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La pandemia y la infodemia

SIGNIS ALC

11 diciembre 2020

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La pandemia y la infodemia: ¿Cómo combatir el virus de la desinformación?

La pandemia y la infodemia: ¿Cómo combatir el virus de la desinformación?

Andréia Gripp*

 

El primer caso del nuevo coronavirus (SARS-CoV2), identificado el 31 de diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, China, desencadenó no solo la pandemia delCOVID-19, sino una infodemia de una proporción tan aterradora como la propia enfermedad. Paralelamente, se produjo un aumento de la desinformación, favorecida por la rapidez con la que ahora es posible compartir mensajes a través de redes sociales y aplicaciones. La lógica del mercado que domina actualmente a la sociedad favorece el fenómeno.

 

La infodemia y la desinformación producen miles de víctimas a diario y han sido tan difíciles de combatir como el coronavirus. La desinformación tiene una arquitectura bien conocida: es contenido producido intencionalmente, reproducido en masa para beneficiar a alguien o algún interés particular, a menudo vinculado al hiperpartidismo. Se difunde por redes y sitios web que transmiten la idea de ser serios, de carácter periodístico, exentos, pero en realidad son partidarios.

 

Su difusión se ve favorecida por la cultura de los medios digitales y crece en un contexto social polarizado, lo que le confiere unos “súper poderes”: persistencia, reproducibilidad, buscabilidad y escalabilidad. Después de todo, vivimos en un mundo en tiempo real, o en línea, en el que la llegada de Internet ya se consolidó y provocó grandes transformaciones en las relaciones sociales (1). La mediatización de la sociedad, potenciada por la llegada de Internet, es un fenómeno que moldea a la sociedad y produce nuevos patrones de sociabilidad, configura una nueva cultura. Un proceso que ocurre incluso cuando no estás usando un medio de comunicación, porque en una sociedad mediatizada, todo lo que se hace pasa a organizarse según la lógica de los medios (2).

 

La cultura urbana en la cual vivimos es moldeada por las tecnologías de comunicación, que es básicamente informacional, pues organiza el sistema productivo en torno de principios de maximización de la productividad y difusión de tecnologías de información. Esta nueva realidad reestructuró el modelo capitalista de producción (3).

 

Byung-Chul Han afirma que el ser humano está desprogramado por medio de los nuevos medios, sin que pueda “comprender plenamente ese cambio radical de paradigma. “Nos arrastramos detrás de los medios digitales, que se quedan cortos en la decisión consciente, transforman decisivamente nuestro comportamiento, nuestra percepción, nuestra sensación, nuestro pensamiento, nuestra vida en conjunto” (4), dice el autor, concluyendo que esa situación provoca en las personas una cierta embriaguez, genera una ceguera y estupidez ante la realidad. “Esta ceguera y estupidez simultánea constituyen la crisis actual.”(5)

 

Internet moldea la forma de vida del hombre contemporáneo, porque no es un mero instrumento de comunicación, es un entorno, con un modo de vida propio, que expande su configuración a otros entornos y configura una nueva cultura. Esta nueva cultura trae consigo una forma de ser, pertenecer, relacionarse, construir conocimiento, comunicar, difundir, producir y percibir el mundo.(6)

 

Los medios como ambiente es el tema de estudio de Muniz Sodré. Él afirma que estamos ante una nueva ecología simbólica, que crea un nuevo bios y un nuevo ethos, al que llama mediático / mediatizado. En él reside y se relaciona el ser humano al que Vicente Goscila llama “Homo media”, un individuo que “no solo está entre los medios, sino que con ellos y en ellos interfiere”.(7)

 

Sodré defiende que la sociedad contemporánea se rige por la mediatización (8). Según él, el bios, compuesto por el afecto, el sentir, el ver y el oído, es una dimensión existencial atravesada por la técnica, que transforma las nociones de espacio y tiempo. En términos prácticos, esto significa que: los medios de comunicación guían la vida del hombre: lo que siente, lo que hace, lo que piensa, lo que le gusta, cómo se relaciona, cómo trabaja, cómo vive. El ethos, en cambio, es el ambiente afectivo (emociones, sentimientos, actitudes) en el que se mueve una determinada formación social. Se explica por costumbres, hábitos, reglas y valores, que regulan el sentido común.(9)

 

