•La “era digital” a nivel global está definitivamente instalada, pero de forma gravemente desigual.Se estima que 4,300 millones de personas no tienen acceso a Internet (BBC). El 59% de la población mundial está fuera de la web, de los contenidos multimedia y de las redes sociales.
•El analfabetismo digital o desconocimiento de las nuevas tecnologías en zonas aisladas de China, Indonesia, África y América latina, genera una “brecha” infranqueable, que les repliega, arrincona, margina y les condena a la “ignorancia, disfuncionalidad y pobreza”.
Los hilos digitales, conductores del pensamiento neoliberal, aceleraron globalmente las “sociedades de la información, el conocimiento, el comercio y las finanzas internacionales”, en beneficio de 4 de cada 10 terrícolas. Mientras tanto, “nativos en zonas aisladas”, observan como cada día, los “nativos digitales” se alejan más y más, dejándolos atrás, en lo escolar, lo social, lo laboral y lo económico. La brecha digital es un abismo histórico, que obstaculiza la evolución de enormes sectores de población.
Estos, los abandonados a la “primera ola agrícola” e incluso a la “segunda ola industrial”, están verdaderamente “indignados” por la inequidad que les ocasiona la indiferencia de aquellos que surfean en la “tercera ola digital” (A Toffler).
Los pobres del siglo XXI -consciente o inconscientemente- se han convertido en “globofóbicos y antiliberales”, están desconcertados y en contra de lenguajes, costumbres y prácticas incomprensibles. Surgen en comunidades aisladas, de forma casi espontanea, pequeños líderes radicales, que fomentan el descontento, la crítica y la sublevación contra el statu quo. Tienen pavor a seguir siendo pobres o aún más pobres.
El escenario es la “tormenta perfecta” para el surgimiento de “políticos urbanos oportunistas y movimientos populistas”. Trump en EUA, López Obrador en México, Maduro en Venezuela, Correa en Ecuador, Evo en Bolivia, y se pueden agregar, Otto Pérez de Guatemala, los Sandinistas en Nicaragua, Dilma en Brasil ó la señora Kirchner en Argentina; que en común tienen todos ellos, un lenguaje de tono populista para granjearse la simpatía de los “indignados”. Esta retorica, amplificada por los medios de comunicación, consiste en proponer idealismos, oponerse y culpar, además de autoproclamarse honestos, justos, redentores, distintos a los políticos inmorales e hipócritas, a quienes acusan de enriquecimiento ilícito (si bien, uno a uno de los populistas va cayendo en la evidencia de moverse con recursos inexplicables y llevar incluso una vida doble de mayor lujo que aún sus contrapartes, derivada de porcentajes por negocios de gobierno).
Los populistas mienten. Lo saben y no les importa. Algunos que oyen caen en el entusiasmo de los mensajes demagógicos, otros que escuchan saben que les mienten, pero las “masas populistas” se alimentan de ideas simples y de sentimientos destructivos, que gestan una cultura política masiva de confrontación en contra de las instituciones sociales, económicas y hasta religiosas.
En general los populistas se distinguen por una formación primigenia de lucha de clases, aunque su marxismo sea mayormente oculto, que en público se niega, acompañado de una peculiar exaltación de los valores nacionalistas. Todos los medios nos narran las terribles amenazas a la paz, que se presentan a manera de “socialismos nacionalistas” en pleno siglo XXI. Lo peor es que se empoderan y nos hacen temblar; y no excluyen populismos conservadores como el del partido republicano.
Donald Trump tiene un discurso que no solo se transmite por televisión sino está en los mensajes de las redes sociales y en la cotidianidad de las escuelas enfrentando niños blancos contra niños morenos. Propone: deportar 11 millones personas de origen mexicano, construir un muro en la frontera, romper el Tratado de Libre Comercio y el Acuerdo Transpacífico, destruir el islam, crear impuestos y aranceles, castigar a empresas que operen en México, todo para recuperar la grandeza norteamericana con puestos de trabajo para anglosajones.
