Participar en este encuentro ha sido un proceso confrontador con mis seguridades .
por Mauricio López Oropeza.
por Mauricio López Oropeza.
El mensaje reformador que el Papa Francisco está impulsando tiene diversos tintes, sin embargo, es imperativo que los que nos reconocemos como miembros de la Iglesia hagamos una revisión profunda de nuestra vocación por el reino y por el seguimiento de Cristo encarnado, a la luz de la realidad actual. Participar en este encuentro ha sido un proceso confrontador con mis seguridades internas y externas, en cuanto a categorías eclesiales y espirituales. Es muy fácil suscribir discursos desde lejos, o cuando tenemos el control absoluto de las discusiones, temas y los horizontes. Como Iglesia nos hemos ido deformando en esa dirección, es por tanto que este encuentro ha sido un espacio profundamente liberador y purificador de ataduras revestidas de una falsa estatura moral o espiritual mayor.
Si bien el contacto con la realidad y las personas sencillas hace parte de nuestro trabajo cotidiano, y es sustento de nuestras acciones como instancias eclesiales, al estar expuestos en toda la extensión de la palabra a un espacio creado para esa discusión amplia, plural, con una dirección definida por otros, este encuentro nos ha provisto de una mirada distinta con respecto a la confianza plena y total de que el itinerario lo lleva el propio Espíritu. A pesar de nuestra incertidumbre o la sensación de polarizaciones de posiciones, es un acto de fe absoluto el dejarse llevar, con confianza genuina, para que este espacio sea el que nos ayude a identificar el camino por el que podemos transitar en la intención de colaborar para la construcción de una realidad diferente. Sin perder la fuerza de lo que ya somos y traemos a la mesa.
El encuentro me pone en contacto, con paz y esperanza, con las implicaciones políticas de los mensajes pastorales, y me integra también con las vertientes pastorales necesarias y requeridas con respecto a los itinerarios políticos. Este espacio me ha confrontado con mi supuesta capacidad de discernimiento de la realidad, descubriendo los grandes vacíos de escucha sobre los clamores más amplios y sus vías de lucha frontal, y también me ha abierto nuevos recursos para poder insertarme en la realidad desde mi ser y mi sitio en el mundo, invitándome a estar ahí de otra manera.
Todo el tiempo durante el encuentro me sentí ubicado en el sitio en el que la espiritualidad ignaciana nos propone de imaginar cómo la Trinidad contempla la realidad y toda la creación. Sin velos o tapujos, la mirada es nítida, plena, profunda, y verdadera, y por ello se distinguen las profundas complejidades y diversidades que componen la realidad. Y de ahí emerge la expresión de alteridad más grande que anhela el “hacer redención del género humano” en su justa medida y en su verdad y realidad, y entregándose a sí mismos para hacerse carne. Me siento interpelado a revisar los modelos pastorales, y el sitio cómodo de mis métodos de acompañamiento, para intentar mirar la realidad con esos ojos nuevos, y entender esa misión y alteridad desde mi propio sitio que necesita cambiar. Incluso si la constante son los gemidos de la humanidad y no vemos opciones claras adelante, ahí es donde estamos llamados a reconocer nuestro servicio eclesial. Esto es una clave determinante de toda nuestra tradición, sea la doctrinal social, o la de los profetas que hoy siguen presentes acompañando las situaciones más dolorosas, para encontrar esperanza en medio de la desesperanza como única alternativa posible.
Todo el servicio que podamos ofrecer para acompañar los postulados de los propios movimientos, las invitaciones del Papa Francisco, y los tan contundentes llamados de la Encíclica “Laudato Si”, implican una real conversión interior, personal y colectiva. Ahora entiendo bien el llamado a secundar lo que el Papa está renovando como invitación, sobre todo desde los propios tejidos de la Iglesia, muchas veces tan carentes de sensibilidad, tan desarraigados de esa certeza encarnatoria, y tan dependientes de sus categorías que se vuelven ficticias cuando se desconectan de la realidad. Siento también el llamado al coraje de salir de nuestro sitio seguro y llevar los mensajes transformadores de la Encíclica con valentía a espacios de incidencia social y política en todos los niveles, pero sobre todo buscando integrar caminos y apuestas con ellos, los que reflejan en carne propia el ser excluidos y vulnerables. Siempre hemos hablado de aprender de ellos, pero en el fondo no nos liberamos del control de los temas, discusiones y caminos; luego de este encuentro necesito una mayor valentía y coraje para despojarme de esas certezas que encubren mis miedos para salir a nuevos encuentros.
Espero que en Ecuador podamos re-editar experiencias como esta, escuchando y acompañando como Iglesia, abriendo el corazón para las luchas e itinerarios de los movimientos… sin ingenuidad ante las tensiones y tentaciones que acompañan estos espacios…, y buscando aportar con una sensibilidad particular de la realidad y ofreciendo también las capacidades que podamos presentar para orientar agendas más sólidas e integradas. Aunque eso implique abandonar algunas de nuestras propias posiciones y arriesgar la imagen institucional y personal. Y por otro lado presentando con sencillez y claridad los no negociables de nuestra identidad que se perfilan a partir del seguimiento de ese proyecto de reino y de la opción clara por ese que se ha hecho carne.
Otras observaciones:
Definitivamente en el espacio amplio del encuentro se vivió la compleja tensión entre el poder profundizar en grupos más pequeños, y los espacios amplios que permitieran la marcha de algo de tal magnitud. Siento que se pudieron defender con más fuerza los espacios de diálogo temático o en grupos de interés, y el resultado podría haber sido tener un aporte más nítido, fiel a los corazones, y claro con respecto al posicionamiento final. Si el itinerario de todo el encuentro estaba sobre todo orientado a este comunicado, la manera de purificar la intención y superar las pasiones particulares, habría sido el tener más espacios de diálogo y coloquio para ir gestando algunos consensos más claros y más anidados en los corazones y voluntades de los asistentes.
Me quedo con la inquietud sobre ¿qué sigue en cuanto a este proceso y espacio? Evidentemente la respuesta en lo particular y local ya la voy clarificando en los puntos primeros y depende de nuestras propias conversiones institucionales y personales; en lo general claramente no nos corresponde a nosotros, ya que se ha entregado mucho de la guía y proyección de este espacio a los propios movimientos, y en ello está nuestra esperanza de que puedan articularlo más fuertemente. Sin embargo, me siento invitado a ofrecer mis limitadas posibilidades para acompañar al PCJP en su misión de ir cuidando y propiciando, sin estorbar o dirigir, posibles continuidades para este espacio y proceso. Me asusta que pueda tener el mismo destino que los grandes encuentros del Foro Social Mundial, y por ello ofrezco mi disponibilidad para seguir ayudando en esta misión en la que sobre todo reconozco cómo el propio PCJP se ha jugado todo, se ha arriesgado con mucha valentía y libertad siguiendo el ejemplo de Francisco, y no puedo sino intentar ir en esa misma dirección.
* Secretario Ejecutivo de Cáritas Ecuador y de la REPAM.
Artículo publicado en el Boletín Punto de Encuentro, Agosto 2015
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