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21 noviembre 2019

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Laudato Si: Desafíos desde la comunicación

Laudato Si: Desafíos desde la comunicación

La realidad que vive nuestra Panamazonía exige y grita una transformación urgente y para lograrlo es fundamental el compromiso de la comunicación que acompañe esta misión, desde la profundidad, desde la vida, desde los rostros de nuestros pueblos. Hoy tenemos un llamado especialmente urgente.  Mucho se ha dicho del tema medioambiental y hay una serie de corrientes que nos invitan a pensar que algo está sucediendo, pero sobre todo, hoy el Papa Francisco está generando esperanza y nos ofrece una serie de relatos y narrativas que nos está abriendo a nuevas posibilidades, pero que necesita que nos preguntemos hoy  ¿cuál es mi contribución particular para transformar la realidad, a partir de mi rol de comunicador en este mundo?

 

El papa Francisco nos ha dejado su Encíclica Laudato Si, alabado seas, para el cuidado de la casa común, y mucha gente la ha aplaudido y la ha recibido con gran gusto.

 

Pero la pregunta de fondo, sobre todo para los comunicadores, es ¿cuánto de este llamado y de esa narrativa estamos convirtiendo en invitación para la transformación a través de nuestra labor comunicacional?

 

Estuvimos en la COP 21, hace más o menos dos años, con el cardenal Claudio Hummes, Presidente de la Red Eclesial Pan Amazónica, y vivimos lo profundamente doloroso de esa indiferencia, que la mayoría de los gobiernos siguen con un discurso del “para qué voy a cambiar yo si los otros no cambian”; “para qué voy a cambiar yo si a mí no me va afectar, sino a las próximas generaciones”.  Entonces la voz ética de la Iglesia, de los creyentes o de las personas de buena voluntad se vuelve absolutamente fundamental.

 

Todo creyente, toda persona de buena voluntad tiene que sentirse interpelado por eso  y los comunicadores tienen una tarea todavía más imprescindible de responder a ello, de no permitir que la indiferencia tenga la última palabra.

 

La comunicación esencial

¿Todo lo que comunicamos realmente genera transformación? ¿Comunicamos realmente desde el fondo? En guaraní hay una palabra que me encanta y es “caracú”, la médula, lo esencial, lo profundamente indispensable, y el comunicador tiene que confrontarse con esa pregunta y discernir  ¿cuál es mi contribución para que este llamado de transformación acontezca, a través de esta capacidad de incluir lo verdaderamente esencial en mi actuación comunicativa?

 

Y entonces aquí un par de preguntas: ¿Por qué comunico? ¿Es simplemente una serie de herramientas, una profesión, una alternativa, un medio de vida? o ¿hay un deseo más profundo?  Luego, ¿desde dónde y hacia dónde comunico? Pero, además también debemos preguntarnos sobre ¿cuál es mi compromiso particular y en qué y por qué me juego la vida cuando comunico lo que comunico?  Creo que una pregunta comprometedora, fuerte, es: ¿Está mi corazón dispuesto, comprometido en una búsqueda de hacer una apuesta de línea comunicativa para transformar?

 

Hay que ver si esto está en el corazón, porque de lo contrario, podemos hacer una buena labor comunicacional, pero hay que ver si realmente aporta a una transformación significativa en la que nos jugamos la vida y el futuro. Es necesario que nos preguntemos ¿Dónde está la causa prioritaria por la cual comenzamos a comunicar? ¿Cuál era la vocación profunda?

 

Si no se toca con la fibra íntima de este deseo y anhelo de transformar, creo que estamos condenados a ser uno más, y el cuidado de la casa común fracasará, ya que cuidar la casa común es un cuidado desde el misterio: ¡o nos hacemos conscientes de que el misterio de Dios se sigue haciendo presente, vivo y va conduciendo también el ritmo de la vida, o estaremos también perdidos!

 

La ciencia es una herramienta necesaria, pero también necesitamos volver a tocar lo profundamente esencial. Una frase de Martin Buber puede ayudarnos mucho: “Nos preguntamos sobre la esperanza para este momento. Con ello, quienes nos interrogamos lo percibimos no sólo como extremadamente angustiante, sino también como un momento donde no aparecen perspectivas diferentes, donde el porvenir no se nos presenta como un tiempo de claridad y de elevación. Y a pesar de eso, precisamente porque buscamos una mejor perspectiva, hablamos de esperanza” (Buber, 2006:251).

 

El comunicador tiene que ser inconforme esperanzado. Inconforme porque comprende la realidad, las causas estructurales que conducen a todo este sin sentido de muerte permanente, pero que tiene la posibilidad también de trasmitir esperanza. Comunicar el cuidado de la casa común, el misterio presente en la vida, tiene también que abrazar lo roto y saber comunicar esperanza.

