“La solidaridad se lleva adentro y contiene el espíritu de los primeros cristianos, que lo compartían todo en común. La solidaridad es la justicia y los derechos”, expresó la comunicadora y socióloga uruguaya Susana Nuin, al exponer en el conversatorio semanal promovido por SIGNIS ALC, la Comisión Ecuatoriana Justicia y Paz, SIGNIS Ecuador y el Instituto de Espiritualidad Santa Teresa del Niño Jesús.
En el diálogo virtual, que se cumplió la tarde y noche de este jueves 14 de mayo, en el marco del ciclo de conversatorios para construir el futuro en medio de la pandemia, se reflexionó sobre el tema de la solidaridad en tiempos de distanciamiento social.
Al inicio de la charla, Susana Nuin explicó que, “la solidaridad es una dimensión que la llevamos dentro, en lo más profundo de nuestro ser. No es una simple actitud de pequeñas bondades”. Agregó que, para los creyentes, la solidaridad “es una dimensión que nos es dada por Dios, y que para los no creyentes, es un valor humano que llevamos dentro. Es decir, no es algo que nos viene desde afuera”.
Aclaró que la solidaridad “la llevamos dentro y la podemos desarrollar más o menos. Es un aspecto que nos vincula directamente con el bien común”.
Según dijo, la solidaridad también es una actitud de adhesión y apoyo incondicional. Se es o no, se actúa o no solidariamente. También, en algunos casos tenemos la obligación de ser solidarios. El opuesto de la solidaridad es el egoísmo. No solo el egoísmo personal que podemos sentir, sino el egoísmo estructural”.
¿Distanciamiento social o corporal?
Señaló que al hablar de la solidaridad en el distanciamiento social conviene preguntarse si el distanciamiento es social o corporal, y que la respuesta es que el distanciamiento es corporal.
Para Susana Nuin, la pandemia nos coloca en una realidad que nos coloca lejos, pero también más cerca de muchas realidades. Así, una realidad es que así como crecen expresiones de solidaridad crecen también las manifestaciones de individualismo, como el caso de personas que construyen bunkers para no contagiarse, a altos costos inmobiliarios.
Subrayó que el distanciamiento social es creado por la sospecha, el sistema, la injusticia, el hambre, la indiferencia, y puso como ejemplo lo que ocurre en la amazonía, en dónde la pandemia del coronvirus se ha manifestado con “una crueldad impresionante, que constituye un etnocidio”, por el alto número de indígenas contagiados y fallecidos.
Y añadió que a la pandemia sanitaria se suman también las causadas por las “estructuras injustas que generamos”, por lo que consideró necesario “echarle cabeza y corazón al dónde vamos, qué queremos, qué elegimos, porque nunca es tarde para elegir. Hasta antes de la muerte podemos elegir y esa elección puede hacernos grandes en humanidad”.
La expositora insistió en que, si bien es cierto la pandemia ha hecho que se evidencien actitudes solidarias, “no se puede dejar de mencionar que en este tiempo de cuarentena aumentó la violencia familiar en un 40 %; o que solo en San Pablo hay 24 mil personas en la calle, por lo que el “quédate en casa es una comprensión de clase media”, pero que no es posible aplicarla en la población pobre.
Mencionó también la realidad de los niños migrantes enjaulados y que el gobierno de estados Unidos los está devolviendo a los países centroamericanos junto a sus familias, inclusive contagiados, que son realidades que no se las puede negar y que nos cuestiona.
Habló de las tres frecuencias en las que se manifiesta la solidaridad: uno, la cotidianidad, aquellos que tenemos a lado, con quienes compartimos, no solo con quienes vivimos y compartimos, sino también con los otros, con quienes tocan nuestra puerta. Pero la solidaridad también está en poder descubrir una segunda frecuencia que es todo lo que tiene que ver con dimensión social y cultural. Es decir, poder saber mirar con ojos de contemplación, no para irnos del mundo sino para contemplar la obra de Dios en el mundo. Contemplar, por ejemplo, las donaciones de alimentos del MST o de los campesinos en Ecuador, “que a pesar de que los azotó la pandemia han donado productos a otras comunidades”. O reconocer el trabajo y la donación de la vida de quienes trabajan en el sistema de salud, o de sacerdotes y religiosas que ponen su vida al servicio de quienes más necesitan.
Insistió en que no podemos dejar de decir que la pandemia ha colocado un manto que ha cubierto otras pandemias, como las pandemias cotidianas, tremendas y crueles que se viven en nuestros países y que “por más esperanza que tengamos o solidaridad que expresemos no podemos dejar de mencionarlas o subestimarlas, como la muerte de líderes sociales en Colombia, que en lo que va del año registra más de 300 líderes asesinados, o los muertos en la amazonia, los presupuestos de los gobiernos que no consideran los gastos necesarios en salud, o las guerras en Siria, que son pandemias a las que parece que nos hemos habituado a verlas, con la diferencia de que a la pandemia del covid no nos podemos habituar porque nos tocó a todos y que todos corremos el riesgo de ser infectados por la pandemia”. Se refirió también a la pandemia que generan los comunicadores, cuando no se informa con la verdad.
Alternativas y salidas a la pandemia
Susana Nuín consideró que entre las salidas a la pandemia actual y también a las distintas pandemias se debe reconocer al otro y los otros. Que es la presencia de Dios en el otro. Y reconocer a los otros pueblos. Dijo que la pandemia nos llama a ser “solidarios con la familia humana. Ser solidarios con el cercano y con el que está lejos”.
Otro aspecto a tomar en cuenta, añadió, es que el estar en casa no quiere decir que se deba permanecer en silencio; “hay que mantenernos cuidándonos y cuidando a los otros, no estemos callados a la denuncia, a la resistencia, a denunciar lo que no está bien, lo que no funciona, lo que no es verdad”, enfatizó.
Consideró que este tiempo debe motivarnos a redescubrir el valor de lo comunitario, que pasa por la familia, por el barrio. Según dijo, lo comunitario tiene una posibilidad única para poder contemplar, percibir, sufrir con los otros.
Relatando una corta historia contada por el escritor uruguayo Eduardo Galeano, que cuando un padre de familia llevó a su hijo a conocer el mar por primera vez y al ver el niño la inmensidad le pidió a su padre que viniera y que le ayude a mirar el mar, Susana Nuin hizo un símil con la realidad que nos llama también a que todos ayudemos a mirar esa realidad y a que abramos “los ojos del corazón. Ser contemplativos de ojos abiertos”.
Remarcó que “la solidaridad se lleva adentro y contiene el espíritu de los primeros cristianos, que lo compartían todo en común. La solidaridad es la justicia y los derechos. No puede existir una solidaridad que no toque lo político” para lograr los cambios estructurales que se requieren, insistió.
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