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MEDIOS CATÓLICOS

SIGNIS ALC

01 julio 2020

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La carrera digital de los medios católicos, sus retos y fracasos

La carrera digital de los medios católicos, sus retos y fracasos

José Antonio Varela Vidal*

Corría el año 1988 y, en un encuentro de comunicadores católicos en Lima, un lúcido conferencista decía: “Estimo que estamos perdiendo bastante tiempo en el asunto de los satélites, un tiempo que será siempre más difícil de recuperar”.

 

Esta afirmación, de por sí pesimista, era producto de la resignación, pues la Iglesia veía cómo se le iba de las manos la posibilidad de subirse al tren del desarrollo satelital de las comunicaciones. Para todos era claro que los altos costos del sistema, junto a la alta especialización que requería acceder a su señal, hacía imposible que estuviera entre las prioridades pastorales, menos aún para un país en vía de desarrollo.

Sin embargo, no había terminado de colgar el teléfono dicho conferencista y ya, en 1991, el mundo empezaría a asombrarse con la aparición pública de la World Wide Web (WWW) o Red informática mundial, aquel lenguaje de hipertexto “que permitiría vincular y acceder a información de diversos tipos como una red de nodos, en los que el usuario puede navegar a voluntad”, tal como lo definieron sus creadores Tim Berners-Lee (británico) y Robert Cailliau (belga).

 

El sistema era también costoso, aunque menos, pero se abriría una nueva brecha, esta vez de tipo digital que, si bien se ha venido acortando después de casi treinta años, aún no permite acceder a la información “a voluntad”, tal como lo pronosticaron sus inventores.

 

Una iglesia conectada

 

Si nos remontamos a los documentos de la Iglesia, en la década del noventa, el papa san Juan Pablo II firmaba sus mensajes sobre las comunicaciones sociales con énfasis en los medios y la familia, la cultura, la mujer y acerca del uso de los videocasetes y el fomento del cine de valores. Posteriormente, los últimos mensajes previos al año 2000, constituyeron una tríada trinitaria sobre el anuncio evangelizador a puertas del tercer milenio.

 

No sería hasta los años 2001 y 2002 en que vería maduro y oportuno abordar directamente el tema de internet como parte de un mundo globalizado. Esto a pesar de que la Santa Sede ya había inaugurado su sitio web de informaciones hacia 1993, durante aquellos tiempos en los que no podías navegar en la red y hablar por teléfono al mismo tiempo.

 

La web vaticana o de otros entes eclesiales que fueron zambulléndose en la red, tenían como objetivo compartir información. Y no propiamente para el anuncio de la buena nueva, para transmitir celebraciones litúrgicas o acompañar a distancia, tal como se hace hoy. Es un hecho que la tecnología no permitía realizar todo lo que aprovechamos hoy, pero no todos exploraban más allá.

 

Gritar desde los techos

Con el tiempo, se dio el boom de la presencia de la Iglesia mediante webs de todo tipo, ofreciendo contenidos multimedia y colaborativos gracias a la irrupción en el 2004 de la Web 2.0 (aplicativos, redes sociales, alojamientos de audio, fotos y videos, wikis, blogs…), lo que convirtió literalmente al “emisor en su propio mensaje”.

 

Esto ha traído un verdadero alivio por la independencia que otorga frente al muy decaído sistema de concentración de medios, en general mercantilistas, ideologizados o bajo censura. Sin embargo, a la vez responde a un modelo de comunicación de alto riesgo, por el desenfreno de la información ofrecida, que en el peor de los casos es falsa, anárquica o acosadora.

 

Ante estas alarmas, y tal como enseña san Pablo a los Gálatas, de que “No nos cansemos de hacer el bien”, la Iglesia ha dado pasos colosales en el ciberespacio. El que menos, se deja llevar por un impulso apasionado y ardoroso para que sus contenidos cristianos reciban más y más likes, convoque a seguidores, obtenga más visualizaciones y sea compartido por la mayor cantidad de usuarios, que premian de este modo su satisfacción.

 

Vemos así cumplida la profecía dicha cien años atrás por el beato Santiago Alberione, fundador de la familia paulina: “Llevar la palabra de Dios, a los hombres de hoy, con los medios de hoy”.

