Muchas instituciones de la región, promueven acciones conjuntas en torno a la preservación.
Estos días veía con mucha preocupación informaciones sobre la amazonia, que es el pulmón de nuestro continente y del mundo. Pero como todas las reservas naturales, de una u otra forma, se encuentran amenazadas por intereses económicos y políticos, y por la necesidad de explotar su riqueza de su flora y fauna.
La amazonia tiene un área de más o menos 7,01 millones de kilómetros cuadrados, que corresponde al 5% de la superficie de la tierra y al 40% de América Latina. Contiene 20% de la disponibilidad mundial del agua dulce no congelada; abriga el 34% de las reservas mundiales de bosques y una gigantesca reserva de minerales; 30% de las especies de la fauna y flora del mundo.
No sé si nos damos cuenta, pero parte de nuestro territorio también es amazónico, sin embargo muy pocas veces hemos escuchado una preocupación por parte de representantes de Estado. No obstante, en los últimos años muchos activistas medioambientales y también agentes de pastoral de varias iglesias han mostrado un interés para poder comprometerse en la defensa de esta riqueza natural.
Muchas instituciones de la región, promueven acciones conjuntas en torno a la preservación, conservación y cuidado del medio ambiente natural y humano en la Amazonía. El fundamento es porque no se trata solo de vegetación o fauna animal, sino también de grupos humanos, particularmente de pueblos indígenas a los cuales se les ha violentado todo derecho a tener la tierra y vivir en su hábitat natural. La Iglesia católica siempre ha hablado y ha obrado en relación a estas experiencias de promoción humana y dignificación del ser humano y su entorno. Eso lo expresaron a través de varios documentos.
Muchos agentes de pastoral y obispos han insistido en que debemos hacer una mayor presencia pastoral en las poblaciones y grupos humanos existentes en la Amazonía, con propuestas claras de diálogo intercultural y visión cristiana; seguir buscando un modelo de desarrollo alternativo, participativo, sostenible, integral y universal en torno a los temas de la Amazonía, basado en la ética que incluya la responsabilidad por una auténtica ecología natural y humana; hacer incidencia hacia la aprobación de políticas públicas con participación ciudadana que fomente el cuidado de la creación.
Eso quiere decir que hay mucha actividad, sin embargo no llega hasta oídos de muchos responsables de nuestros países latinoamericanos. Los conflictos violentos sobre los derechos de la tierra son comunes en la región, donde se sabe que agricultores y hacendados ricos contratan a hombres armados para intimidar a los indígenas a irse de tierras que el gobierno ha reservado para su uso.
Por eso últimamente hubo un encuentro en la amazonia brasileña, que reunió a obispos, laicos, coordinadores pastorales y responsables de varias organizaciones religiosas y laicas. En este encuentro se compartieron una serie de relatos muy dolorosos, voces proféticas, que piden a gritos, sobre la difícil situación en la que viven los pueblos indígenas, y la amenaza que viven sus tierras amazónicas. Ahí surgen nuevos desafíos pastorales, donde los actores sociales y las organizaciones sociales son parte de esta necesidad urgente.
Ciertamente, hay muchas causas que originan esta realidad. El Papa Francisco dijo: “el dominio del mercado único, el individualismo típico de la cultura actual y la violencia urbana que han destruido lazos y las relaciones tradicionales”. Pero además existe una preocupación con relación a la naturaleza, esta es una obra de Dios, el Papa ha insistido hacia un “respeto y protección de toda la creación que Dios le ha confiado al hombre, no para que sea explotada indiscriminadamente, sino más bien para ser convertida en un jardín”.
En este sentido hoy todos tenemos una preocupación por proteger y mirar la realidad de la amazonia. Por casa nos falta más esta reflexión. No podemos ignorar que en nuestros países existen territorios que deben ser protegidos, y por lo menos nominalmente los Estados los respetan. Pero como sabemos, muchas veces, las comunidades tradicionales han sido prácticamente excluidas de las decisiones sobre la riqueza de la biodiversidad y la naturaleza. La naturaleza ha sido objeto, y todavía lo es, de agresiones.
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Escribe: Guillermo Siles Paz, OMI
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