A partir del siglo XIX, inicio de la Modernidad, la confianza de una globalidad del progreso estaba ligada al “desarrollo de nuevas formas y nuevos canales de comunicación que sugieren una unificación del planeta. Dos fenómenos inéditos se imponen: la red y la divulgación masiva” (4). Desde entonces, aumentan invenciones que se suceden y transforman los soportes y las expectativas frente a la comunicación y las prácticas del pueblo en sus ámbitos culturales. A finales del siglo XX, la producción de los recursos y de las redes de comunicación, proporcionada por Internet y asociada por una máquina herramienta, fue sustancial. Paralelamente, el planeta se estaba estructurando en un creciente transporte aéreo, globalización del comercio y difusión mundial de programas de televisión vía satélite.
La Internet, creada en 1969 en Estados Unidos, revolucionó las tecnologías de red, posibilitando depositar e interconectar informaciones al alcance de su usuario. Se trata de la “convergencia de tres tecnologías preexistentes: al teléfono, ella debe el inmediatismo; a la informática, las posibilidades de la automatización de tareas; y el audiovisual, la utilización de sonidos e imágenes que, entre otros fenómenos, permiten la identificación” (5).
La difusión de la red de internet y su acceso interactivo ha crecido constantemente, como muestra la investigación sobre lo “Digital en 2019”, revelando que en todo el globo “hay 4,19 mil millones de usuarios de internet en 2019, un aumento de 366 millones (9%) en relación a enero de 2018 y, en promedio, los usuarios de Internet gastan 6 horas y 42 minutos en línea todos los días (6). Otro estudio que proporciona informaciones tecnológicas, socioeconómicas y financieras sobre el estado de la industria móvil muestra que “hasta finales de 2018, 5.1 millones de personas alrededor del mundo han firmado servicios móviles, representando el 67% de la población global” (traducción libre) (7) . Un “ecosistema móvil” está pasando por una acelerada innovación, motivada por intereses económicos, políticos y por el aumento de nuevas tecnologías, servicios y casos de uso, que provocan un crecimiento significativo del valor capital mundial. Un estudio sobre la economía móvil de América Latina y el Caribe, constata que la conectividad móvil viene haciendo un factor importante para la inclusión digital y el desarrollo socioeconómico en la región. Esto se observa porque, a pesar de la desaceleración del crecimiento de los abonados móviles en los últimos años, América Latina y el Caribe todavía tienen un sustancial espacio para el crecimiento. La región responderá por el 10% de todos los nuevos abonados globales hasta 2025″ (8).
Las nuevas tecnologías digitales provocan cambios fundamentales en los modelos de información y comunicación y en las relaciones humanas que conocemos, sobre todo entre los jóvenes. Ellos nacieron en contacto cercano con las nuevas tecnologías de comunicación y, por lo tanto, se sienten cómodos en un mundo digital. Con ocasión de la 43º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (2009), con el tema: “nuevas tecnologías, nuevas relaciones: promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad”, el Papa emérito Benedicto XVI escribió que hay un potencial extraordinario de las nuevas tecnologías, cuando se utilizan para favorecer la comprensión y la solidaridad humana. Estas tecnologías son un verdadero don para la humanidad, por lo que debemos hacer que las ventajas que ofrecen se pongan al servicio de todos los seres humanos y de todas las comunidades, sobre todo de quien está necesitado y es vulnerable (9). El acceso descomplicado a la tríada relación entre: celulares y computadoras, cobertura global y la universalidad de Internet, favoreció un potencial de conexión, comunicación y comprensión entre personas y colectividad. Se emplea para comunicarse con los amigos y encontrar los nuevos, promover comunidades y redes, buscar informaciones y noticias, moverse de un territorio a otro, comprar, pagar cuenta, entretener, contratar servicios, estudiar. También las familias, al hacer uso de ese acceso tecnológico facilitado, pueden permanecer en contacto cuando están distantes territorialmente, cualquiera puede hacer una rápida y fácilmente investigación sobre documentos variados, trabajar en equipo a partir de ambientes diversos y, por la interactividad, facilitar métodos más dinámicos de aprendizaje y comunicación, entre otros. Todos estos posibles accesos pueden contribuir a un progreso social.
