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PRÓLOGO / ENTREVISTA A JESÚS MARTÍN BARBERO
“Las ciudadanías son el lugar donde se reinventa la política, es de lo que me hablan tanto mi memoria como la historia”.
Jesús Martín Barbero
Las ciudadanías están basadas en la política pero no se agotan en ella; pues la ciudadanía puede signifcar tanto lo contrario de la política como el lugar de su reinvención. Pensar la ciudadanía como el lugar de lo político puede sonar contradictorio pues de lo que está hecha la política no es tanto de lo que hacen los políticos como los ciudadanos. Entonces la política y las ciudadanías se ven entrelazadas por anacronías muy fuertes: son los tiempos del intervalo que trastornan la linealidad de la política al introducir otro tipo de tiempo, que no nos lleva directamente a nada de lo que cubre la palabra y la idea misma de política, ya que se trata de un tejido de acontecimientos imprevisibles y del surgimiento de actores nuevos. Que es el tiempo que estamos viviendo ahora: cuando las mujeres y los indígenas –por nombrar dos actores que mueven la política hoy en toda Latinoamérica– introducen en la política actos y actores nuevos, demandas viejas y también muy novedosas, y todo eso abre brechas en la vieja rutina de la política mediante otras figuras: los entre-tiempos, los des-tiempos y contra-tiempos. Sorpresa: a quien escuchaba la expresión “¡que contratiempo!” era a mi abuela, quien expresaba así una ruptura en la normalidad de la vida. Y es justamente lo que norma la política hoy lo que anda fuera de sí: la vida política convertida en el más ladino y perverso de los simulacros. La complejidad del destiempo pasa por nombrar el destejido del tiempo que nos pone en marcha hacia otro tiempo transformando no sólo el significado de la palabra política sino su sentido más otro.
Pero en ese sentido ¿la ciudadanía sería la brecha que introduce el contratiempo en la política?
Sí, es la ciudadanía la que abre brecha. Pero vamos por partes, lo que aparece ahí es la posibilidad de que la política sea entre crisis dejando a la vista su entramado de nudos entre lo que la política hace y lo que debería hacer para ocuparse de los problemas de la gente. Que es cuando la ciudadanía desbarata las trampas de la política introduciendo el horizonte de la utopía. Las ciudadanías se convierten en el nuevo modo de estar juntos, un modo de estar juntos que deberá re-hacer, re-crear, re-inventar los sentidos de lo político tanto en el plural de las acciones como en el sentido de la política. Entonces la comunicación intermedia la política en un doble movimiento: pudre la política para poder volver a llenarla de sentido, del sentido que orienta la acción de los ciudadanos justo en la medida en que sacan a la luz las nuevas contradicciones de la política. La comunicación emerge de la acción ciudadana y no de los medios, estos ayudarán sólo en la medida en que sean capaces de potenciar el nuevo sentido que adquiere el estar-juntos de la gente del común.
Ciudadanos pasa entonces a nombrar aquella gente capaz de hacer estallar bombas políticas. Como las que puso Snowden al revelar las tramas del espionaje digital norteamericano que pusieron realmente a parir al mundo. La libertad de prensa hoy en el viejo Occidente es un mero artificio de embobamiento, la gente se masturba creyendo que ellos son la libertad cuando ellos solitos la están diluyendo para endulzar “su mundo”. Un periódico como Le Monde sigue vivo en la medida en que se diluye en el capital que lo alimenta de sus propias ganancias. The New York Time y el Washington Post tratan de seguir convenciéndonos de que son libres, pero ahora son sus “increíbles editoriales” los que matizan y diluyen la crítica que les permiten sus nuevos dueños, que no son los que compran cada día su ejemplar sino los que han comprado el discurso posible, o sea el grado de autocensura que ordena al mundo convenciéndonos cada día de que habitamos un mundo ordenado.