No es algo tan diferente como lo acontecido en el referéndum del “Brexit” en Gran Bretaña: evitar la inmigración europea y del medio oriente, aislarse de la Europa de Bruselas, fortalecer la libra y no el euro, puestos de trabajo para ingleses. El pueblo democrático más antiguo de la humanidad, votó por el suicidio político, que les conducirá por las división interna a la Pequeña Bretaña. En Estados Unidos e Inglaterra son los mismos parámetros, los mismos perfiles: personas mayores de edad, mayormente incomunicadas, disfuncionales y nacionalistas, las que deciden usar las instituciones democráticas y votar por el populismo. Nada diferente a los populistas nacionalistas,que implementan cambios constitucionales en América Latina para preservarse como dictaduras vitalicias.
Esto nos recuerda indubitablemente al sabio Platón, que nos dice que la Democracia puede degenerar fácilmente en Demagogia; que los políticos democráticos pueden dar transición a los políticos demagogos; que las mayorías pueden mover- se fácilmente por emociones seductoras.
Desde luego, como cristianos, no podemos aceptar el neoliberalismo adorador del dios dinero, antiético, concentrador de riquezas, mediatiza- dor de débiles, destructor de la naturaleza. Como creyentes hemos de convencernos y convencer, que no nos es aceptable ni el neoliberalismo ni el populismo, y que tampoco nos es aceptable asumir una posición “fideista”, a manera de espacio de confort.
“Nosotros estamos aquí para cambiar el mundo”. Esto es lo que está en la esencia de cada uno de nosotros, que decide ser y vivir cristianamente. Podemos y debemos comenzar por rezar, orar, dialogar e implorar a Dios nos acompañe y nos con- ceda la fuerza profética de anunciar, denunciar y cambiar la realidad. Nosotros tenemos modo de vivir porque tenemos medios sobrenaturales y naturales, conformados por fe, ideas, sentimientos y acciones, que procuran ser coherentes.
En el siglo veintiuno seguimos pensando en que Cristo y Yo somos mayoría aplastante; que nuestra lucha no es solo de este mundo, que poniendo los medios y revestidos de espiritualidad, aleja- dos de la mentira, podemos ser buenas, verdaderas, bellas, emocionantes, prosperas, comunitarias y libres personas.
Nosotros los cristianos de Norteamérica, del Caribe, de Centro o Sudamérica, tenemos que asumirnos como “eclessia” incluyente, universal, apostólica, valiente, abierta, innovadora, mayoritaria. Somos naciones, sociedades, comunidades, familias, personas fraternales, que construimos cotidianamente a nuestro alrededor “civilizaciones del amor” donde lo ético, lo jurídico y lo político, sí nos importa y sí causa efectos difusivos y paradigmáticos.
Necesitamos nuevas ideas, estrategias y líderes seglares…, con sabiduría, fortaleza y emoción por una “democracia auténtica”, potencie la dignidad humana, la participación, la solidaridad, la libre iniciativa, el destino universal de los bienes y el bien común de nuestros pueblos, ciudades y regiones. Nuestra mejor forma de asumir la opción preferencial por los pobres consiste en detonar a nuestro alrededor capital humano, económico y cultural. Una teología de unidad, paz y progreso. En SIGNIS hemos aprendido que las tecnologías de la comunicación han de jugar de nuestro lado, que necesitamos comunidades virtuales, espacios de oración, reflexión, conocimiento, esparcimiento, recreación y acción. En la “era digital” trabajemos por la igualdad y la equidad. Apoyemos el acceso a Internet, los contenidos multimedia y las redes sociales. Evitemos que nuestros conciudadanos se queden rezagados en el analfabetismo digital en zonas aisladas, evitemos generar brechas infranqueables, vayamos por ellos, sumémoslos, ayudemos a descubrir que son personas y comunidades del futuro, capaces de vencer incluso por sí mismos, ignorancia, disfuncionalidad y pobreza.
Cierto que en la rebelión de las masas se oyen las trompetas violentas de los nacionalistas populistas, pero más cierto aún, es que Dios habla a cada persona en lo individual y lo comunitario… y que el “Señor de la historia” no nos abandonará sino que providencialmente, con misericordia y esperanza llevará en parusía, nuestros sueños y acciones a “verdes praderas” como cantó el Salmista David y enseñó el Apóstol Juan.
Este artículo fue escrito por Jorge Ortega
Presidente de SIGNIS México
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