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HAMBRE

SIGNIS ALC

22 junio 2020

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Narrar para matar el hambre

Narrar para matar el hambre

Elson Faxina*

Al elegir la narración de historias como tema de la 54º Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebra el 24 de mayo de 2020, el Papa Francisco da una nueva demostración de que la comunicación también es su playa. Con este mensaje, Francisco señala una de las heridas contemporáneas, la disputa por las narrativas. En realidad, continúa con el tema de 2018, en el que abordó brillantemente sobre las noticias falsas o fake news.

 

Incapaces de obtener verdades que respalden su visión del mundo, la historia y el presente, para construir el futuro deseado, los agentes políticos, económicos, sociales, culturales e incluso religiosos utilizan la actitud nefasta de cambiar los hechos o incluso inventarlos, creando historias hipotéticamente creíbles, en búsqueda de una narrativa que los beneficie. Y hacen esto porque saben que las historias mueven la mente humana.

 

Durante un curso para alfabetizadores, Paulo Freire dijo que la teoría es esencial para comprender el mundo, la vida, las cosas, la historia, el presente, pero lo que mueve a las personas no son las teorías, sino las historias que escuchan. La declaración provino de la pregunta de un profesor sobre el papel de la televisión como educadora en la sociedad, a lo que respondió: “Sí. Pero lo más importante en la televisión no son las declaraciones que hace, sino las historias que cuenta” (1). Luego, Paulo Freire tomó casi una hora del curso para hablar sobre las historias que cambiaron el mundo, afirmando que pensamos a través de imágenes, y que las historias son el conocimiento que permanece en nosotros en forma de imágenes mentales, al contrario de las teorías que exigen cierto poder de abstracción. Las historias, dijo, son la condensación de toda una teoría en forma de imagen, y preguntó a los participantes: ¿saben qué libro no tiene fotografías, pero está compuesto casi exclusivamente de imágenes? Y respondió: “La Biblia. Allí, todo el conocimiento sobre el mundo, el ser humano, la vida, la sociedad… es en forma de historias de un pueblo y en pequeñas historias llamadas parábolas”. Él continuó: “Cuando le hicieron una pregunta seria a Jesús, él la explicó en forma de una historia. Sabía que las historias cambian a las personas”.

 

Ese día me permití una derivación, tal vez un ensueño: el verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros (cf. Juan 1-14) nos mostró que la verdadera comunicación está hecha de carne y no de verbos. Y me preguntaba: ¿no ha ido nuestra comunicación de la Iglesia al revés, tratando de convertir la carne en palabras? Nos encantan las reflexiones, las discusiones en profundidad, las teorizaciones, las explicaciones laudatorias; buscamos convencer a través de opiniones, olvidando las historias de vida de personas, comunidades.

 

Nuestros medios de comunicación están llenos de discursos, artículos firmados, cargados con verbos en forma de opinión, pero sin carne, por lo tanto, sin vida. Muchas personas encuentran peligroso contar la historia de la solidaridad de alguien, la acción evangélica, por temor a que mañana esa persona pueda cometer un error. Bueno, entonces, trabajemos con seres humanos, que a veces son santos y otras veces pecadores. Nuestro miedo no puede evitar una buena comunicación. Y luego, el Papa Francisco viene a recordarnos que necesitamos historias, como la comida:

 

El hombre es un narrador. Desde que éramos pequeños, tenemos hambre de historias, como de comida. Ya sea en forma de fábula, romance, película, canción o simple noticia, influyen en nuestras vidas, incluso sin que nos demos cuenta. A menudo decidimos lo que está bien o mal en función de los personajes e historias asimilados. Las narrativas nos marcan, dan forma a nuestras creencias y comportamientos, pueden ayudarnos a comprender y decir quiénes somos. (54º Jornada Mundial de las Comunicaciones)

 

Las novelas y telenovelas están ahí para confirmar esta declaración de Francisco. Por ninguna otra razón, Estados Unidos han estado invirtiendo fuertemente en la producción cinematográfica durante décadas como una forma de moldear nuestras percepciones, impregnándonos con modelos y patrones de comportamiento que dan un cierto significado a nuestras vidas. Es también por esta razón que las Fake News se han convertido en el gran estuario de las recientes elecciones en todo el mundo, especialmente en Brasil y Estados Unidos. Los cerebros de la disputa política entendieron que para ganar cuerpos y corazones es necesario contar historias, reales o no, así que hoy decimos que se gana una elección antes, en la disputa por la narrativa. No solo ellos, sino que los youtubers también han ‘descubierto’ esto y ganan decenas, cientos de miles e incluso millones de seguidores hambrientos de historias que de alguna manera hacen que sus vidas tengan sentido.

