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La primera orquesta filarmónica indígena de Colombia

SIGNIS ALC

04 diciembre 2020

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La primera orquesta filarmónica indígena de Colombia, música para construir la paz

La primera orquesta filarmónica indígena de Colombia, música para construir la paz

Bogotá, Colombia.- “Creemos que la música, el arte y la espiritualidad son herramientas de transformación social para construir la paz”. Bajo esta premisa Santiago Botero, codirector de la fundación Música para la paz, describe a la primera orquesta filarmónica indígena de Colombia, conformada por niños del pueblo emberá chamí.

 

Son cinco años de camino. Gracias a la alianza con la fundación Pasión & Corazón este proyecto combina la música, educación, arte y espiritualidad mediante intercambios que reafirman la identidad cultural de dos comunidades indígenas; una en Valparaíso, suroeste de Antioquia, mientras que la otra se encuentra en el corregimiento de Uveros, al norte de este mismo departamento, colindante con el mar Caribe.

 

“Es muy emocionante, porque visibiliza la labor que hemos venido realizando durante todo este tiempo, recuperando las raíces culturales que se han perdido y restableciendo los derechos de las comunidades indígenas que han sido tan golpeadas por la discriminación”, explica Botero a SIGNIS ALC.

 

Protección de la herencia cultural

 

Música para la paz inició como un proyecto en 2015 de la mano de Rakel Cadavid, que luego, en compañía de colaboradores, decidió convertir en una fundación para el desarrollo de las actividades artístico-musicales en comunidades excluidas de Colombia afectadas por la violencia, con base en el cuidado y la conservación de sus raíces.

 

Por ejemplo, Cadavid tuvo sus primeros acercamientos con los emberá en Valparaíso. Allí conoció de cerca su realidad, que la llevó a crear esta filarmónica enfocada en la protección de la herencia cultural, así como de su lenguaje original.

 

De hecho, Santiago explica que uno de los mayores desafíos ha sido dominar el idioma, porque “los niños primero aprenden su lengua nativa, antes que el español”, por tanto “esto hace un poco más desafiante la enseñanza, pero a raíz de ello, nos hemos apoyado en los líderes de la comunidad y padres de familia”.

 

Otro de los desafíos: la distancia. “Resulta que la sede administrativa está en Medellín, pero nuestro foco se encuentra en estas regiones apartadas y muchas veces el envío de ayudas se complica por el tema de la logística”, explica Botero.

 

Espiritualidad para niños

 

A la fecha han beneficiado a 125 niños de estas dos comunidades. No descartan abrir sedes en otras comunidades indígenas del país como guajiros y arhuacos, porque “la visión de la fundación es llegar a muchas más regiones” inclusive “sería un ejercicio supremamente interesante y hermoso, pero se requiere  de un buen apoyo económico para poder llegar a distintos lugares”.

 

“Estamos seguros que en un futuro no lejano lograremos formar alianzas con diferentes pueblos indígenas, tener más escuelas de música para formar a seres humanos íntegros en toda su expresión”, acota.

 

Para ello han puesto en marcha una metodología llamada espiritualidad para niños (SFK- spirituality for kids), cuya raíz se encuentra en ejercicios aplicados a niños israelíes y palestinos. SFK, organización sin fines de lucro, asentada en EEUU, la ha llevado a 22 países de los cinco continentes.

 

“Este programa no se ciñe a una religión en específico. Su objetivo es brindar principios universales como parte de una necesidad de enseñar a los niños autoestima, resolución de conflictos, resiliencia, tolerancia, abarca dos niveles y de manera didáctica se les enseña sobre la convivencia, construcción de planes de vida, sueños, metas. Se aplica para todos sin distinción de credo”, comenta Botero.

 

Sostenibilidad en tiempos de pandemia

 

La pandemia no ha frenado el trabajo de la orquesta. Para ello han ideado mecanismos virtuales, aunque “ha sido todo un reto. Nuestros profesores han tenido que aprender a grabar videos tutoriales, los cuales son enviados por whatsapp, con el agregado que muchos no cuentan con internet”.

 

Además los ingresos propios han mermado en este periodo, pues los recursos en su mayoría son captados a través de  conciertos, recitales, talleres, suspendidos por el confinamiento. Por otra parte, las comunidades indígenas donde laboran, se rigen bajo sus propias normas y, en este caso, la cuarentena ha sido el doble de estricta.

 

Lo cierto es que esto los llevó a reinventarse, por lo que han abierto una boutique virtual, donde ofrecen productos exclusivos, en colaboración con diseñadores gráficos e ilustradores. Se trata de la tienda para la paz: “Nuestro eslogan es «comprar con sentido», tenemos productos originales e innovadores, con la compra ayudan a esta causa. Hacemos envíos a todo el país”.

 

Hay varias maneras de contribuir con los niños emberá. Están los padrinos, quienes mensualmente colaboran con 10 dólares, unos 35 mil pesos colombianos. Otra manera es a través del voluntariado: “Son varias las formas que como fundación ponemos a disposición para que nos puedan ayudar, para que se vinculen y hagan parte”.

 

La paz, construcción colectiva

 

La orquesta es dirigida por Alejandro Vásquez, que también coordina Pasión & Corazón, aliada de Música para la paz. En cinco años queda la satisfacción de dar lo mejor de sí para “hacer niños más conscientes, arraigados a su cultura con el propósito de preservar sus costumbres, generar esa confluencia entre los valores occidentales y su cultura, a la vez nosotros hemos aprendido mucho de ellos”, asegura Botero.

 

Los kapunías –como llaman los emberá a las personas no indígenas– han entrado en diálogo con estas comunidades ancestrales para construir la paz en estos territorios sumidos en el olvido gubernamental.

 

Tan sencillo como que “la paz no es una obligación de los gobiernos, no se decreta, es una construcción colectiva”, por tanto, “es un compromiso personal, ¿tú qué haces para hacer la paz?”, pregunta Alejandro.

 

Sobran las palabras. Clave de sol sostenida. La primera orquesta filarmónica indígena de Colombia es una parte de esta respuesta.

 

Redacción: Ángel Alberto Morillo, corresponsal de SIGNIS ALC en Colombia

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