Albertina Navas*
“Si no sale en televisión, no existe”. Aquella célebre frase del político y ecologista estadouniense Al Gore parece adquirir nuevas dimensiones en un entorno de medios abiertos, sociales y de gran alcance. Actualmente, la premisa debiera actualizarse a: “Si no está en Facebook, Twitter o YouTube, no existe”.
Esto aplica a todos los ámbitos de la vida, incluida la política.
La transición del mundo offline al online no es un simple cambio de plataforma, es una metamorfosis. Los políticos pasan de una posición privilegiada de discurso unilateral e incuestionable, casi desde un púlpito, a convertirse en un actor más en el proceso social de producción de contenidos en el cual, además, comparten créditos con los ciudadanos. Es la era de una política de menos protagonismo y más inteligencia colectiva; menos datos y más historias; menos individuos y más comunidad; menos linealidad y más hipertextualidad; menos unidireccionalidad y más redes.
En este naciente escenario, influido por las tecnologías digitales, las redes sociales surgen como herramientas clave de la comunicación entre políticos, autoridades, servidores públicos y ciudadanos. Los políticos, partidos y gobiernos pueden usar los medios sociales para renovar sus canales de participación ciudadana en dimensiones nunca antes vistas. Mientras tanto, los ciudadanos se erigen en líderes cívicos que están convirtiendo a estas plataformas digitales en espacios públicos donde puedan promover un diálogo constructivo, informado y decisivo sobre temas públicos de relevancia para su comunidad.
La comunicación política se orienta a la búsqueda de la mediación ante los desacuerdos que se producen en la sociedad, a más de procurar el cambio de aspectos ante los cuales la ciudadanía se muestra inconforme o requiere mejoras a fin de alcanzar el bienestar común. Las redes sociales y el desarrollo de las herramientas de la comunicación permiten a los representantes conocer de forma directa los requerimientos de sus mandantes, acceder a información de quién es su público y, en función de ello, elaborar sus propuestas, a la medida de las carencias que detectan y orientados a alcanzar mediaciones.
Surge así la política 2.0, ciberpolítica o tecnopolítica, entendida como el uso de herramientas multimedia para ampliar la capacidad de los actores políticos de acercarse y entender al público al que pretenden representar. Sin duda esta acción, cuyo propósito primario es el servicio, no está desprovista de intereses particulares que, valiéndose de la tecnología, buscan también atraer más adeptos a los respectivos partidos y movimientos políticos, consolidar la fidelidad de sus militantes y, con ello, incrementar su número de electores.
Desde la óptica de la ciudadanía, el uso de herramientas digitales genera una nueva posibilidad de organización social para escalar los peldaños de la conocida escalera de la participación ciudadana: información, consulta y debate. Las redes sociales son los espacios de intercambio de necesidades y propuestas, son ámbitos de expresión y discusión, con la característica esencial de que se prescinde de intermediarios, los contenidos llegan directamente del representante político al ciudadano y de este al político, de forma horizontal, sin jerarquías.
Este fenómeno es conocido como ciberactivismo, definido como la capacidad ciudadana de promover y luchar por una causa, enfocada en determinados objetivos, más allá de cuál sea el partido o representante que la escuche.
La lucha por estas causas se ejecuta y tiene eco a partir de la formación de comunidades digitales con miembros que se identifican como portavoces del mismo proyecto, a pesar de no conocerse. Para su organización, una vez más, el tiempo y el lugar donde se encuentren no es lo fundamental, lo importante es el contacto y los puntos en común que se establecen a través de interacción en las redes y las acciones concretas que puedan tomar a partir de aquello que les une.
La horizontalidad es la característica esencial de esta nueva comunicación política y ciudadana digital. Desde el quehacer político significa que ya no existen jerarquías —o por lo menos esa es la pretensión— ni intermediarios entre los representantes políticos y la ciudadanía. Esto quiere decir también que la cercanía que establezca el candidato puede ser una posibilidad de atraer a potenciales votantes o simpatizantes. Esta es una gran oportunidad de conocer mejor el perfil de sus votantes, así como sus necesidades e inconformidades, lo cual debiera influir en desarrollar un mayor sentido de responsabilidad y compromiso ante ellos; al igual que la imposibilidad de hacer oídos sordos a sus demandas porque estas se exponen diariamente a través de los diferentes espacios que las redes les proporcionan.
