Carlos Ayala Ramírez (*)
Este año el mensaje del papa Francisco para la 55 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, tiene como idea eje la invitación a que toda comunicación humana, que pretenda relatar la verdad de la vida que se hace historia, debe salir de la “cómoda presunción del ´como es ya sabido´ y ponerse en marcha, ir a ver, estar con las personas, escucharlas, recoger las sugestiones de la realidad”.
El mensaje está inspirado en el modo con el que se ha comunicado la fe cristiana. A los primeros discípulos que quieren conocer a Jesús, él les responde: «Vengan y lo verán». Es una invitación a buscar más allá de las ideas comunes, de los esquemas y prejuicios. La fe cristiana inicia así. Y se comunica “como un conocimiento directo, nacido de la experiencia, no de oídas”.
Aplicado este criterio al ámbito de la información podemos decir que, para comunicar verdad, primero hay que escrutarla en la realidad. Y eso pasa por la superación de lo que el Papa llama información preconfeccionada, de palacio, autorreferencial, “que es cada vez menos capaz de interceptar la verdad de las cosas y la vida concreta de las personas, y ya no sabe recoger ni los fenómenos sociales más graves ni las energías positivas que emanan de las bases de la sociedad”.
Este hecho es grave porque el modo principal que tiene la mayor parte de la población para acercarse a la realidad y tomar posición ante ella, es a través de los noticieros de radio, televisión y páginas web donde, a juicio del Papa, el género de la investigación y del reportaje pierden espacio y calidad en beneficio de un aplanamiento informativo (sus contenidos son sustancialmente iguales). En esta línea, el Papa advierte que una información autorreferencial “puede llevar a una información construida en las redacciones, frente al ordenador, en los terminales de las agencias, en las redes sociales, sin salir nunca a la calle, sin ´desgastar las suelas de los zapatos´, sin encontrar a las personas para buscar historias o verificar de visu ciertas situaciones”.
Para Francisco, “el periodismo, como relato de la realidad, requiere la capacidad de ir allá donde nadie va: un movimiento y un deseo de ver. Una curiosidad, una apertura, una pasión”. Desde luego que este modo de hacer periodismo requiere un fortalecimiento de la investigación y más honradez en la selección y jerarquización de las informaciones, según la trascendencia de los problemas y no según lo que favorezca o desfavorezca la ideología o intereses de quienes poseen y controlan los instrumentos informativos.
En ese contexto, Francisco expresa su gratitud por la valentía y compromiso de tantos profesionales de la comunicación que, corriendo grandes riesgos, han sido testigos de la verdad. Gracias a ellos, afirma el Papa, “hoy conocemos las difíciles condiciones de las minorías perseguidas en varias partes del mundo; los innumerables abusos e injusticias contra los pobres y contra la creación que se han denunciado; las muchas guerras olvidadas que se han contado”. Dicho en otros términos y recurriendo a unas palabras de Karl Rahner, podríamos decir que, gracias a ellos, “la realidad [oculta u olvidada] ha tomado la palabra”. Por eso, según Francisco, si estas voces desaparecieran sería una pérdida no solo para la información y para la democracia, sino para toda la sociedad. Sería un “empobrecimiento para nuestra humanidad”. Por eso también insiste en que, “si no nos abrimos al encuentro, permaneceremos como espectadores externos, a pesar de las innovaciones tecnológicas que tienen la capacidad de ponernos frente a una realidad aumentada”. Y vuelve a recordarnos uno de los criterios éticos para discernir el uso de los medios: “cada instrumento es útil y valioso sólo si nos empuja a ir y a ver la realidad que de otra manera no sabríamos, si pone en red conocimientos que de otro modo no circularían, si permite encuentros que de otra forma no se producirían”.
Para el papa Francisco, “numerosas realidades del planeta, más aún en este tiempo de pandemia, dirigen al mundo de la comunicación la invitación a ir y ver”. Y la razón es que “existe el riesgo de contar la pandemia, y cada crisis, sólo desde los ojos del mundo más rico”. Ante ese riesgo se planta un serio desafío: “¿Quién nos hablará de la espera de curación [y de las vacunas] en los pueblos más pobres de Asia, de América Latina y de África”? La respuesta del Papa a esta interrogante nos involucra a todos, porque “todos somos responsables de la comunicación que hacemos, de las informaciones que damos, del control que juntos podemos ejercer sobre las noticias falsas, desenmascarándolas. Todos estamos llamados a ser testigos de la verdad: a ir, ver y compartir”.
El compromiso, por tanto, es poner la comunicación al servicio del encuentro y la inclusión. Dar visibilidad y centralidad a aquellos cuya realidad y palabra ha sido sometida a la inexistencia, tomando en serio sus angustias, derechos y esperanzas. Porque, como se afirma en el mensaje, “la palabra es eficaz solamente si se ´ve´, sólo si te involucra en una experiencia, en un diálogo”. Ese compromiso está compactado en la oración que encontramos al final del mensaje:
Señor, enséñanos a salir de nosotros mismos, y a encaminarnos hacia la búsqueda de la verdad.
Enséñanos a ir y ver, enséñanos a escuchar, a no cultivar prejuicios, a no sacar conclusiones apresuradas.
Enséñanos a ir allá donde nadie quiere ir, a tomarnos el tiempo para entender, a prestar atención a lo esencial, a no dejarnos distraer por lo superfluo, a distinguir la apariencia engañosa de la verdad.
Danos la gracia de reconocer tus moradas en el mundo y la honestidad de contar lo que hemos visto.
(*) Profesor del Instituto Hispano de la Escuela Jesuita de Teología (Universidad Santa Clara, CA). Profesor de la Escuela de Liderazgo Hispano de la Arquidiócesis de San Francisco, CA. Profesor jubilado de la UCA El Salvador; exdirector de radio universitaria YSUCA.
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