Que el Dios Trinitario, ejemplo de vida en comunión, nos ayude a soñar con una Iglesia sinodal, donde sepamos descubrir los signos de los tiempos, y la presencia de un Dios encarnado de diferentes modos, en distintos lugares. Un Dios que nos ayude a discernir su presencia y a anunciarle en todos los rincones, también entre los que más lejos se encuentran; a ser una Iglesia en salida, que va al encuentro, que escucha y dialoga con todos. Que busquemos el bien para todos los que nos encontramos cada día y sepamos traer de vuelta a la Amazonía y a todos los lugares donde estemos, todo lo vivido en el proceso sinodal, y así hacer realidad aquello que Dios espera de nosotros.
Meditar por unos momentos esta petición inicial, buscar la calma interior para entrar en este momento de conversión desde la Amazonía por las aguas de la sinodalidad, al servicio del Pueblo de Dios y sus pueblos y comunidades, y para escuchar el llamado de Dios a través de su Palabra Viva.
Fragmento de una lectura del día (cada uno es invitado a profundizar en las lecturas completas según su propia necesidad y criterio)
Así habla el Señor: Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, por-que tu falta te ha hecho caer. Preparen lo que van decir y vuelvan al Señor. Díganle: “Borra todas las faltas, acepta lo que hay de bueno, y te ofreceremos el fruto de nuestros labios.
Asiria no nos salvará, ya no montaremos a caballo, ni diremos más “¡Dios nuestro!” a la obra de nuestras manos, porque sólo en ti el huérfano encuentra compasión”. Yo los curaré de su apostasía, los amaré generosamente, porque mi ira se ha apartado de ellos. Seré como rocío para Israel: él florecerá como el lirio, hundirá sus raíces como el bosque del Líbano; sus retoños se extenderán, su esplendor será como el del olivo y su fragancia como la del Líbano. Volverán a sentarse a mi sombra, harán revivir el trigo, florecerán como la viña, y su renombre será como el del vino del Líbano.
Efraím, ¿qué tengo aún que ver con los ídolos? Yo le respondo y velo por él. Soy como un ciprés siempre ver-de, y de mí procede tu fruto. ¡Que el sabio comprenda estas cosas! ¡Que el hombre inteligente las entienda! Los caminos del Señor son rectos: por ellos caminarán los justos, pero los rebeldes tropezarán en ellos (Os 14,2-10).
Reflexión desde la perspectiva del proceso sinodal amazónico
Volver a Dios, asumir de nuevo aquello que siempre fue el fundamento de nuestra vida, entender que solo eso da sentido a nuestra existencia y nos ayuda a construir el futuro desde una base sólida. La tentación de pensar que lo que viene de fuera es mejor que lo que siempre hemos tenido, es mejor que aquello que tradicionalmente ha garantizado nuestra felicidad, siempre está ahí. Estuvo presente en el pueblo de Israel y continúa presente entre nosotros.
En la Amazonía esa es una actitud que cada vez más supone una amenaza para el futuro de los pueblos, especialmente entre los más jóvenes. El proceso sinodal ha hecho una llamada a b cuidar de los jóvenes, a ayudarles a descubrir que lo que llega de fuera no garantiza la felicidad, que no es eso lo que va a hacer que sientan realizados como personas y como pueblos. Asiria no nos salvará, y sí todo lo que la cultura comunica, todo lo que es expresión de un modo de vida que tiene su fundamento en la divinidad.
Contemplación
Contemplemos la imagen de este día y dediquemos un momento a reconocer nuestra propia vida y experiencia en la Iglesia y al servicio de la Amazonía para pedir luz en esta Palabra de Dios y así traer de vuelta todo lo vivido. Escribir mis peticiones particulares y permanecer en ellas durante este día. Hacemos una invitación a llevar un registro de todo lo que el Espíritu suscite en nosotros como preparación interior para poder asimilar mejor el proceso sinodal.
Meditación final (Querida Amazonía, 33)
“Quiero recordar ahora que «la visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad». Esto afecta mucho a los jóvenes, cuando se tiende «a disolver las diferencias propias de su lugar de origen, a convertirlos en seres manipulables hechos en serie». Para evitar esta dinámica de empobrecimiento humano, hace falta amar y cuidar las raíces, porque ellas son «un punto de arraigo que nos permite desarrollarnos y responder a los nuevos desafíos». Invito a los jóvenes de la Amazonía, especialmente a los indígenas, a «hacerse cargo de las raíces, porque de las raíces viene la fuerza que los va a hacer crecer, florecer y fructificar».
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