Manolo Berjón y Miguel Angel Cadenas*.-
En los últimos 70 años se ha ido asentando la población indígena en diferentes núcleos de población. Las parroquias, las instituciones del Estado como Colegios, Municipios, Postas Médicas… han ido contribuyendo a este asentamiento. A esto sumamos la conexión a la ciudad y la monetarización de la economía. La consecuencia es una mayor presión sobre los recursos naturales cercanos a las comunidades.
Nos sucedió el año 2013. Una mujer lleva tiempo enferma, es consciente que le queda poco tiempo de vida. Su enfermedad es provocada por un brujo que le ha causado daño. Esta mujer vive en la comunidad más grande del distrito, sede de la Parroquia [comunidad “A”]. Su marido proviene de la ciudad, no tiene familiares en la comunidad. De esto han pasado ya muchos años.
Como el lugar donde viven ha crecido mucho en población los mejores terrenos ya están ocupados para hacer chacra [huerto cultivado]. Las personas que no tienen lazos familiares tienen más dificultades para acceder a los buenos terrenos para hacer chacra. Por eso, van a una comunidad vecina [comunidad “B”] para abrir su chacra. Durante años viven con tranquilidad. Con el reconocimiento legal de las comunidades nativas, en Perú, si fijan las fronteras entre comunidades.
A partir del año 2010 las autoridades de la comunidad “B” le invitan a que se retire porque ellos necesitan ese espacio para las familias de su comunidad. La mujer se resiste. Durante varios años le insisten pero la mujer no quiere. El año 2013 las autoridades de la comunidad “B” donde está situada la chacra le ceden el espacio de la chacra que trabaja esta mujer a un chamán de una comunidad “C”.
El chamán visita una comunidad “D” y allí desliza que a la mujer “la voy a sacar de su chacra, porque ahora las autoridades me la han dado a mi”. La mujer cae gravemente enferma. Para la familia de la mujer es el chamán quien le ha hecho daño para que abandone su chacra. La mujer insta a su marido a que mate al chamán, “aunque tengas que ir a la cárcel, porque si no me va a matar”. La tensión es máxima y están involucradas varias comunidades.
La salud de la mujer se va deteriorando. Realizan un último intento. El pastor pentecostal les visita en su casa y oran por ella. Pronto se va a curar. Pero pasan los días y no mejora. La mujer, y toda su familia, son católicos. Terminan por botar al pastor y nos mandan llamar: “nos queremos casar”. Conversamos, buscamos los documentos para hacer la boda, está todo preparado. Dejamos un tiempo para que puedan buscar padrinos y testigos.
Cuando ya tienen todo previsto rellenamos el expediente matrimonial. Preguntamos por los testigos de la boda, nos dan sus nombres. Han elegido a uno de los Animadores Cristianos y su mujer como testigos. Todo se desarrolla con normalidad. Llevamos a cabo la ceremonia.
¿Dónde está la novedad? La mujer del Animador Cristiano es hija de la esposa del chamán. El matrimonio es un intento de parar la brujería, una forma de escapar de la enfermedad, una posibilidad de salvación. Utsuepe es la palabra que utilizan los kukama, significa tanto ‘escapar’ como ‘salvar’. Pero no es posible. La mujer termina por morir una semana más tarde. Nadie duda en el pueblo que le han hecho daño, una muerte por brujería. Dos años más tarde el chamán va a bañarse al río y nunca regresa. Para su familia le han robado los yacurunas (espíritus del agua) y ahora vive dentro del río.
Lo interesante de este caso es la conexión entre matrimonio, brujería y territorio. Las disputas por la tierra se convierten en acusaciones de brujería. El asentamiento de las poblaciones, la mejora de la salud por medio de las vacunas, las disputas por los terrenos para trabajar la chacra y el sacramento del matrimonio, todo ello involucrado en un caso concreto. Para que pensemos nuestra actuación pastoral desde el punto de vista de los indígenas.
Misioneros Agustinos, en Iquitos (Perú)