La autocensura nos atrapa desde los dos lados: la que aceita la maquinaria del capitalismo y la que fabrica cotidiana y descaradamente los políticos de oficio. Y ello con el menor esfuerzo pues el sistema informacional es el que mejor funciona: lo que apareció como noticia en la mañana quedó viejo al mediodía y lo del día anterior es igualito al de hoy. Los periódicos son ellos mismos productores de una temporalidad sin sentido, que es la que ni hace memoria ni otea futuro. Y de ello da testimonio la práctica desaparición del género relato, o narración, en la prensa escrita. Tratan de sustituirlo con esporádicos relatos literarios cuando de lo que estamos hablando es de poner-en-relato los hechos de la vida cotidiana, de la social, de la política y de la cultura, pues poner en relato es ponerle memoria a lo que está pasando, tanto la memoria de lo que pasó ayer como la semana anterior. Pues sin memoria se pierde el sentido que traza el tiempo, y sólo encontramos anécdota entrelazadas pero desconectadas por más que se las alargue periodísticamente hablando. Sin su puesta-en-relato los hechos del día son noticia ya vieja al día siguiente, y sin una mínima trama que los enlace no tenemos texto con el que ponerle sentido a la vida colectiva.
El lado más oculto y perverso de este “mundillo” es el modo en que los periodistas han ido interiorizando las lógicas de las empresas informativas con que las que el capitalismo financiero impregna el oficio: escribir por un sueldo implica aceptar que el propio periódico vete temas y ponga temas. Y atención, porque pasar del veto a la proposición significa que el periódico o el informativo de radio o tv se empieza a hacer cargo de la última de las tareas que les quedaba a “los comunicadores”: escoger los hechos que marcan el día implica que el dueño es quien decide sobre lo que vemos y lo que está pasando. ¡Y cuando creímos muertas a las ideologías, ellas reaparecen tanto del lado de los partidos políticos como de las ciudadanías y también de los empresarios, al menos los empresarios de la comunicación que cada día que pasa son menos y más gordos!
Entonces esas tres palabras –ciudadanías, comunicación y política– son las realmente molestas porque no es la comunicación ni la política sino los proyectos y las acciones de los ciudadanos los oxigenan, renuevan y transforman la política.
La lucha por los medios
En América Latina asistimos a una reinvención de los espacios de acceso y de democratización mediática, una lucha por las hegemonías políticas… y el lugar de las ciudadanías.
¿Cómo ves lo que ha pasado en América Latina con las nuevas leyes de medios que han buscado transformar la relación entre los medios y el Estado?
Últimamente la política ha venido siendo programada, en el sentido fuerte que tiene en cibernética la palabra programa, o sea, es la política la que, desde hace unos años, está siendo re-programada por la economía. Esta relación sigue siendo una relación-matriz porque sin husmear en la economía no entendemos que está pasando. Y algo parecido está pasando con la relación política-comunicación pues lo que entendemos por comunicación también está siendo re-programado, de un lado por la idea de tecnología y del otro por las sedes de la información genética. La pregunta es si las leyes de medios están re-programando, en alguna medida, la democracia en América Latina. Porque esas leyes han resultado excesivamente ambiguas. Estamos ante una reprogramación de izquierda que ha podido llegar al poder cediendo mucho y concediendo más. Ya que es en los medios –prensa, radio, televisión– donde la izquierda encontró su lugar para aparecer siendo de izquierda. Entonces se han puesto a proclamar con la boca chica, que decía mi abuela: “los ricos están queriendo controlar la prensa”, o sea ahora sí nos quieren controlar el pensamiento. Ante lo cual debemos tratar de comprender, primero, que la prensa ya no es lo que fue porque ya no tiene el poder que tuvo o que creen que tuvo. En la semana que estuve en Quito escuché un programa de radio que me recomendaron escuchar porque se hacía desde la izquierda y realmente era de llorar, ya que ni el contenido de la información ni el lenguaje eran de izquierda, pero a alguien le parecía que así era. Y algo parecido del otro lado: la emisora más derechista resultaba de lo más normalito en Colombia o en Chile. Al menos en la radio –que oigo frecuentemente y siempre que viajo fuera de Colombia– lo que encuentro en ese medio es que es el único que sigue –a su manera– contando relatos, y a veces en el lenguaje mismo de los ciudadanos. La paradoja es cada día más fuerte: las izquierdas “en el poder” parecerían desconocer los adentros de los medios –radio y tv– que más influyen en la gente del común.
¿Pero en general estas leyes de medios pretenden controlar al poder, controlar a los dominantes, a los monopolios, controlando y fundando medios ciudadanos?