 

La prensa en la red

 

Dentro de este gran espectro se ubica una disciplina, que por su labor divulgativa, debería llevarse el título de ser la profesión más antigua del mundo: el periodismo. Lo hay de todos los pelajes, sea social, político, económico, ambiental o religioso.

 

Son estos últimos, los periodistas católicos, unos héroes de hoy debido a que, en medio de los ataques y desprecio que viene recibiendo la Iglesia y sus pastores en las últimas décadas -por motivos que bien se conocen-, les toca a ellos mantener vigente la condición de buena noticia que debe ser siempre la iglesia, a fin de que “La luz brille en las tinieblas” (Jn. 1,5). Por eso, llama la atención cómo de modo prágmático, algunos suprimieron las ediciones impresas de los periódicos católicos, aún antes de la cuarentena, debido a que encontraban de este modo una manera de ahorrar dinero. “Se ha puesto a la economía por encima del evangelio”, frase con la que editorializó El Observador de la Actualidad de la diócesis mexicana de Querétaro, citando al director de la revista estadounidense America.

 

En estos tiempos de conectividad total, donde aún existe una brecha para algunos adultos mayores, los enfermos o los presos (y ni qué decir de quienes cuidan sus datos de internet como oro en polvo), la edición impresa sigue cumpliendo con un rol apostólico insustituible. Abandonarlos, sería “escapar por la puerta trasera”, como concluye el editorialista mexicano.

 

Por tanto, su importancia y vigencia deben sostener los esfuerzos a favor de la prensa católica impresa, apoyándose incluso en quienes tienen un rol en la empresa privada como anunciantes, el apoyo con suscripciones, campañas, etc.

 

Ni copiar ni pegar

 

Si hay algo que se quiere encontrar en este tipo de prensa confesional -digital o impresa-, es autenticidad y verdad. Pero según lo que ha enseñado el papa Francisco en los últimos años, también debe contribuir a formar comunidades y debe ser un valioso depositorio de historias que, como la biblia, edifiquen, motiven y salven.

 

A fin de analizar el último mensaje del santo padre, difundido durante la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2020, un grupo de comunicadores católicos de la arquidiócesis de Lima organizaron en mayo último un webinar, donde tuvieron voz propia cuatro comuunicadores y periodistas de diversos países.

 

En el panel participaron la hermana Jessica Mostacero, religiosa de las Hijas de San Pablo de Bolivia y el periodista Jorge Domínguez-López, editor del periódico Nuestra Voz de la Diócesis de Brooklyn-EEUU. Asimismo, los periodistas Rosa Die Alcolea, editora en español de la Agencia de Noticias Zenit desde España y Franco Segura, director del Portal de Noticias Perú Católico.

 

Dada su relevancia, y en vista que son católicos comprometidos con el anuncio de la buena noticia en la prensa, rescatamos lo esencial de sus intervenciones.

 

La hermana Mostacero explicó el marco teórico del mensaje del papa, cuya clave de lectura es la invitación a tejer historias, sean estas buenas o malas. Por ello, debemos tener tres actitudes importantes: la valentía para tomar conciencia, la paciencia y el discernimiento.

 

Por su parte, el periodista Jorge Domínguez-López manifestó que el reto de su labor es recordar las raíces cristianas de los pueblos allí presentes, y a reflejar las tradiciones y devociones que alimentaron la fe de los inmigrantes desde la niñez, junto a la historia de la Iglesia local.

 

La periodista Rosa Die dijo que ella selecciona para los lectores aquellas noticias, artículos importantes e historias cercanas y comunes, que les ayudan a acercarse a Dios. Y que cuanto más legible, amenas y comprensibles sean nuestras palabras y estructuras, el lector se sentirá más cerca del autor.

 

A su turno, el director del portal de noticias Perú Católico y también periodista, Franco Segura, explicó que no todas las historias son buenas, mencionando que casi no nos damos cuenta de cómo nos volvemos ávidos de chismes y de habladurías y de cuánta violencia y falsedad consumimos. ¿Cómo reconozco una historia buena?, preguntó. “Cuando te llena el corazón”.

 

Por último, corresponde a las instancias diocesanas y parroquiales, a las escuelas, movimientos y congregaciones religiosas, promover y salvaguardar la prensa católica, que es parte consustancial de la Iglesia moderna y contemporánea.

 

* Periodista peruano, colaborador de SIGNIS ALC

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