Mássimo Canevacci afirma que el fenómeno de las tecnologías digitales, al generar formas de comunicación variadas y fluidas, modifica la vida en las ciudades, especialmente en las metrópolis. Los años 70, según él, marcaron el inicio de una importante transición que aún está en marcha: el paso de la ciudad industrial a la ciudad comunicacional (metrópolis); transición a una vida urbana basada mucho más en el consumo y la comunicación (marcado por el cambio en la percepción del espacio – tiempo y el pluralismo y pluricentrismo), que trae una “multiplicidad de voces autónomas que se cruzan, relacionan, se superponen unas a otras, se aíslan o se contrastan, en un simple fenómeno de ‘dar voz a muchas voces’”.(10)

 

Han llama a este fenómeno de “enjambre digital”, formado por individuos singularizados. Ya no existe una masa en la que los individuos se funden en una nueva unidad. “Los individuos que se juntan en un examen no desarrollan ningún nosotros. […] El clúster digital, a diferencia de la masa, no es en sí mismo coherente.”(11) En este contexto, “el socius [“ social ”] da paso al solus [solo].(12)

 

El exceso comunicacional lleva, por tanto, a la disminución de la capacidad de escuchar y atender al otro, reforzando el individualismo y el narcisismo, posibilitando que por la comunicación se creen espacios de incomunicación.

 

Este cambio provoca la sensación de que estamos viviendo en tiempos de incertidumbre, porque todo en el mundo digital es fluido y sufre cambios acelerados. La gran velocidad con la que se propagan las informaciones y la apreciación del sentido de la visión, con una explotación excesiva de colores y formas, han producido un estrés social, característico de la infodemia.(13)

 

Además, la interactividad y circularidad que marcan la cultura mediática digital, con mayores tasas de intercambio entre desconocidos a través de las redes tecnológicas, provocó un proceso de reintermediación de los flujos de comunicación. Esta realidad llevó al empoderamiento del individuo común y al desempoderamiento de los centros / instituciones. Aparece “EU.COM”.

 

En la lógica de “EU.COM”, de personalización, le corresponde al individuo divulgar sus ideas, opinar, interactuar, cuestionar directamente – con la mediación de Internet – a los productores y gestores de contenidos. Todos son productores y editores. El mensaje divulgado en el ambiente digital ya no es propiedad del emisor. Una vez que un mensaje se coloca en Internet, en la red digital, ya no está bajo el control de la persona que lo publicó, ni sus consecuencias: cómo se recibe, cómo se modifica / desarrolla y si se replica y retransmite depende de la red. El público ganó el status de editor.

 

Se rompió el modelo tradicional de comunicación, definido como lineal: del emisor al receptor, en un solo sentido, a través de un canal. Manuel Castells afirma en su libro “La galaxia de Internet” que en la cultura creada por los medios digitales hay dos valores esenciales: la comunicación libre y la formación autónoma de redes, con posibilidad de auto-organización, auto-publicación y construcción de significado.(14)

 

El mensaje que se difunde en el entorno digital no es propiedad de nadie. Cualquiera es libre para comentar, reescribir, aumentar, disminuir y cambiar el original sin tener que pedir autorización, porque en la red se puede debatir cualquier idea y se puede cuestionar a cualquiera. Todo archivo digital es compartible y modificable. Las verdades no son absolutas. El conocimiento es compartido y construido con la participación de todos, expertos o no en algún tema. Además, cada nodo de la red puede recibir o rechazar el mensaje emitido libremente.

 

Todavía no hay costumbre ni preocupación por comprobar nada. No importa mucho si la teoría defendida es lógica. Solo importa “viralizar” su opinión y creencia; encontrar a otros que piensen lo mismo, formar una red y difundir el contenido. Entramos, por así decirlo, en la era de la pos-verdad, definida por los diccionarios de Oxford como “forma abreviada para circunstancias en la que los hechos objetivos son menos influyentes para formar la opinión pública que los llamados a la emoción y a las creencias personales”.(15)

 

Con el gran flujo de ideas y opiniones agrupadas en comunidades virtuales de intereses comunes, se produce una cultura de redes, marcada por la fragmentación cultural, que en realidad es una cultura de “nicho”. El problema en este caso es que hay muchos monólogos en la red digital. Muchas personas dispuestas a hablar y pocas (o ninguna) a dialogar. El escenario ideal para la desinformación, donde encuentra el terreno ideal para crecer. Determinados tipos de “información” circulan solo en grupos cerrados, donde todos están de acuerdo con una determinada visión del mundo. Se utilizan estrategias de manipulación discursiva, con narrativas míticas, de pseudoautoridades y un duelo entre el bien y el mal. Se intenta convencer al grupo de que ellos tienen razón y que todo el que no está de acuerdo con su pensamiento está equivocado, propiciando una radicalización del discurso: son incontestables e incuestionables. Adoptando así una visión axiomática del mundo.