 

La primera tentación es querer comunicar desde la amplitud, tratando de ser  un sujeto versátil que comunica todo pero sin profundidad. Y hoy el mundo necesita profundidad.  Estamos en la cultura del descarte y de la superficialidad y el comunicador tiene que ser capaz de ayudar a esa profundidad que permita el destello de nuevas luces de esperanza.

 

Lo segundo, la rapidez, ¿hay un discernimiento genuino, de integrar y definir qué es lo relevante? ¿Cómo impacta lo que voy a decir?  La inmediatez frente a la falta del sustento ético, y esto es el corazón de la Encíclica Laudato Sí.  La masificación es también un desafío y un indicador que nos preguntamos todos los días.  Estamos llegando a todos, estamos masificando, pero la pregunta es ¿Hay una afirmación del sujeto concreto a partir del proceso comunicacional o simplemente se trata de llegar al mayor número posible de personas sea como sea?  Cómo lo que comunico no solo llega sino que afirma al sujeto, acoge y abraza identidad y diversidad, y promueve a la persona.

 

El alcance. ¿Sea lo que sea, con que llegue? ¿Sin comunión?  Creo que hay múltiples expresiones donde lo que se habla no importa, mientras llegue. Y no se puede pasar desapercibido ante signos de muerte en la realidad. Uno se pregunta ¿cuál es el papel del comunicador frente a esto?

 

Rasgos de la comunicación

Una comunicación que se encarna, que se hace carne con la realidad, que permanece, que acompaña, no basta  simplemente con visitas de vez en cuando. Es cierto también que es difícil estar en todos los sitios, pero somos una red.

 

En la Red Eclesial Pan Amazónica, para mí es muy doloroso estar desde Quito, estar viajando, tratando de estar en el sitio donde acontece la vida de los pueblos y comunidades, pero en cambio hay misioneros, misioneras, laicos, múltiples personas que se están jugando la vida todos los días, y por ellos hacemos este servicio, por los que se encarnan.

 

Segundo, la compasión, es sentir en él, ese otro, y a través de él, el otro, su propio dolor para acogerlo y abrazarlo, y pedir un corazón misericordioso que se duele hasta sentir el dolor del otro como propio.  Una frase del libro sagrado de los Mayas, el Popol Vu, es una afirmación de los pueblos hoy y que también está en el corazón de la Laudato Si: “Arrancaron nuestros frutos, cortaron nuestras ramas, quemaron nuestros troncos, pero no pudieron matar nuestras raíces”.

 

¿Cómo nos va en esa comunicación desde las raíces que siguen vivas?  Creo que hacemos muy bien comunicando las ramas quebradas, los troncos quemados, los frutos arrancados, pero ¿Estamos comunicando las raíces vivas que son signos de esperanza? ¿Estamos sustentando la vida, a partir de las raíces, de la vida profunda? Esta es una pregunta muy seria. Cuando se habla de un mundo fracasado, no quiere decir desde la retórica, quiere decir desde la falta de conciencia y voluntad para cortar las fibras de esta realidad desigual y comenzar a transformarla.  ¿Dónde está la comunicación para transformar esto?

 

El comunicador y el rol transformador de la comunicación tienen que sustentarse en comunicar desde una ética particular y desde el tejer con otros y otras la posibilidad de tener y hacer posible el futuro. Invitaciones concretas O me sumo a una tendencia que va conduciendo al sentido de tocar el misterio de la vida, la sacralidad de la hermana madre tierra o estaré en esa tónica de continuar destructivamente y ciegamente cortando las ramas en que estamos sentados. Hoy se trata de una conversión ecológica profunda, ninguna persona puede decir que el tema de la ecología, del medio ambiente, no me afecta.

 

Es importante recordar estas 4 palabras para poder abrazar el llamado de la Enciclica Laudato Si

 

Metanoia: conversión radical y profunda del corazón. Puede el Papa escribir 10 encíclicas más sobre el medio ambiente, puede el planeta seguir encaminado a este desfiladero… si no comienzo con una transformación personal radical y profunda, estamos condenados.

 

Alteridad: reconocer al otro como expresión de misterio de vida, donde Dios mismo se hace presente, más allá de mí mismo y donde mi posibilidad de plenitud está enmarcada en el rostro del otro y ese otro también es la hermana madre tierra.

 

Discernimiento: sin discernir cuales son los rasgos de la realidad que más están afectando, cuáles son las causas estructurales del pecado, entonces no habrá cambio que permanezca.

 

Parresia: salir a la realidad, atreverse con coraje, asumiendo que puede haber mucha resistencia e incomprensión para tocar y transformar la realidad. Para finalizar es necesario atender la invitación que hace el Papa Francisco y que nos preguntemos sobre lo que le da sentido a mi estar en el mundo, a la invitación a transformar; y para los comunicadores, pensar en mi papel de influencia y desde qué ética y posición lo asumo.

 

Mauricio López Secretario Ejecutivo de la Red Eclesial Pan Amazónica (REPAM)

 

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