Sí, pero tienden a trabajar y legislar con una idea de control que es cuasi estalinista, y que muy poco tiene que ver con el empoderamiento de los ciudadanos. No le entregan los medios a los ciudadanos, sino que ponen a alguien a hablar por la ciudadanía. Lo que se está haciendo es utilizando cierto lenguaje de la ciudadanía para oponerlo al poder de los banqueros pero sin que eso cambie nada en la concepción de comunicación y en la comprensión del mundo de la mayoría. Esa ausencia de lenguaje capaz de resonar en las mayorías es el mayor fracaso de la izquierda, o sea que no están sabiendo traducir los cambios a un lenguaje que empodere a la gente, se empodera a los que están en el poder.
Pero hay que distinguir porque lo que está pasando en Ecuador es muy distinto de lo que pasa en Argentina. Son dos historias bien distintas. En Argentina, de larga data, hubo la creación de los medios ciudadanos en un proceso que era movimiento de ciudadanía, había empoderamiento de ciudadanía, y por eso empezó por donde tenía que empezar, por la radio que era el medio que, de entrada, no exigía que los ciudadanos, en su mayoría supieran la dupla: leer/escribir. Lo que me lleva a preguntarme: ¿cómo queremos tener una prensa ciudadana si la escuela no está enseñando a escribir, sino sólo a leer? En Argentina con la nueva ley tomaron otra dirección, crear televisoras públicas. Ahí está un proyecto distinto, que tuvo las agallas de preguntarse ¿cómo contrapesamos al poder de los dos periódicos grandes, La Nación y Clarín? Y para hacerlo reinventaron la televisión, una tv para que los ciudadanos se reconozcan en su vida y en sus proyectos. ¡Porque además estamos peleando con una prensa que la inmensa mayoría o no tiene plata o no tiene ganas de leer, y la televisión es bastante más agradable cuando uno está jodido!
Yo diría que en Argentina se lucha una guerra entre poderes, especialmente contra el poder de Clarín cuando se crean alternativas al ver de los ciudadanos. Porque el objetivo no es pegarle a los periódicos sino enriquecer y pluralizar la oferta a los ciudadanos, pluralizar una oferta en la que se empodera a los ciudadanos para que ellos hagan su propia propaganda. Lo que encuentro en Ecuador es todo muy distinto, en Ecuador se ha reglamentado es el control de contenidos. La figura que yo esperaba de Ecuador era que exigiera abrir los periódicos a lo que necesitan y piensan los ciudadanos. El control estatal sin contrapesos y verdaderas alternativas desde lo público ha sido y sigue siendo muy peligroso en términos de proyecto político. Lo que en Ecuador falta es que haya medios que empoderen a los ciudadanos, de todas las edades y las clases, de todas las culturas y los oficios. No existe la propuesta fácil, no se puede pedir a la ciudadanía que cree lenguajes audiovisuales sin haber aprendido a hacerlos, hay que crear medios públicos y para eso hay que inventar el modelo.
La comunicación popular en tiempos de internet
En ese contexto, el otro tema importante ahora en América Latina es el de la comunicación popular, en qué se ha convertido la comunicación popular, porqué no se agota en lo ciudadano y creo que hay que comenzar a pensarla distinto. ¿Qué es hoy comunicación popular cuando lo popular está mediado por lo mediático, por la internet, por la nueva reconfiguración de la política o sea lo popular hoy es una cosa jodida para pensar o no?
Tanto tan jodida que yo hoy no usaría esa palabra, pues tengo muchas dificultades para usar algo que se ha salido de madre. Lo que me llevaría a ver lo popular cobijando lo que son medios ciudadanos, las radios comunitarias y las pequeñas televisiones locales o regionales. Pero en el caso de la televisión, que es el medio más potente, eso quedó viciado porque los politiqueros contaminaron no pocas de las televisiones ciudadanas. Entonces, la palabra popular hoy está más cerca de lo que significó para los gringos en los años sesenta: algo más cerca de lo mediático que de la gente. Está más cerca de los géneros y de las maneras de cómo los géneros interpretan a las mayorías, desde Los Sopranos a la de los famosos Breaking Bad, yo veo por ahí una fuerte transformación de la figura del héroe: el héroe de Los Soprano tiene aún fuertes rasgos del héroe popular, pero ya no el de Breaking Bad que resulta más poderosamente gringo que latino popular.