 

Es así como una opinión se convierte en la verdad de un hecho. Y a muchas personas no les importa eso. Por ir al encuentro de creencias y sentimientos de los miembros de un grupo, muchas historias se consideran plausibles. Importa más el impacto, el sentimiento que provocan, que su total veracidad. Además, muchas informaciones infundadas captan la atención de las personas y son bien recibidas como verdaderas, por partir de una verdad a medias, construyendo diversas teorías de conspiración. Y aquí, para el individuo embriagado por la mediatización digital, que busca alimentar su emoción a través de una narrativa, vale más la historia que los hechos. Es el “triunfo de lo visceral sobre lo racional, lo engañosamente simple sobre lo honestamente complejo”.

 

Ante este escenario, la pregunta es: “¿Cómo combatir el virus de la desinformación?” Este es un gran desafío. Está claro que es necesario crear mecanismos en la sociedad para fiscalizar, e incluso sancionar, de ser necesario, a las empresas que se beneficien económicamente de la difusión de desinformación. Sin embargo, a la vista de todo lo expuesto anteriormente, es posible concluir que esta lucha contra la desinformación no es solo una tarea institucional. No será posible detener este virus a través de instituciones grandes y complejas. El poder está en manos del individuo. En este contexto, las instituciones, como la Iglesia y la escuela, tienen tareas esenciales: formar las conciencias de forma recta; educar para el uso responsable de los medios digitales, para que la producción compartida de conocimiento apunte al bien común; y estimular al individuo a estar atento a la lógica de la nueva cultura a la que está expuesto con el uso de las tecnologías de la información y la comunicación. Pero el protagonismo es del usuario.

 

En su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2014, cuyo tema es “La comunicación al servicio de una auténtica cultura del encuentro”, el Papa Francisco señala como camino la necesidad de romper los muros del individualismo y el narcisismo y estar “dispuestos no sólo a dar, sino también a recibir de otros”. Ampliar la capacidad de diálogo, romper las “burbujas ideológicas”.

 

Ante este desafío, el cristiano tiene una misión muy importante. El bautizado es llamado a vivir su ciudadanía en la cultura digital con el corazón abierto, dando testimonio de su fe y rompiendo así la cadena de la desinformación. Francisco dice: “No basta con circular por las ‘carreteras’ digitales, es decir, simplemente estar conectado: es necesario que la conexión vaya acompañada del verdadero encuentro”.(16)

 

Su predecesor, el Papa Benedicto XVI, dedicó en 2011 un mensaje al tema “Verdad, anuncio y autenticidad de vida, en la era digital”. En el destacó que el estilo cristiano de presencia en el mundo digital “se traduce en una forma de comunicación honesta y abierta, responsable y respetuosa del otro”(17).  Esto significa romper la lógica que hoy impera en la cultura digital. Y la que lo impulsa a hacer esto no es la Iglesia institucional. Es el propio evangelio. Es una respuesta personal a Cristo que llama a cada uno, individualmente, y lo envía a una misión.

 

Siete años después del texto de Benedicto XVI, Francisco vuelve al tema de la verdad en el entorno digital y escribe el mensaje “La verdad os hará libres” (Jn 8,32). Fake news y periodismo de paz”. Aborda sobre el drama de la desinformación, que es un medio para herir al hombre en su dignidad y romper con la fraternidad.

 

El Pontífice afirma que “El drama de la desinformación es el desacreditar al otro, el presentarlo como enemigo, hasta llegar a la demonización que favorece los conflictos”.(18) De hecho, la propagación de la desinformación favorece la difamación, la intolerancia y la diseminación del odio, sobre todo porque se propaga en grupos de redes de intereses y creencias cerradas en sí mismas, homogéneas e impermeables a opiniones diferentes.

 

El cristiano busca la Verdad y por eso no puede ceder a la tentación de la desinformación. La luz y la oscuridad no se mezclan. “La estafa del mal, que pasa de la falsedad a la falsedad para robarnos la libertad del corazón”(19) no debe ser tolerada por los bautizados -ni mínimamente- en sus redes de comunicación y relación. Menos aún, en las redes institucionales. Porque, “ninguna desinformación es inocua; por el contrario, fiarse de lo que es falso produce consecuencias nefastas. Incluso una distorsión de la verdad aparentemente leve puede tener efectos peligrosos.”, advierte Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones 2018.

