Carlos Ayala Ramírez *
El año pasado el mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz tuvo como ejes temáticos el diálogo entre generaciones, la educación y el trabajo como instrumentos para construir una paz duradera. En 2023, el lema del mensaje es “Nadie puede salvarse solo. Recomenzar desde el COVID-19 para trazar juntos caminos de paz”. Se trata de una exhortación para que pueblos y naciones vuelvan a poner la palabra “juntos” en el centro. Para el papa Francisco es juntos, en la fraternidad y la solidaridad, que podemos construir la paz, garantizar la justicia y superar los acontecimientos más dolorosos.
El mensaje retoma una de las intuiciones novedosas del Concilio Vaticano II que afirma que, el designio divino, es salvar a la humanidad no individualmente, sino como pueblo, en comunidad (cf. Lumen Gentium, n.9). En esta línea el mensaje señala que la mayor lección que nos deja en herencia el COVID-19, es la conciencia de que todos nos necesitamos; de que nuestro mayor tesoro es la fraternidad humana. Por tanto, “es urgente que busquemos y promovamos juntos los valores universales que trazan el camino de esta fraternidad humana”. En este sentido se recuerda que las respuestas más eficaces a la pandemia han sido aquellas en las que grupos sociales, instituciones públicas y privadas y organizaciones internacionales se unieron para hacer frente al desafío, dejando de lado intereses particulares.
En el contexto de una crisis sanitaria todavía no superada, aparece otro virus más difícil de vencer: la guerra en Ucrania que, según el papa Francisco, en parte es comparable al COVID-19, porque propaga inseguridad de forma generalizada e indiscriminada en todo el mundo. Por tanto, explica el Papa, “no es la era post-COVID que esperábamos o preveíamos… esta guerra, junto con los demás conflictos en todo el planeta, representa una derrota para la humanidad en su conjunto y no solo para las partes directamente implicadas”.
Desde la ética de la responsabilidad, el cuidado y la compasión, el Papa nos lanza tres desafíos formulados en preguntas esenciales: ¿Qué hemos aprendido de esta situación pandémica? ¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para seguir adelante e intentar hacer de nuestro mundo un lugar mejor? En definitiva, ¿cómo trazar juntos caminos de paz? El Papa propone medidas que vayan a la raíz de las crisis y que posibiliten un mundo nuevo en paz.
En esa línea se habla de garantizar la sanidad pública para todos; promover acciones de paz para poner fin a los conflictos y guerras que siguen generando víctimas y pobreza; cuidar nuestra casa común y aplicar medidas claras y eficaces para hacer frente al cambio climático; luchar contra el virus de la desigualdad y garantizar la alimentación y un trabajo digno para todos, apoyando a quienes ni siquiera tienen un salario mínimo y atraviesan grandes dificultades; desarrollar, con políticas adecuadas, la acogida y la integración, especialmente de los migrantes y de los que viven como descartados en nuestras sociedades.
El desarrollo de esas acciones implica un cambio de mentalidad y una mentalidad de cambio. De ahí que, en principio se pide, dejarnos cambiar el corazón por la emergencia que hemos vivido, es decir, permitir que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo y de la realidad a través de este momento histórico. En otras palabras, superar nuestra cerrazón y abrirnos a las exigencias de la realidad.
Pero, según el mensaje del Papa, también necesitamos una mentalidad de cambio. Ha llegado la hora, proclama Francisco, “de que todos nos comprometamos con la sanación de nuestra sociedad y nuestro planeta, creando las bases para un mundo más justo y pacífico, que se involucre con seriedad en la búsqueda de un bien que sea verdaderamente común”.
En pocas palabras, el mensaje de la 56ª Jornada Mundial por la Paz, 2023, nos ha recordado por qué falta la paz en nuestro mundo, y la asocia a los problemas generalizados de desequilibrio, injusticia, pobreza y marginación que alimentan el malestar y los conflictos sociales. A su vez, ha planteado que “solo la paz que nace del amor fraterno y desinteresado puede ayudarnos a superar las crisis personales, sociales y mundiales”. Y en coherencia con mensajes anteriores se presenta la fraternidad y la solidaridad como el fundamento y camino de la paz, como la condición para contrarrestar la pobreza y la injusticia, como el espíritu que conduce a una ética del encuentro y el cuidado.
Francisco reitera en que “ya no podemos pensar sólo en preservar el espacio de nuestros intereses personales o nacionales, sino que debemos concebirnos a la luz del bien común”. Estamos llamados, pues, a ser constructores de paz en fraternidad y solidaridad.
* Profesor de la Escuela de Liderazgo Hispano de la Arquidiócesis de San Francisco, CA. Facilitador del Certificado de Liderazgo Hispano del Boston College. Profesor jubilado de la UCA de El Salvador. Exdirector de Radio Universitaria Ysuca.