Job fue víctima de una crisis profunda, que le arrebató hijos, amigos, bienes y salud. Menos la esperanza. No le quedó más que la confianza en Dios. Miraba el revés del bordado y creía que las líneas asimétricas formaban un hermoso dibujo oculto a sus ojos. Hasta que comenzó a encarar los hechos bajo otro prisma. Dios, al que conocía solamente de “oír hablar” de él, se volvió una presencia amorosa en su vida.
La crisis no es un accidente del camino. Es la esencia del camino. Son los “dolores de parto” de la Creación, en opinión del apóstol Pablo. Ante la crisis la espiritualidad nos da sustento y aliento, sobre todo cuando la encaramos desde la óptica histórica, como enseñó Jesús a los discípulos de Emaús.
Tanta desgracia alrededor -miseria, terrorismo, asesinatos- indujo a un hombre indignado a querer romper el silencio de Dios: “Y tú, Señor, ¿no haces nada?” y él respondió: “¡Ya lo hice. Tú!”
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* Frei Betto es escritor, autor de “Fidel y la religión”, entre otros libros. (13.07.16)
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