La agilidad de desarrollo de las nuevas tecnologías y su popularidad de adhesión responden al deseo primordial humano de relacionarse unos con otros, mediante comunicación y amistad, y no por las novedades tecnológicas exclusivamente. El Sumo Pontífice, Benedicto XVI, asegura que cuando nos abrimos a los demás por amor, “cuando sentimos la necesidad de acercarnos a las otras personas, cuando queremos conocerlas mejor y darnos a conocer, estamos respondiendo a la vocación de Dios (cf. …) de la comunicación y de la comunión” (10), haciéndonos más humanos y divinos. Con respecto al sentido de las nuevas tecnologías de la información, es necesario estimar no sólo el beneficio del contacto entre los individuos, sino también la calidad de los contenidos informacionales que tienden a poner en circulación.
Es importante considerar la calidad de nuestra interacción humana con las tecnologías frente a su creciente cantidad para que ellas puedan servirnos de la mejor manera posible. Así, Benedicto XVI alerta que “es necesario no dejarse engañar por aquellos que andan simplemente buscando a consumidores en un mercado de posibilidades indiscriminadas, donde la elección en sí misma se vuelve el bien, la novedad se contrabandea por belleza, la experiencia subjetiva se superpone a la verdad (…) De hecho, cuando el deseo de conexión virtual se vuelve obsesivo, la consecuencia es que la persona se aísla, interrumpiendo la interacción social real. Esto acaba por perturbar también las formas de reposo, de silencio y de reflexión necesarias para un desarrollo humano” (11). En el momento en que el comunismo, Pierre Babin, predijo que “a la alta tecnología, se dice, debe corresponder un alto nivel de respuesta humana, si no el revés está a la vista” (12).
Las nuevas tecnologías inciden en el modo de organización social y en la asimilación de relaciones sociales, en la percepción del tiempo, que aceleran, y del espacio, que se encogen, es decir, transforma la manera que el ser humano se correlaciona consigo, con la naturaleza, con la naturaleza, con la máquina, con las otras personas y con Dios. En referencia al espacio, Manuel Castells presentó que la principal característica de la sociedad en red es la conexión entre lo local y lo global, cuya “arquitectura de redes globales conecta selectivamente los lugares, de acuerdo con su valor relativo para la red” (13). En cuanto al tiempo, el autor afirma que, severamente, el concepto se convirtió en una herramienta para disciplinar a la sociedad, pues, con el capitalismo, el tiempo se volvió dinero a medida que la tasa de giro del capital se convirtió en una forma importantísima de obtención de lucro. Cuanto más rápido usted consiguiera obtener su retorno y reinventase el capital, mayor sería su lucro” (14). Según el autor, ese intento de aniquilar el tiempo, con su aceleración, también está presente en la vida cotidiana de las personas a través de una voluntad de correr para hacer más cosas en menos tiempo, “porque ellas pueden vencer sus restricciones temporales, o al menos, es lo que ellas creen. Porque la disponibilidad de nuevas tecnologías de comunicación y transporte las estimula a correr detrás del espejismo de la trascendencia del tiempo “.
Por consiguiente, dependiendo del modo en que se trate con estas tecnologías de la información, la vida cotidiana puede quedar condicionada y organizada a partir de fines, por hacer, producir y por el cumplimiento de tareas en detrimento de tiempo para sí. Sin embargo, vale resaltar que los sistemas de información sólo logran captar una pequeña parte (algunos estimaron en apenas el 10%) de las informaciones disponibles (…). El otro 90% reside en la cabeza de las personas, en el sistema social, en los archivos de papel, y así por delante (16). Luego, a pesar de que las nuevas tecnologías proveen un liderazgo más difuso en los grupos, la formación de subgrupos y concentrar la atención en la realización de tareas, la actitud humana en la integración con la tecnología de la información y comunicación no puede ser desconsiderada. En vista de ello, una profesora de Massachussetts Institute of Technology, Sherry Turkle, en una entrevista (17), reflexionó sobre la posibilidad de una dependencia de la tecnología en lo cotidiano, sobre todo, por el exceso de tiempo en línea y de conectividad. Esto puede ocasionar una disminución de productividad personal y concentración, visualizando o reaccionando a los mensajes de otros en las redes y respondiendo o recibiendo algún tipo de mensaje-información, a veces, trivial, aparentando una sensación de conexión constante. Esto es una cuestión emocional: la gente se está tocando emocionalmente para alimentar un sentimiento de soledad.
