Con sus gestos, dejó clara la importancia de ir a las periferias.
Francisco, un Papa que incomoda por su fidelidad al Evangelio
Bárbara Fraser*.- Los peregrinos llegaron de Venezuela y Colombia, de Argentina y Chile. Una mujer de 92 años viajó a Quito desde la sierra del Perú. Algunos buscaron sanación. Otros sencillamente querían ver al hombre que admiraban, o por los cambios que está haciendo en la Iglesia o por ser el primer papa de un país latinoamericano-el primer pontífice “suyo”.
En su visita a Ecuador, Bolivia y Paraguay, el Papa Francisco hizo lo que les ha exigido a los obispos, acercándose a los enfermos, los ancianos, las personas con discapacidades, abrazando y dejándose abrazar por los niños que esquivaron los controles y llegaron a su lado.
Con sus gestos, dejó clara la importancia de ir a las periferias, de actuar con compasión, de luchar contra las inequidades y las injusticias, de responder a las necesidades de los hermanos y las hermanas más humildes, de acabar con una mentalidad que permite que haya personas desechables, de tratar con respeto a cada persona, por la dignidad que tiene todo ser humano ante Dios.
Los lugares escogidos para sus visitas y discursos reflejaron el desafío planteado en el Evangelio de Mateo: el notorio penal de Palmasola en Santa Cruz, Bolivia; un hospital para niños en Asunción, Paraguay; un albergue para ancianos desamparados en las afueras de Quito, Ecuador.
Se presentó y fue recibido como pastor que conoce los dolores y las alegrías, los problemas y la solidaridad de la gente que se encuentra en todo tipo de periferia. Quizás su expresión más conmovedora se manifestó en su discurso a los reos de Palmasola: “No tengo mucho más para darles u ofrecerles, pero lo que tengo y lo que amo, sí quiero dárselo, sí quiero compartirlo: es Jesús, Jesucristo, la misericordia del Padre”.
Aunque el propósito de su visita haya sido pastoral y no político, la imposibilidad de desvincular los dos, si uno quiere ser fiel seguidor de Jesús, quedó claro en los temas que abordó en los tres países. En Ecuador, donde se dio una tregua de tres días en las manifestaciones en contra al gobierno del Presidente Rafael Correa, el Papa Francisco instó al diálogo para buscar soluciones. En Bolivia, habló de la unidad y el compromiso social que brota del compromiso de fe. Y en Paraguay, mencionó la corrupción y llamó a buscar el bien común. En uno de sus últimos discursos, subrayó la responsabilidad que tiene cada cual en la construcción de una sociedad más justa: “¿El Papa a quién le dijo eso?”‘-dijo-“A mí”. Cada uno, quien sea: “A mí”.
Pero quizás su mensaje contundente e inquietante fue el discurso ante las y los representantes de los movimientos sociales reunidos en Bolivia. Allí planteó tres grandes tareas: poner la economía al servicio de las personas, unir a los pueblos en el camino de la paz y la justicia, y defender la madre tierra.
A fines de setiembre, llevará ese mensaje a los Estados Unidos, donde además de participar en el Encuentro Mundial de Familias se dirigirá al Congreso de ese país-la primera vez que un papa se ha presentado ante los legisladores-y a la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Que su mensaje incomode ya está patente en los comentarios de algunos legisladores, sobre todo del Partido Republicano, que lo critican por abordar temas como los de la economía y el cambio climático. Una encuesta indica que el nivel de aprobación del Papa Francisco en EEUU ha bajado desde su viaje a América Latina. Sin embargo, se mantiene relativamente alto, y sus palabras siguen generando titulares en los principales medios de ese país.
Lo que nadie puede criticar es su coherencia. Como pastor, ha caminado entre los más marginados, ha luchado con y por ellos, ha compartido su sufrimiento y sus alegrías. Eso le da una credibilidad que pocos políticos se pueden reivindicar. Queda por ver qué impacto tendrá en las decisiones que se toman en las instancias internacionales que fijan las reglas de la economía de un mundo globalizado, pero sus palabras les da aliento las personas-y no solo a los católicos-que unen sus esfuerzos, sus visiones y sus sueños para forjar un mundo mejor. Al final, lo que predica el papa no es nuevo. Es la doctrina social de la Iglesia, el mensaje de varias encíclicas desde los años 60, y el mensaje del Evangelio, que sigue incomodando hasta el día de hoy. La respuesta depende de todos/as nosotros/as.
* Periodista y Editora Internacional de Catholic News Service
Artículo publicado en el Boletín Punto de Encuentro- Agosto 2015
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