Además, los candidatos o potenciales candidatos cuentan con mayores y más atractivos recursos para llegar al ciudadano común, para ello es necesaria mayor rigurosidad en la información que entregan y en los debates que propician. La razón principal es que el público ya no solo escucha, también analiza, investiga, se informa, opina, expresa, debate, interactúa con más ciudadanos exponiendo sus necesidades y demandas a todo nivel, incluyendo la esfera política.
La visión del usuario, por su parte, ha empoderado a los ciudadanos, quienes han dejado de ser actores pasivos de los hechos que se desarrollan en su entorno. Los ciudadanos ahora son participantes activos con capacidad y herramientas de organización que superan los antiguos limitantes de tiempo y espacio, gracias a las opciones que tienen disponibles de forma fácil y cercana. Intervienen en política desde sus hogares, sitios de estudio o trabajo y esperan respuestas directas y precisas por parte de los actores políticos.
Precisamente con el objetivo de visibilizar este fenómeno de las redes sociales y su vinculación con la política en América Latina, surgió el proyecto de investigación titulado “Redes sociales, ciudadanía y política. Claves de la nueva esfera pública”, con cuyos hallazgos se editó el libro digital que lleva el mismo título y que fue patrocinado por Arthur Lok Jack Graduate School of Business, Trinidad y Tobago; y el apoyo de la Asociación de Estudios en Redes Sociales Digitales (ASREDES), Guatemala.
En esta obra de reciente aparición se aborda el fenómeno desde tres aproximaciones: una primera, desde la comunicación del político hacia el ciudadano (casos de Venezuela y Ecuador); la segunda, desde el activismo del ciudadano que derivó en cambios concretos del mundo político (caso de Guatemala); y un tercer enfoque crítico, que busca poner a las partes, política, ciudadanos y tecnología, en el sitial que les corresponde sin exageraciones ingenuas ni visiones apocalípticas.
En resumen, la presente obra aborda de manera exhaustiva, a través de documentación histórica, casos de estudio y relación de teorías, la vinculación entre las redes sociales, la política y la ciudadanía, a la vez que abre el debate sobre interrogantes lógicamente derivadas de esta discusión. Los actores políticos, sean gobernantes o candidatos, tienen el desafío de aprovechar de la mejor forma posible las oportunidades que ponen a su alcance las redes sociales, que los comprometen a la ejecución de acciones transparentes y claras de cara al ciudadano, quien más que nunca tiene opciones para vigilar y discutir el quehacer de sus representantes, pudiendo sumarse a sus causas o desacreditándolas, en una esfera de expresión global y en permanente desarrollo.
También se presentan desafíos para los profesionales de la comunicación y ramas afines a las nuevas tecnologías, porque supone replantear sus conocimientos para responder satisfactoriamente a los nuevos escenarios ante los cuales se encuentra el mundo de la comunicación y las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC); a fin de asimilar estas nuevas dinámicas que rebasan, con mucho, la mera transmisión de mensajes, ya que quienes antes eran simplemente receptores, ahora son también emisores y participantes activos de la información que circula.
Todo esto está ocurriendo de forma rápida, simple y directa, convirtiéndose en una oportunidad para manifestar sus exigencias y necesidades a todo nivel, incluido su descontento o preferencias en el ámbito político, con el fin de influir en la toma de decisiones de los políticos y de las instituciones públicas.
La política más el aprovechamiento de las redes sociales crean una simbiosis, una fusión en la que estos dos elementos se complementan.
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* Candidata a Doctorado en Comunicación por la Universidad de Navarra, MBA, Máster en Periodismo digital y Periodista. Consultora y conferencista en estrategia de redes sociales.
El texto publicado en la revista digital PUNTO DE ENCUENTRO, diciembre 2017, es parte de la Introducción realizada por Albertina Navas, co-autora del libro digital “Redes sociales, ciudadanía y política. Claves de la nueva esfera pública”, publicado recientemente con el auspicio de Arthur Lok Jack Graduate School of Business, Trinidad y Tobago; y el apoyo de la Asociación de Estudios en Redes Sociales Digitales (ASREDES), Guatemala.