Iglesia católica latinoamericana preocupada por fenómeno migratorio y trata de personas
Obispos, sacerdotes diocesanos, religiosos, religiosas, laicos y laicas de América Latina y El Caribe expresaron su preocupación por la “grave situación que viven las personas migrantes, refugiadas, víctimas de trata, sobre todo en esta región del mundo”. En la declaración final del Seminario Latinoamericano sobre Migración, Refugio y Trata de Personas, que se llevó a cabo del 14 al 17 de septiembre pasado, se considera urgente “una revisión profunda del sistema capitalista neoliberal que antepone el mercado a la persona humana”, que es causante de la ola migratoria.
Según el documento, el “sistema actual no ofrece condiciones para una vida digna para la mayoría de la humanidad. Debemos abocarnos a la búsqueda de un orden internacional que pueda ofrecer a toda persona el mínimo necesario para una vida digna: tierra, techo y trabajo”, conforme propone el Papa Francisco en la Encíclica Laudato Si.
En el comunicado conclusivo del seminario se denuncia que “gran parte de la sociedad en los países de acogida y tránsito adopta actitudes xenófobas y racistas muchas veces basadas en la desinformación y la manipulación de sectores interesados”. Así también responsabiliza al “sistema financiero internacional” como causante de la crisis humanitaria que se genera por la migración forzada, por reducir “a la pobreza y miseria a la mayoría de la humanidad”.
De igual manera considera que las “empresas transnacionales, en particular las extractivistas, degradan el medio ambiente y provocan con ello enormes desplazamientos forzados”.
En la Declaración de Honduras “Porque anduve forastero y me recibiste” (Mt 25, 35), se hace un llamado a los Estados a adoptar “políticas de integración y protección a los derechos humanos”, que permitan incrementar “la recepción de personas con necesidad de protección internacional, promuevan una alternativa a la detención de migrantes irregulares, eliminen toda agresión en el momento de la deportación y busquen la regularización migratoria a quienes ya se encuentran de manera irregular en los países de destino”.
También se destaca la necesidad de “dar especial atención a los niños y niñas migrantes, eliminando de raíz la práctica de ingresarlos en los centros de detención, y muy por el contrario asegurar que puedan experimentar la hospitalidad y el disfrute pleno de sus derechos”.
En la declaración final se reconoció también “con dolor que las iglesias, organizaciones de la sociedad civil y organismos internacionales no hemos dado una respuesta suficiente a tan grave crisis”, por lo que recomendó que los “discípulos misioneros y todo hombre y mujer de buena voluntad deben asumir una actitud de acogida y hospitalidad para con los migrantes, retornados, solicitantes de asilo, refugiados y víctimas de trata y tráfico de personas y sean ellos los protagonistas del cambio”.
“Las religiones, iglesias y en particular nuestras comunidades católicas están obligadas por mandato divino a promover y dar ejemplo de acogida y hospitalidad”, dice el documento, en el que expresa también la decisión de “dar los primeros pasos para la creación del CONSEJO LATINOAMERICANO DE MOVILIDAD HUMANA Y REFUGIO (CLAMOR), organización que articulará los esfuerzos de las diversas realidades de la Iglesia en favor de los hermanos y hermanas en situación de Migración, Refugio y víctimas de trata”.
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