Según el investigador, restaurar los ecosistemas forestales es una estrategia clave en la lucha contra las manifestaciones del cambio climático, dada la pérdida de biodiversidad y desertificación a la cual se enfrenta hoy el mundo. Adicionalmente, el desarrollo de estas iniciativas les ofrece oportunidades a las comunidades involucradas en dichos procesos, resultado de los productos y servicios que genera esta práctica.
Esta población, en donde se extrae oro, platino y plata, está ubicada al occidente del municipio de Condoto, en la subcuenca del río Opogodó, en jurisdicción del consejo comunitario mayor de Condoto.
Para el estudio fueron delimitadas 20 parcelas de 500 metros cuadrados de superficie, en las cuales se registró y midió la vegetación según la altura de los árboles, y los resultados fueron contrastados con los de un bosque testigo.
La investigación se soportó teniendo en cuenta diferentes sitios de “recuperación” que habían sido intervenidos con minería a cielo abierto. Ramírez, tuvo en cuenta un área de bosque con más de 30 años de sucesión y recuperación; otra con 15 años y una más con 5 años. Esta última rodeada de un bosque testigo sin evidencias de actividad minera.
Esto le permitió al investigador determinar que después de 30 años la comunidad vegetal se encuentra aproximadamente en un 50 por ciento de sus condiciones iniciales en cuanto a la composición florística, aunque esta nueva comunidad es completamente diferente a la del bosque testigo. Según Ramírez, esto evidencia que la actividad minera ocasiona una serie de transformaciones que hacen bastante improbable que se retorne a la condición inicial del bosque pluvial (húmedo).
En la zona de estudio aún existen áreas con una densa cobertura vegetal en las que no ha habido intervención antrópica, y se encuentran árboles con alturas entre 30 y 45 metros. También, dice, fueron halladas numerosas especies de palmas, entre ellas, la Mauritiella macroclada, endémica del Chocó biogeográfico.
El estudio de Ramírez remarca en que si continúa la incorporación de nuevos territorios a la actividad minera a gran escala, los efectos perturbadores sobre la biodiversidad y los servicios ecosistémicos irán en aumento.
Destaca, además, que la restauración de las áreas que han sido afectadas por este tipo de actividad requiere de planificación, pues su éxito no depende solo de plantar árboles, sino de una proyección cuidadosa que se debe basar en los conocimientos científicos necesarios para que los ecosistemas degradados efectivamente puedan sobrevivir y recuperarse de las diferentes presiones abióticas, bióticas y sociales.
Fuente: No a la Mina/ Semana Sostenible
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