José Luis Franco*.- “Hago un llamamiento urgente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para que no sean cómplices de este mal, para que no aparten los ojos del sufrimiento de sus hermanos y hermanas en humanidad, privados de libertad y dignidad, sino que tengan el valor de tocar la carne sufriente de Cristo”.
Palabras del Papa Francisco dirigidas a hacer frente a una nueva forma de esclavitud: la trata de personas. Problema social que figura en el tercer lugar de los negocios ilícitos más lucrativos a nivel mundial.
En nuestro país el problema es ya nacional, pero quizás el departamento de Madre de Dios, por su asociación con la minería ilegal, es el lugar donde la trata de personas muestra su rostro más cruel alrededor de los lavaderos de oro. Lugares como La Pampa o La Rinconada se han convertido en tierra de nadie. Mujeres, en su mayoría jóvenes, son enviadas a estos lugares donde proliferan los bares y centros nocturnos, luego de haber sido captadas por mafias con el sueño de un trabajo. Y si quieren salir de allí, deben pagar montos exorbitantes que las dejarían endeudadas durante años, terminando enganchadas en un círculo sin salida.
La Constitución Política del Perú prohíbe la trata de personas en su Artículo 2, inciso 24b, enmarcado en el capítulo de los Derechos Fundamentales de las personas, en el que la “defensa de la persona humana y el respeto a su dignidad son el fin supremo de la sociedad y el Estado”. Empero, la realidad es muy distinta y se halla enfrascada en una lucha perenne que dista mucho de haber terminado. Según cifras del Ministerio Público, en el período 2009-2014 se han registrado 3911 víctimas, de las cuales el 41.6% son de explotación sexual, la mayoría captadas con la modalidad de ofrecimiento de trabajo, y siendo Lima, Madre de Dios, Loreto y Cusco, las regiones con más denuncias.
Frente a esta realidad, desde la Iglesia se ha constituido la Red Kawsay, nombre de origen quechua que significa “vive en plenitud”. Esta Red intercongregacional viene operando en nuestro país y su trabajo se implementa desde tres líneas de acción: acciones de sensibilización, talleres de prevención y talleres de formación.
La Red Kawsay ha señalado que el tema de la trata de personas es visibilizado con mayor fuerza en los medios de comunicación, “pero no percibimos por ello un aumento de capacidad de indignación; resulta que la correlación tóxica entre tolerancia ante la trata y la corrupción garantiza una sostenibilidad económica a esta actividad criminal, y el Perú se ha convertido en el tercer país con más casos de América Latina”.
La coordinadora de la Red, Hna. Isabel Chávez, señala que algunas autoridades desconocen o confunden este delito para aplicar la ley como corresponde. Por ello, “necesitamos humanizarnos, ver a las víctimas como si fuera una persona muy cercana, pues solo así podemos hacernos solidarias con el dolor de las personas utilizadas como mercancía; no podemos permitir que la deshumanización nos haga insensibles ante el dolor”.
En este Año de la Misericordia cobra gran importancia la parábola del buen samaritano, cuyo eje central es la compasión. La vida religiosa en el Perú ha asumido el reto de acercarse con compasión crítica y transformadora a una expresión de violencia, puesto que “como Iglesia reafirmamos nuestra convicción de que hay que escuchar a Dios donde la vida clama y poner los recursos de la vida consagrada a disposición de quienes confían en nosotros como compañeros del camino hacia la tierra de la Liberación”.
Por ahora es importante seguir tejiendo redes en una apuesta solidaria por el Dios de la vida y a lo cual estamos llamados todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para hacer frente a este flagelo que deshumaniza la vida y que la Iglesia se esfuerza por responder con valentía junto a otras organizaciones de la sociedad civil. Ello como parte fundamental de su misión, tratando de cumplir con el conocido llamado evangélico: “He venido para que tengan vida, y vida en abundancia…”.
José Luis Franco* Teólogo y comunicador.
Compartido por el diario La Republica, de Perú.