 

Es dentro de este marco que el mensaje del Papa Francisco nos advierte que necesitamos contar historias – ¡no mentiras, por supuesto! – para “guardar en la memoria”. Es, de alguna manera, entrar en esta disputa por narrativas. Pero más que competir por cualquier narrativa, nuestro desafío es resaltar historias que den un nuevo significado a la vida, además del mero hedonismo, el consumismo, la búsqueda del héroe, pero la búsqueda del otro como creación divina, por lo tanto, merecedor de compasión, misericordia, hombro, atención, afecto. En resumen, historias que nos convergen hacia una sociedad más solidaria y fraterna, construida por el amor y no por la competencia, por la disputa, por la ley de la selva.

 

Para no perdernos, creo que necesitamos respirar la verdad de las buenas historias: historias que construyen, no las que destruyen; historias que ayudan a encontrar las raíces y la fuerza para continuar juntos. En la confusión de voces y mensajes que nos rodean, necesitamos una narración humana que nos hable sobre nosotros mismos y la belleza que nos habita; Una narración que sabe mirar el mundo y los eventos con ternura, contar nuestra participación en un tejido vivo, revelar las trenzas de los hilos por los cuales estamos conectados entre sí. (54º Jornada Mundial de las Comunicaciones)

Es, por lo tanto, una cuestión de poner nuestra cuña en el engranaje de las narrativas hegemónicas contemporáneas. Y lo hacemos contando historias de nuestras comunidades, o más bien, de personas, familias y grupos que se entregan en la transformación de sus propias vidas y, fundamentalmente, de las vidas de los demás. Y cuántas – permítanme – millones de estas historias hibernan a nuestro alrededor, en parroquias, comunidades, pastorales, movimientos, grupos de pertenencia, sin ganar visibilidad externa, porque no vemos importancia en ellas. Estamos acostumbrados a preocuparnos por conflictos, contiendas, lamentos humanos y no por las diferentes formas de amor.

 

La intención de una historia

Pero, no es suficiente contar historias, es necesario pensar primero en lo que queremos al contar una historia así. ¿Qué deseamos con ella? En resumen, ¿qué queremos que las personas entiendan, sientan y qué acciones pueden tomar? Así lo hizo Jesús cuando contó una parábola. Después de todo, comunicarse es provocar, buscar en el otro una actitud, conducirlo a una acción concreta. Para Cremilda Medina (2), cuando se trata de comunicación, siempre hay dos proyectos en cuestión: uno para la difusión de la información producida y el otro, de hecho, para la comunicación social. El primero, parte de una concepción de que el conocimiento pertenece a unos pocos y debe transmitirse a muchos. Es, por lo tanto, una comunicación vertical, autoritaria. El segundo, parte de la concepción de que el conocimiento está surgiendo de las interacciones sociales, en un proceso dialógico y horizontal.

 

El primero es mucho más cómodo, sobre todo porque requiere menos trabajo, pero genera poca participación, porque interesa a unos pocos, generalmente a los líderes. El segundo requiere un mayor esfuerzo narrativo, requiere más trabajo, pero se multiplica en interés social. El primero impone autoridad; el segundo difunde la autoridad, como lo hizo siempre Jesús después de un milagro, dando al otro la coautoría por la gracia recibida: “Tu fe te ha salvado”. ¿Desea una manera más simple de darle a la otra persona el protagonismo de un hecho, para empoderarlo? Tenga en cuenta que, con este acto, la autoridad no se impone, se conquista.

 

Estos dos proyectos están en el centro de nuestra comunicación, como nos pide el Papa. Casi siempre nos esforzamos por ‘cerrar’ la edición de un boletín, revista, programa de radio, video o cualquier otro medio, sin darnos tiempo para pensar en lo que queremos con lo que estamos produciendo.

 

La noción de comunicación social, por lo tanto, requiere contribuciones mucho más profundas a la cosmovisión (…). Un proyecto de esta naturaleza busca preguntas más allá de los equipos informáticos, aprende de la crisis contemporánea los callejones sin salida del conocimiento especializado y objetivista y cumple con una concepción comunicativa, procesal y conflictiva de los sujetos humanos. (MEDINA, 2003, p. 97)

 

Es desde esta perspectiva que debemos trabajar, mirar a nuestras comunidades y narrar las historias de vida, de superación, de sociabilidad, solidaridad que suceden allí. Pero tenga cuidado de no producir una narrativa vertical, que responda a un proyecto de difusión y no de comunicación social.