 

Lo que de hecho nos hace libres es la Verdad. Y “la verdad tiene que ver con la vida entera”, continúa el Pontífice. Así, concluimos nuestra reflexión con esa afirmación del Papa Francisco:

 

“En la Biblia, [la verdad] tiene el significado de apoyo, solidez, confianza, como da a entender la raíz ‘aman, de la cual procede también el Amén litúrgico. La verdad es aquello sobre lo que uno se puede apoyar para no caer. En este sentido relacional, el único verdaderamente fiable y digno de confianza, sobre el que se puede contar siempre, es decir, «verdadero», es el Dios vivo. He aquí la afirmación de Jesús: «Yo soy la verdad» (Jn 14,6). El hombre, por tanto, descubre y redescubre la verdad cuando la experimenta en sí mismo como fidelidad y fiabilidad de quien lo ama. Sólo esto libera al hombre: «La verdad os hará libres» (Jn 8,32).”(20)

 

* Andréia Gripp – Jornalista, membro da Comunidade Católica Shalom, Doutoranda em Teologia Pastoral pela Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro (Brasil)

 

Notas

 

1. SOUZA, A. A Igreja diante da cultura midiática digital: desafios, caminhos e perspectivas. Dissertação (Mestrado em Teologia) – Faculdade de Teologia, Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro. Rio de Janeiro, p. 15. 2017.

 

2. Idem, p. 24.

 

3. MORAES, Abimar Oliveira; e GRIPP, Andreia. Ações evangelizadoras numa cultura urbana marcada pelo digital. Revista Fronteiras. Edição Digital, V. 3 Ed. 1 (2020), p 149.

 

4. HAN, Byung-Chul. No Enxame. Perspectivas do digital. Rio de Janeiro: Editora Vozes, 2018, p. 10.

 

5. Idem.

 

6. SOUZA, A. A Igreja diante da cultura midiática digital: desafios, caminhos e perspectivas. Dissertação (Mestrado em Teologia) – Faculdade de Teologia, Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro. Rio de Janeiro, p. 15. 2017.

 

7. Cf. GOSCIOLA, Vicente. Roteiro para as novas mídias. Caput in PUNTEL, Joana. Cultura Midiática e Igreja – Uma nova ambiência. São Paulo: Paulinas/Sepac, 2005, p. 114.

 

8. Cf. SODRÉ, Muniz. Eticidade, campo comunicacional e midiatização. In MORAES, Dênis de (Org.). Sociedade Midiatizada. 1ª reimpressão. Rio de Janeiro: Mauad X, 2008, p. 20. O processo de midiatização é aquele no qual as tecnologias, as técnicas, as lógicas, as estratégias e as linguagens das mídias passam a fazer parte das dinâmicas dos vários campos sociais.

 

9. SOUZA, A. A Igreja diante da cultura midiática digital: desafios, caminhos e perspectivas. Dissertação (Mestrado em Teologia) – Faculdade de Teologia, Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro. Rio de Janeiro, p. 23. 2017.

 

10. CANEVACCI, Massimo. A cidade polifônica: um ensaio sobre a antropologia da comunicação urbana. São Paulo: Studio Nobel, 1997, p. 17.

 

11. HAN, Byung-Chul. No Enxame. Perspectivas do digital. Rio de Janeiro: Editora Vozes, 2018, p. 27.

 

12. Idem, p. 33.

 

13. MORAES, Abimar Oliveira; e GRIPP, Andreia. Ações evangelizadoras numa cultura urbana marcada pelo digital. Revista Fronteiras. Edição Digital, V. 3 Ed. 1 (2020), p 148.

 

14. Cf. CASTELLS, 2001, pp.48-49.

 

15. D’ANCONA, Mattew. Pós-verdade. A nova guerra contra os fatos em tempo de fake news. São Paulo: Faro Editorial, 2018, p. 20.

 

16. PAPA FRANCISCO. Mensagem para o Dia Mundial das Comunicações Sociais de 2014.

 

17. BENTO XVI. Mensagem para o Dia Mundial das Comunicações Sociais de 2011.

 

18. PAPA FRANCISCO. Mensagem para o Dia Mundial das Comunicações Sociais de 2018.

 

19. Idem.

 

20. FRANCISCO. Mensagem para o Dia Mundial das Comunicações Sociais de 2018.

 

Este artículo está publicado en la Revista digital Punto de Encuentro, de SIGNIS ALC, diciembre 2020

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