Según Turkle, hoy en día, la mayoría de las relaciones son construidas por las emociones, pero esta actitud necesita ser confrontada, aún más cuando se sabe que hay rentabilidad con la Internet, que se construye totalmente desde el punto de vista económico y lucrativo. Como es el caso de la publicidad y propaganda de comida que no es saludable, tratándose de un negocio lucrativo. Sin embargo, sabemos que no es bueno comprar este tipo de alimento, pues no hará bien. Lo mismo está sucediendo con el mercado de Internet y la red social, sólo porque da ganancia no quiere decir que debemos ser consumidores. Otro factor es el caso de que las personas estén con el celular todo el tiempo, para “eventuales emergencias”. Muchas veces, es el mercado o las personas que crean emergencias epistemológicas condicionantes y de dependencia tecnológica; porque una persona más fuera de línea, criteriosa y / o reflexiva, con respecto a su permanencia de acceso digital y de información en la red, es déficit de rentabilidad empresarial a sus administradores.
En suma, la tecnología en sí no es una fuente de valores ni de contra valores, ya que es indispensable para el actual proceso de interacción y su efecto en nuestra vida dependerá del uso que hacemos de ella. De hecho, en nuestros días, “informar, expresarse y transmitir no son suficientes para crear una comunicación. En este sentido, la complejidad de la comunicación es, en realidad, un progreso: una vez que no se resume más a la transmisión de información, se remite más a una problemática de confianza y de relación que, por otra parte, puede huir a la comunicación verbal” (18). Empezamos para que nuestro uso de las complejas tecnologías de “nosotros” (de red) salvaguarde y potencie la comunicación “en nosotros” (en todos los seres humanos), como importante incidencia de cohabitación para el cuidado de nuestra “Casa Común”, pues el fin de cualquier relación humana es la comunicación y no la información en sí y para sí.
[1] Religioso da Congregação do Santíssimo Redentor e participante da Signis Brasil Jovem. Graduado em Filosofia pela PUC-Campinas, graduando em Teologia pelo ITESP-São Paulo e pós-graduado em Cultura e Meios de Comunicação pela PUC-São Paulo e SEPAC.
[2] Cf.: OLLIVIER, Bruno. As ciências da comunicação: teorias e aquisições. São Paulo: Editora Senac São Paulo, 2012, p. 165.
[3] Ibidem, 166.
[4] Ibidem, p. 185.
[5] Ibidem, p. 211.
[6] Digital 2019: visão global digital. Disponível em: . Acessado em 20 abr. 2019.
[7] “By the end of 2018, 5.1 billion people around the world subscribed to mobile services, accounting for 67% of the global population”, The Mobile Economy 2019, p. 4, disponível em: . Acessado em 20 abr. 2019.
[8]Economia Móvel na América Latina e Caribe 2018, p. 3, disponível em: . Acessado em 20 abr. 2019.
[9] BENTO XVI. 43º DMCS. In: Mensagens: dia mundial das Comunicações Sociais – 1967-2017. Brasília: edições CNBB, 2017, p. 210.
[10] Ibidem, p. 211.
[11] Ibidem, p. 213.
[12] BABIN, Pierre. A Era da Comunicação. São Paulo: edições Paulinas, 1989, p. 26.
[13] CASTELLS, Manuel. A Sociedade em Rede. São Paulo: Paz e Terra, 2017, p. 27.
[14] Ibidem, p. 32.
[15] Ibidem, p. 33
[16] JOHNSON, J. David. Gestão de redes de conhecimento. São Paulo: editora Senac, 2011, p. 142.
[17] O impacto da tecnologia na vida das pessoas. Disponível em: . Acessado em 17 abr. 2019.
[18] WOLTON, Dominique. É preciso salvar a comunicação. São Paulo: Paulus, 2006, p. 31.
Artículo públicado en la Revista Digital Punto de Encuentro, de SIGNIS ALC
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