 

Para esto, es importante democratizar la comunicación, dar a las personas que viven en estas comunidades suficiente conocimiento técnico para que ellos mismos aprendan a contar sus historias. Esto significa pensar en una nueva comunicación, que cree nuevas relaciones, que hagan posible la autonomía ciudadana, con narrativas autóctonas, sin las restricciones narrativas impuestas por los medios de comunicación tradicionales, cuyos formatos discursivos casi siempre impiden la verdadera comunicación horizontal. Es por eso que, cuando hablamos de narrar, estamos tratando de abrir nuevas posibilidades para contar historias.

 

Esto significa que, para producir una nueva comunicación, es necesario tener más que un conocimiento profundo de las técnicas de narración. Tenemos que estar involucrados con las comunidades, de alguna manera ser parte de ellas, porque como dice Frei Betto, “la cabeza piensa dónde pisan los pies”(3). Aquí es donde entra el desafío de pensar en una nueva narrativa, porque es a través de esta, que el discurso se consolida en las prácticas sociales, definiendo la situación relacional deseada.

 

En cada gran historia, nuestra historia entra en juego. Al mismo tiempo que leemos las Escrituras, las historias de los santos y otros textos que supieron leer el alma del hombre y sacar a la luz su belleza, el Espíritu Santo es libre de escribir en nuestros corazones, renovando en nosotros el recuerdo de lo que somos delante de los ojos de Dios. Cuando recordamos el amor que nos creó y nos salvó, cuando ponemos amor en nuestras historias diarias, cuando tejimos las tramas de nuestros días con misericordia, en ese momento estamos cambiando la página. Ya no estamos atados a los arrepentimientos y la tristeza, vinculados a un recuerdo enfermo que aprisiona nuestros corazones, pero, abriéndonos a los demás, nos abrimos a la propia visión del narrador. Nunca es inútil contar nuestra historia a Dios: incluso si la crónica de los hechos no cambia, el significado y la perspectiva cambian. (54º Jornada Mundial de las Comunicaciones)

 

El desafío que tenemos ante nosotros, por lo tanto, es doble. El primero es escuchar a nuestras comunidades, mirar a las personas y familias con encanto juvenil, escucharlas como si quisiéramos aprender saboreando cada palabra, cada historia de vida, incluyendo, por supuesto, los hechos posiblemente divertidos, pues ellos forman parte de nuestra vida cotidiana y dan un cierto sabor, un olor de alegría. En resumen, nuestro desafío es aprender a buscar las parábolas vivas que pululan en nuestras comunidades, revividas por parábolas y enseñanzas bíblicas, por el evangelio, y contarlas de una manera que cautiven a las personas, porque somos seres que actúan por mimesis, nos reflejamos en eso que nos agrada, que nos magnifica.

 

El segundo desafío es aprender y enseñar cómo contar una buena historia, que tiene un arco narrativo con un comienzo que llama la atención – como un chiste -, un medio que delinea, enriquece la historia y un final que nos deleita, nos enseña, nos da pistas para actuar. También es entender que no somos los ‘dueños’ de la comunicación; Somos movilizadores y facilitadores de personas para que las comunidades mismas aprendan a narrar y difundir sus historias. Además, tendremos a nuestra disposición historias listas para difundir en nuestros medios de comunicación, en nuestros portales y cuántos otros espacios podemos crear para la propagación de historias de vida y no de muerte, historias que nos animen y no nos asusten, historias que nos lleven a un mundo más humano, menos desigual y, de hecho, fraternal, para reconocernos como hijos del Padre Creador.

 

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Notas.

1-  Notas personales del autor, que participó en el referido curso, celebrado en 1981, en la ciudad de Curitiba, Brasil, que reunió a un centenar de maestros de alfabetización, convocados por la Asociación Difusora de Educación y Proyectos Pedagógicos – ADITEPP.

 

2.  MEDINA, Cremilda. A arte de tecer o presente – Narrativa e cotidiano. São Paulo: Summus, 2003.

 

3.  FREI BETTO. Elogio da conscientização. Educa (2007). Disponible en: . Acesado en: 08 feb. 2020.

 

*Elson Faxina. Periodista, doctor en comunicación, profesor e investigador en la UFPR – Universidad Federal de Paraná / Brasil.

 

Artículo publicado en la revista digital Punto de Encuentro, de SIGNIS ALC, junio 2020

 

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