Siento que estamos en otra cultura, una cultura de la fusión, pero no sé a qué se llama ciudadanía digital salvo en el sentido de que son montones de gente que nunca tuvo palabra propia la que está empezando a opinar en Facebook, y a intercambiar muchas cosas que antes eran propiedad unas minorías chiquitísimas. Este es el “dato clave”: la extensión del derecho a la palabra que posibilita la tecnología empieza a configurar un rostro otro en nuestras sociedades. Por supuesto ello da para el bien como para mal, pero antes eran los curas, los policías y los jueces, los únicos que delimitaban el bien del mal, mientras que hoy las ciudadanías, especialmente los jóvenes, están encontrando/tocando otras sonoridades. Y ahí es clave las músicas para expresarse y gustarse: porque lo que me gusta es lo que uso para bailar con mis amigos.
Creo que hay una re-creación de lo popular en términos de ensanchamiento de los gustos en su cantidad. Y fue Marx el que planteó el primer algoritmo al afirmar que el ensanchamiento de la cantidad lleva a un otro momento en el que se convierte en calidad, la cantidad transmuta en calidad. Lo que tendríamos que empezar a auscultar, para llegar a conocer, son las mutaciones. Que es a lo que ha dedicado Alessandro Baricco su libro titulado Los bárbaros, y subtitulado Ensayo sobre la mutación. Muy difíciles de rastrear, las mutaciones empiezan desbaratando los linderos de las experiencias y las denominaciones que nos permitían diferenciar y nombrar las cosas. Hay muchos cambios que simulan cambios y que no son. Y una de las pocas cosas que empezamos a saber es que la maravillosa idea del progreso que orientaba a la modernidad se extravió y de ella “ni más”: estamos en otro tiempo, quizás en otra edad y en la entrada a otro mundo, quizás… Ahí está la confusión de los maestros de escuela confundiendo el chat con la escritura, cuando en lo que estamos es otra cosa: en la transcripción de una conversación oral. Y como los maestros no escriben sino que usan la escritura para transcribir su lección –o algunas de sus partes– en un tablero, entonces se sienten amenazados en su precaria autoridad. Y entonces lo que pasa es que la oralidad está de vuelta, y con su clientela ampliándose cada día, invadiendo lo que –durante la modernidad– fue el reino del poder hegemónico: ¡el reino de los que sí sabían escribir!
Ahora es otra hora, ya es hora de que escribir pueda ser el oficio de todos y no de unos pocos. El re-potenciamiento de la oralidad es prueba de que el progreso se acabó, y ahora vuelve, con fuerza y con valor, eso que hemos por debajeado toda la vida: la oralidad y la visualidad. Hay que recuperar la oralidad, el cuerpo y su gestualidad tanto como la capacidad leer. Y como dijo, hace casi un siglo Walter Benjamin, ahora todos estamos listos para saltar de lectores a escribidores, escribientes y escritores.
Entrevista de Omar Rincón
Bogotá, junio, 2015.
ÍNDICE
Introducción
Por Daiana Bruzzone
Prólogo/entrevista a Jesús Martín Barbero
Por Omar Rincón
Ciudadanía y Comunicación
Aún Falta. Historia reciente y medios de comunicación
Por Florencia Saintout y Andrea Varela
Políticas públicas de comunicación de masas, ciudadanía y conficto social en las sociedades capitalistas latinoamericanas. Un análisis del estado de la cuestión
Por Rodolfo Gómez
Diga 33. Radiografía de la composición de un sector clave en el nuevo paradigma legal latinoamericano
Por Daniel Badenes y Daniel González
Soberanía Comunicacional. Sistema de medios en América Latina y el mundo
Ciberdemocracia y nuevas lógicas de la mediación. Una mirada desde el sur y desde abajo
Por Francisco Sierra Caballero
El “derecho a la comunicación”: síntoma de antagonismo y recuperación de derechos sociales en el actual ciclo político latinoamericano
Por Pedro Santander
Comunicación popular y sus bastardías
Lo pop-pular está de moda: sobre culturas bastardas y quilombos pop-líticos
Por Omar Rincón
Estudios de comunicación popular. Teorizar es intervenir
Por Claudia Villamayor
Territorialidades
Ciudadanías juveniles centroamericanas. Viejos tránistos, nuevos territorios
Por Amparo Marroquín
Conceitos de comunicação popular, alternativa e comunitária revisitados e as reelaborações no setor
Por Cicilia Krohling Peruzzo
Política, tic y espacios de participación
A riqueza da pobreza: do precariado ao cognitariado
Por Ivana Bentes